El Ayuntamiento de Zalla ha recibido recientemente una subvención del departamento de Cultura del Gobierno vasco por importe de 36.000 euros que, sumada a la aportación municipal de 39.000 euros, permitirá profundizar en el estudio y puesta en valor del castro del Cerco Bolunburu, declarado Bien Cultural en junio. Las actuaciones se centrarán en consolidar la muralla y facilitar el acceso.

El objetivo consiste en "excavar el foso exterior, acondicionar el lugar y completar algunas zonas cercanas a la puerta del castro y finalizar la reconstrucción del tramo de muralla", explica Juan José Cepeda, arqueólogo y profesor de Historia Antigua en la Universidad de Cantabria que trabaja en el lugar desde 2007. En aquella primera temporada "llevamos a cabo una campaña de prospección y topografía del sitio". Cuando el equipo llegó a la fortificación por primera vez "estaba todo cubierto de tierra, pero el perímetro de la muralla resultaba inconfundible para los que conocemos el aspecto de los castros".

El de Zalla, que estuvo habitado entre el siglo III Antes de Cristo y el I Después de Cristo, "representa muy bien la tipología de castro más frecuente en esta zona del Cantábrico oriental: más bien pequeño, encaramados en colinas no muy pronunciadas, pero con un paisaje abrupto y luego tiene un anillo de muralla y un recinto exterior que en este caso casi ni está marcado que puede que se utilizara para ganado o una especie de ante castro también fortificado que en este caso apenas se divisa". La muralla en la que se está actuando "alcanzó una altura considerable, de unos seis metros y hemos podido localizar la puerta en un buen estado para lo que suelen presentar este tipo de estructuras". Las viviendas "no se reconocen tan fácilmente porque se trataba de cabañas de materiales perecederos y entonces solo se han preservado los agujeros de poste y en algunos casos los hogares". Una elevada cantidad de molinos de mano hace pensar en una incipiente industria.

El trabajo más reciente pudo seguir adelante durante la pandemia "en grupos de poquísimas personas, a veces solo dos" y cuidando al máximo los protocolos. "Estamos al aire libre, con lo cual no existe problema de distancia y cada uno llevamos nuestras propias herramientas". Hasta su descubrimiento por el guarda forestal Koldo Díez de Mena el castro "estaba cubierto por un pinar que, aunque no muy denso, tampoco dejaba ver gran cosa".

Las intervenciones pretenden también divulgar a la ciudadanía esta riqueza histórica: "Se va a cambiar la señalización de los elementos que se conservan y estamos reconstruyendo el remate del área interior de la muralla, que puede servir como una especie de mirador desde el que observar el entorno y el recinto desde el interior" de la fortaleza y se van a habilitar un cercado con puerta y burladero para facilitar el acceso peatonal mientras se renuevan los paneles informativos. "Es intención del Ayuntamiento organizar charlas a lo largo de los próximos meses para difundir las excavaciones", adelantan fuentes municipales. La protección desde Lakua "supone un reconocimiento de la importancia del lugar" y un espaldarazo "para que luego se pueda invertir más" en su conservación y difusión, señala Juanjo Cepeda.

El equipo arqueológico espera que el asentamiento desvele más sorpresas. "No hemos hallado la necrópolis. Estará cerca, calculamos que en un radio de dos kilómetros a lo sumo, pero como los pinos pueblan el entorno dificulta la exploración sobre el terreno. Además, éste tiene bastantes pendientes", describe. Seguramente "sería un hallazgo casual el que nos pusiese sobre la pista seguramente" porque "si no se pueden realizar prospecciones del terreno con sistemas no destructivos magnéticos o algo por el estilo por la gran cantidad de vegetación costará más".