STA vez no habrá recreación de época como la inmersión en la Guerra Civil con el primer tomo, hace dos años. Ni siquiera presentación pública por las restricciones del coronavirus, pero continúa el trabajo para preservar la memoria histórica de Balmaseda. Tras el volumen que arranca en 1925 y concluye en 1940, ya ha llegado a las librerías de la villa el libro de Javier Barrio y el fundador de la asociación cultural Harresi, Juan Tomás Sáez, Pikizu, -financiado y editado por el Ayuntamiento de Balmaseda y Gogora- que recorre el periodo de 1940 a 1950. 39 vecinos cuyas edades comprenden de los 70 a los 100 años aportan sus testimonios sobre los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil.

Los autores pretenden "aportar una visión de la sociedad desde los recuerdos de algunos de sus protagonistas, completándola y cotejándola con numerosas fuentes históricas" en "más de ochenta entrevistas y cientos de documentos consultados", precisa Javier Barrio, director del Museo de las Encartaciones, también comprometido con la divulgación de la memoria histórica. Se ha obtenido una perspectiva "dual". Por una parte, "nos encontramos una población reprimida en la social y lo político" y así se evidencia cuando las personas entrevistadas hablan de "miedo, silencio, hambre y necesidades; comparando las declaraciones de unos y otros podemos observar cómo el régimen fue adoctrinando a la sociedad, sobre todo a la juventud, por medio de la educación, la Falange y la Iglesia". "El miedo y el silencio calan en la sociedad, y la libertad política y de pensamiento desaparece", sentencia Barrio. Pero también fomentaban el sentimiento de comunidad, canalizado en eventos deportivos o fiestas.

El hambre "hace acto de presencia de inmediato". "Muchos niños y niñas se ponían a trabajar a los 14 años, la mayoría al terminar la escuela obligatoria: ellos en La Robla o Fabio y ellas en Plomos o Boinas La Encartada, que entonces eran las empresas más potentes de Balmaseda", interviene Pikizu. La población rondaba las "2.500 personas". Al tren de La Robla lo denominaban "el Magallanes, por la cantidad de gente procedente de León que viajaba buscando oportunidades laborales en los talleres de Feve. A su vez, familias balmasedanas encontraban una oportunidad de sacar un dinero extra alquilando habitaciones con derecho a cocina. Las jornadas se prolongaban de sol a sol porque aquellos privilegiados con huerta se dirigían allí al terminar el trabajar. De hecho, "una parte del libro aborda las roturas, esos terrenos que proporcionaban un seguro de comida". Con las cartillas de racionamiento en vigor, emergió la economía sumergida del estraperlo, que viajaba "en el tren de La Robla". Los estraperlistas "se desplazaban aquí desde Bilbao y todo Ezkerraldea, eso está muy documentado".

La dictadura condicionó la interacción social, especialmente de los detenidos en la guerra "y por un decreto del gobierno a principios de los años cuarenta regresaron a casa" con la etiqueta de rojos, "señalando a toda la familia". Además, "se hace hincapié en la educación y el adoctrinamiento en las escuelas bajo el poder de la Iglesia católica: estaban los Maristas para los chicos, las Monjas para las chicas y las Escuelas Públicas mixtas, con clases y horarios del recreo separados por sexos, eso lo todavía lo viví yo".

El libro se puede adquirir en las librerías Maruri y Poxpolin de Balmaseda y no descartan la posibilidad de habilitar una opción de compra a través de la web de Harresi Kulturala Elkartea.

"Vemos una población reprimida social y políticamente y al mismo tiempo unida"

Autor del libro

"Muchos niños y niñas se ponían a trabajar a los 14 años, al terminar la escuela obligatoria "

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