Rodeada de parte de su familia y recibiendo numerosas felicitaciones de allegados, amigos y vecinos en persona, por teléfono, Whatsapp e incluso de grupos de txirrindularis al pasar por delante de su domicilio mientras ella disfrutaba del buen tiempo sentada plácidamente a la entrada de casa. La ocasión bien lo merecía ya que Bizenta Ipiña Hierro-Olabarria, la vecina más longeva de Zeberio, cumplió ayer 100 años con un envidiable estado de ánimo, alegría y buena salud. Y con una gran sonrisa recibió, a las 11 de la mañana, al alcalde de la localidad, Karlos Idirin, y la concejala jeltzale Edurne Intxaurraga, que acudieron al caserío familiar de Ermitabarri para hacerle entrega de una placa conmemorativa y un bonito ramo de flores.

Nacida el 1 de septiembre de 1920, vivió y creció junto a sus progenitores y hermanos en un “precioso caserío del barrio de Presalde”. De su juventud recuerda con dolor los “duros años” de la contienda civil y, especialmente, el sonido de las sirenas de alerta. “En cuanto las oíamos, teníamos que ir corriendo a la cuadra. Era nuestro refugio ante los bombardeos”. Con 22 años, contrajo matrimonio con Antonio Idirin y se trasladó a vivir al caserío número 13 del barrio de Ermitabarri donde regentó durante dos décadas un bar y una tienda en la planta baja del inmueble, mientras su marido se hacía cargo de la serrería cercana. El matrimonio tuvo 5 hijos y las dificultades para conciliar sus respectivos trabajos con la educación de los menores les hizo tomar una drástica decisión. “Compramos piso en Santutxu y nos fuimos a vivir a Bilbao. Yo tenía 42 años y me dediqué a atender y cuidar a mis hijos y Antonio venía a la serrería de Zeberio”. El vínculo con su localidad natal nunca se rompió siendo habituales sus visitas y estancias los fines de semana y en vacaciones. “Mi padre, que vivió 100 años y 8 meses, condujo hasta los 92 años. Así que, cogían el coche y venían hasta aquí los dos tranquilos. Decían que no querían molestar a nadie”, explica Anton, uno de sus hijos.

Desde hace años, Bizenta vive a caballo entre Bilbao y Zeberio. En la capital pasa el invierno al cuidado de su hija Maite “y desde la festividad de San Antonio hasta el 1 de noviembre que visita el cementerio está con nosotros y Maite en la casa familiar”, precisa Anton.

Bizenta no es solo una superviviente por alcanzar el siglo de vida, también por superar las graves secuelas de un atropello que sufrió con 85 años en unas vacaciones con su marido en Benidorm. “Tuvo que ser operada de dos coágulos en la cabeza, estuvo en coma y nos dijeron que se iba a quedar en estado vegetativo. Pasó tres años entre San Juan de Dios y Aita Menni y logró salir adelante”, destaca con orgullo su hijo Anton.