OR un lado Laudio. Por otro, Arrankudiaga. En el frente, Santa Ana. Son las tres sencillas inscripciones grabadas, desde el siglo XVIII, en la piedra de forma trapezoidal que marca la frontera jurisdiccional entre el municipio vizcaino y el barrio laudioarra de Areta, en Araba. Se emplaza en las campas de Santa Ana, un tranquilo y bello parque equipado con parrillas, amplias mesas y bancos de madera y algunos elementos de juego infantiles. Es, cada vez más, un área de esparcimiento y de encuentro entre amigos o familias, pero antaño escenario de duras luchas y batallas protagonizadas por los habitantes de Laudio y de Arrankudiaga para obtener la propiedad de este terreno. El conflicto concluyó en 1751, cuando la Real Chancillería de Valladolid fijó y ordenó el amojonamiento que hoy sigue de testigo para que futuras generaciones no olviden sus orígenes.

Desde entonces, y de forma pacífica, los regidores locales revisan cada año sus fronteras cada 26 de julio, durante la jornada festiva de Santa Ana. Y la tradicional y arraigada cita entre representantes políticos de ambas poblaciones se volvió a repetir ayer en el transcurso de un acto que contó con la presencia de una treintena de personas protegidas, como manda la situación actual, con las correspondientes mascarillas.

Primero llegaron al punto de reunión los representantes de Arrankudiaga-Zollo, acompañados por el sonido de una animada trikitixa y el tronar de cohetes. La espera dio lugar a los habituales comentarios sobre la ubicación del mojón. “Parece que está algo movido. Estos de Laudio, nos van comiendo año tras año algo de terreno”, bromearon. Tras unos minutos de espera, se sumó la comitiva laudioarra por la ladera del frontón hacia el terreno que antaño fue motivo de duros enfrentamientos entre estas dos localidades fronterizas.

El bastón de mando

En torno a las 10.00 horas y una vez situados frente a la piedra caliza, el alcalde de Arrankudiaga-Zollo, Txutxi Ariznabarreta colocó sobre el mojón su bastón de mando para, a continuación, dejar que el edil jeltzale Josu Beascoetxea clavara en el suelo de su término municipal el chuzo de punta plata grabado con leones y escudos. Ese mismo gesto fue realizado después por los concejales laudioarras Santi Hernando, Maite Cortazar y Juanje Merchán con los chuzos locales que, en este caso, tienen lobos grabados además de las inscripciones Año de 1788 y Valle de Llodio. El sencillo y simbólico acto concluyó cuando el teniente alcalde de Laudio. Joseba Amondo, depositó también la makila del corregidos laudioarra sobre la piedra caliza.

Una vez terminado el acto institucional, llegó el momento de la foto de familia entre ambas corporaciones y vecinos de las dos localidades, como un ejemplo más de las buenas relaciones que mantienen hoy en día a pesar de los conflictos que varios siglos atrás les enfrentaron. Eso sí, lo que no hubo ayer fue apretones de manos, cariñosos saludos ni intercambio de besos. Las medidas de seguridad debido a la pandemia del covid-19 se impusieron y la prudencia hizo también que se cancelara el habitual lunch que, por turnos, organizan cada año el Ayuntamiento de Laudio y el de Arrankudiaga-Zollo. “En esta edición nos tocaba a nosotros, pero hay que dar ejemplo y, por ello, hemos decidido no realizarlo. Queda pendiente para el año que viene”, declaró Txutxi Ariznabarreta.

Por el mismo motivo tampoco se están celebrando las fiestas del barrio de Areta en cuyo programa de actos se enmarca la visita al mojón. Su comisión popular lo anunció hace meses “por responsabilidad, ante las circunstancias generadas por el covid-19”. Eso sí, animaron a “colgar en balcones y ventanas la bandera de Areta y a brindar, en la intimidad, por todo aquello que nos une”. El Ayuntamiento, por su parte, quiso animar el barrio con varias propuestas durante el fin de semana como pasacalles, cuenta-cuentos, deporte rural y trikitilaris.