Este jueves, por segundo año consecutivo, Portugalete no ha podido festejar por todo lo alto su festividad de Virgen de La Guía. Estar dos años si sumergirse en el mar de camisetas blancas y actividades en el que solía convertirse cada 1 de julio el Casco Viejo jarrillero es demasiado para los portugalujos pero, pese a las ganas de fiesta, de recuperar la normalidad existente, los jarrilleros vivieron la festividad de La Guía con distancia interpersonal, mucha cabeza fría y con la esperanza de que el año que viene, esta vez sí, podrán volver a celebrar por todo lo alto una jornada que está grabada a fuego en el ADN de los residentes en la villa.

Ni siquiera la delicada situación actual ha impedido que los portugalujos volviesen a mostrar con orgullo sus raíces y su tradición, en definitiva, aquello que les hace ser únicos. A las 09.30 horas, para sorpresa de la ciudadanía portugaluja ya que no se había anunciado para ervitar posibles aglomeraciones, se lanzaron al cielo los txupines que marcaron el inicio de la jornada festiva. Desde el primer minuto de la fiesta, el cielo plomizo pero sin lluvia acompañó a Portugalete en su día grande, una jornada que pese a distar mucho de la celebrada en 2019, no dejó de ser especial. "Da un poco de pena no poder celebrar como es debido esta jornada tan bonita para los portugalujos y portugalujas, pero esperemos que el próximo año podamos tener una Virgen de La Guía como las que recordamos", explicó Mikel Torres, alcalde de Portugalete. Tradicionalmente, La Guía es una jornada para reunirse en cuadrilla o en familia, pero la situación actual obligó a reducir los grupos a un máximo de seis personas. Así, la fotografía que se pudo ver en el Casco Viejo era la de grupos de dos a seis personas, vestidos tal y como manda la tradición con camiseta blanca y pañuelo de arrantzal y disfrutando de la jornada en las terrazas que los locales hosteleros de la noble villa colocaron. Quizá Portugalete sea, con diferencia, el municipio más terracero de Ezkerraldea y, ayer, mostraron que hasta en las ocasiones más complicadas, saben disfrutar del día en una terraza. Los dominguines que lucían en lo alto de la calle Coscojales vigilaban el cumplimiento de las normas, no eran los únicos, puesto que la Policía Local estableció un dispositivo especial de vigilancia para velar por una fiesta tranquila y, sobre todo, segura desde el punto de vista sanitario.

Ana, Mari José, Maika y Begoña. M. A. Pardo

Poco a poco, con el avance de la mañana, el corazón de la noble villa fue tomando color y temperatura, fue adquiriendo aroma de jornada importante. Así, para el mediodía ya se podía ver un ambiente que distaba mucho de las calles abarrotadas de antaño, pero sí con un movimiento y una atmósfera excepcional. Cada 1 de julio es, para muchos portugalujos una jornada de reencuentros y de disfrute y muestra de ello eran Mari José Maika, Begoña y Ana. En una mesa ubicada en plena cuesta de la calle Coscojales -a veces parece difícil que una mesa pueda encontrar el equilibrio en mitad de tal desnivel- estas mujeres departían y compartían momentos, algo que la pandemia nos ha recordado lo importante que es. "Es un día muy bonito y especial para nosotras y hemos querido vivirlo juntas. Hemos salido de casa sobre las doce y estaremos un ratito tomando algo y, a diferencia de otras ocasiones, no nos quedaremos a comer porque creemos que la situación tampoco invita a ello", señalaron estas mujeres con la esperanza de que la historia sea completamente distinta el año que viene.

Ritxar, Iker y Julio disfrutaron juntos de La Guía. M. A. Pardo

Unas mesas más abajo, Julio, Ritxar e Iker apuraban unos botellines de cerveza, el plan era tomar algo antes de comer y, después, pasar la tarde disfrutando. "Es un día muy bonito y con muy buen ambiente. En un rato nos iremos a comer y después volveremos para seguir tomando algo", señalaron estos tres amigos. Así, en familia o en cuadrilla, los jarrilleros vivieron una festividad de La Guía diferente en muchos aspectos pero que, en su esencia, no ha cambiado. Los portugalujos volvieron a reunirse para disfrutar y compartir aquello que les diferencia y que les hace únicos y, para ponerlo de manifiesto, qué mejor que cantar juntos el Canto a la Virgen de La Guía, tal y como manda la tradición a las 15.00 horas. Porque hay momentos mágicos que no hay pandemia que logre borrar y lo que ocurre cada 1 de julio en Portugalete podrá cambiar de forma de manera excepcional, pero nunca desaparecerá.