UANDO el mar está en calma, todo el mundo puede ser timonel", reflejó el escritor romano Publilio Siro. Tenía razón, en mitad de la tempestad es más complicado encontrar personas dispuestas a llevar la nave a buen puerto. Personas que antepongan los intereses colectivos a los personales. Que expongan su propia integridad y salud al servicio de un bien común. Que demuestren su solidaridad con claros ejemplos altruistas cuando todo parece perdido y a la deriva, y en el horizonte no se vislumbre más que oscuridad. "Donde hay unidad siempre hay victoria", sostuvo también el escritor romano. Hombro con hombro, corazón con corazón.

Precisamente a ese sentimiento de "identidad colectiva" se refirió el anfitrión de la ceremonia, el alcalde de Mungia Ager Izagirre, quien se mostró "orgulloso" de la respuesta ofrecida por los vecinos de la comarca en los peores momentos de la pandemia. "Mucho más que meros sujetos", más bien conciudadanos en una lucha común contra el maldito virus.

Por eso es de agradecer que hubiera personas, colectivos, asociaciones y entidades que durante los meses de confinamiento por la crisis sanitaria del covid-19 se mantuvieron a flote, sin hundirse por la profunda desazón que reinaba en el ambiente. Vecinos que trabajaron dando lo mejor de sí mismos para ayudar a los demás. Ese es el gran valor social de esta edición tan especial de los XIII Laboral Kutxa DEIA Hemendik Sariak.

Red de apoyo

Personal sanitario, brigadas de limpieza municipales, artesanos, historias de superación personal, etc., todos ellos aportaron su granito de arena y su conocimiento para apoyar a las personas que se encontraban en situaciones más complicadas. Probablemente, sin darse cuenta ni ser muy conscientes de ello, contribuyeron a tejer una red de ayuda fundamental que alivió la situación de otras muchas personas. Proporcionaron esa bocanada de aire cuando falta la respiración. Esa mano que rescata al náufrago cuya vida pende de un hilo y le incorpora a bordo para transportarle a puerto seguro.

Del homenaje a todos ellos fue testigo el majestuoso castillo de Torrebillela de Mungia, el edificio de arquitectura civil más antiguo del municipio. Un emblema medieval donde el ambiente que se registró no pudo ser el mismo de otras ocasiones debido al aforo limitado y los requisitos sanitarios, pero en el que el reconocimiento fue máximo. No podía ser menos. Más que nunca había que premiar y reconocer en público a aquellos que prestaron su ayuda cuando la sociedad más lo necesitaba.

También se guardaron los besos, abrazos y brindis para citas posteriores y se encomendó a los asistentes a regresar el año que viene con más fuerza y alegría, si la situación lo permite. Una ceremonia que, además de acordarse de los que están, también tuvo muy presente a los que se quedaron en el camino víctimas de la pandemia. Un cálido abrazo para ellos, sus familias y amigos. Remando unidos se conseguirá capear este temporal que ha alterado el rumbo pero no el destino.