"Hoy por hoy se hace imprescindible mirar al sur para no perder el norte"
Ella es uno de esos puentes imprescindibles en la voraz sociedad de hoy en día. Uno de esos puentes que se alzan voluntariosos por unir norte y sur, que se esfuerzan por erradicar el abismo que algunos abren ente la utopía y lo alcanzable. Gema Larrazabal se siente una gota. Una gota fuerte y segura de que caminando de la mano de otras miles de gotas igual de concienzudas es posible darle la vuelta a este mundo de desigualdades. Y con ese objetivo, esta joven de Maruri-Jatabe junto con otras personas fundaron en la localidad la Asociación Jatabegintza, que ha logrado sacar adelante numerosos proyectos solidarios en los llamados países en vías de desarrollo. Por eso, por su enorme labor, por demostrar que la gente de a pie puede hacer que otro mundo sea posible, Gema Larrazabal se hace merecedora del Bizkaia Saria.
La filosofía de toda su trayectoria solidaria es que la gente de a pie desde lugares pequeños puede ir aportando su grano de arena para cambiar el mundo. ¿Cómo se toma conciencia de algo que puede parecer tan utópico para muchos?
Hacer que nuestra sociedad sea un lugar mejor para vivir es el final del camino de una irrenunciable utopía, una meta que, por muchos desvelos que nos da la vida, no deberíamos nunca perder de vista. Demasiado a menudo nos sentimos pequeños e impotentes, y pensamos que nuestras acciones sirven de poco. Sin embargo, he aquí una frase de la Madre Teresa de Calcuta: "El océano está hecho de gotas de agua, así que tu gota es importante porque con otras gotas podemos hacer un océano".
¿Qué les impulso en su día a crear la asociación Jatabegintza?
Pensábamos que con decir pobrecitos no era suficiente, que había llegado la hora de echar a andar. La empatía no es solo ponerse en el lugar del otro; la empatía es preocuparnos y ocuparnos del sufrimiento o la injusticia que padecen los demás. La mayoría de nosotras nunca habíamos formado parte de una iniciativa de este estilo. Ello nos estimulaba a aprender y a caminar conjuntamente, en equipo. Sabíamos que las heridas, fruto de la injusticia y de la desigualdad, eran grandes y que nuestro esfuerzo no las iba va a cerrar de inmediato, pero también creímos en el siguiente refrán: Un grano no hace granero pero ayuda al compañero.
¿Qué proyectos se han llevado a cabo desde esta asociación?
Unos cuantos y de lo más variopintos. Son tan solo algunos ejemplos: la compra del material radiofónico necesario que permitió mejorar y ampliar la cobertura de Radio Dignidad, en Nicaragua, o la adquisición de un horno de pan para un grupo de mujeres de Ecuador. También pudimos comprar una incubadora y una lámpara de fototerapia que se fueron para un hospital de Bolivia y se construyó una granja para cabras en el Congo. También hemos cubierto una parte de los gastos de comida, escuela y cuidados sanitarios de 65 niños que permanecen el centro Colina de la Esperanza en Congo.
¿Es Maruri-Jatabe una localidad solidaria?
Por supuesto que sí. El verdadero éxito de Jatabegintza no está principalmente es sus fundadores, sino en la generosidad del pueblo de Maruri-Jatabe. Sin su ayuda, ninguno de los logros conseguidos hubiera sido posible. Unas veces les hemos pedido que nos compraran helados, otras veces tocaba calentar la voz y cantar en Santa Ageda. El horno de pan o la incubadora, por poner tan solo dos ejemplos, hubieran quedado en un sueño si cada uno de los vecinos no hubiera aportado su grano de arena.
¿Ha estado en esos países a pie de proyecto?
Tengo la suerte de conocer in situ, al menos en parte, la realidad su-ramericana y la africana. De Suramérica conozco Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Costa Rica. Y, en África, el Congo y Kenia.
Y después de estos viajes, ¿cómo vuelve una a su realidad cotidiana?
Con dificultad. Lo cierto es que suelo venir bastante insoportable. Todo me parece un derroche, materialismo, consumismo, superfluo...
También trabaja por su pueblo como concejala de Bienestar Social. Esa es otra manera de trabajar por los demás.
Ser concejala de Bienestar Social me permite conocer de primera mano las necesidades de mi municipio y, consecuentemente, poner en marcha proyectos que mejoren la calidad de vida de estos vecinos que por uno motivo u otro necesitan una ayuda, que no siempre tiene que ser económica. Es mucho lo que se hace desde los servicios sociales en favor de los demás pero es mucho también lo que queda por hacer. Debido a la delicadeza de muchos temas y a la protección de datos, la población no conoce más que una mínima parte de lo que se hace.
¿Qué podemos hacer la gente de a pie para aportar nuestro granito de arena y hacer un poco mejor la vida de los demás?
A cada uno de nosotros se nos pide que hagamos lo que está en nuestras manos. Individualmente, no podemos solucionar los problemas de un continente entero pero sí podemos devolver la dignidad a una persona. No les podemos dejar que se pudran en su impotencia. Hagamos que sientan nuestro aliento solidario y nuestro compromiso con sus problemas. Lo notarán, a buen seguro, y nosotros nos sentiremos mejor. El hambre, la pobreza o enfermedades como el sida desaparecerán por la lucha constante, todos los días del año, de gente solidaria que entrega su tiempo libre o toda su vida a ello.
¿Cree sinceramente que otro mundo es posible?
Estoy convencida de que otro mundo no solo es posible, sino necesario. Creo que queda mucho por hacer, que he emprendido un camino que merece la pena y que hoy por hoy se hace imprescindible mirar al sur para no perder el norte. En una sociedad donde la telebasura nos aparta de la realidad y el mando a distancia nos permite eludir la imagen que nos molesta hay, por suerte, un montón de indignados: voluntarios, cooperantes, misioneros o socios de ONG que aportan su grano de esperanza a un mundo más pendiente del último móvil que sale al mercado que del ser humano.