La espita que se abrió en 1979 con la celebración de los primeros Karmenak participativos iba mucho más allá del aspecto festivo. Era un reflejo más, una consecuencia más del profundísimo cambio social que se estaba viviendo. Al igual que todos esos cambios, el nuevo modelo festivo tuvo que asentarse y mejorarse en la década de los 80, una época que mezcló la materialización de los deseos de libertad por toda la ciudadanía que había estado reprimida por la dictadura franquista, con una importante conflictividad social motivada por la crisis económica que tuvo en Ezkerraldeauno de sus epicentros a causa de la reconversión industrial. Además, aquella maravillosa e importantísima década para el modelo festivo barakaldarra comenzó con una grandísima noticia; el ascenso del Barakaldo a Segunda División. "Las fiestas del año 80 se puede decir que empezaron un poco antes de lo habitual con la celebración del ascenso del Barakaldo a Segunda A. Solo estuvo un año en la categoría, pero fue un momento maravilloso el de aquel ascenso. En aquella época se puede decir que el deporte barakaldarra gozaba de buena salud porque, por ejemplo, el Paúles de baloncesto también dio muchísimo que hablar en esta época", rememora Txomin Telletxea, empresario y gran aficionado gualdinegro.

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Karmenak de Barakaldo en carteles

Así, los Karmenak entraron en su primera edición de la década de los 80 con una grandísima noticia que sirvió para reforzar más si cabe las ganas de fiesta que la ciudadanía había acumulado durante la represión de la dictadura. "La gente queríamos salir, disfrutar... En definitiva, sentirnos libres. Guardo muy buenos recuerdos de esta época de las fiestas de Barakaldo". Una época que no estuvo exenta del ya casi tradicional baile del recinto de txosnas de un lugar a otro de la localidad fabril. De esta manera, si en la primera edición de los festejos, la de 1979, las txosnas se situaron en la Herriko plaza, más adelante se trasladaron a la Avenida Miranda. "Recuerdo que las txosnas estaban en la avenida Miranda y que celebrábamos las fiestas a lo grande. Eran días de estar con los amigos, de disfrutar desde el mediodía", apunta Telletxea. En este sentido, los planes que florecían a lo largo de la semana que duraban las fiestas eran muy diversos, aunque había tradiciones que no fallaban en la cuadrilla de Telletxea. "Los planes que teníamos eran muy variados, pero, por ejemplo, no podía faltar el jugar algún partido de fútbol. La cuadrilla se apuntaba a algún torneo, lo jugábamos y disfrutábamos mucho. Son recuerdos que valoro muchísimo porque había una gran confraternización entre la gente", explica Telletxea. Al fútbol se unía otra cita ineludible cada año en las fiestas; las barracas. "No éramos muy barraqueros, pero cada año siempre íbamos un día a las barracas. Era algo que no podía fallar. Creo que, por aquel entonces, las barracas estaban en la campa de Lasesarre y allí también se vivía un gran ambiente", apunta Telletxea.

Los Karmenak son momentos, sonidos, olores y también sabores. Para el empresario barakaldarra, las fiestas de los años 80 tienen un sabor que destaca por encima de los demás; el del pollo asado. "Eso era otra de las cosas que no podía fallar en las fiestas, había que ir cada año, al menos una vez, a la cervecera de San Vicente a comer unos pollos", explica Telletxea. Los partidos de fútbol, las barracas, el comer pollo asado... Todo tenía un nexo común; disfrutar en cuadrilla de unos días especiales e inolvidables. "Eran días muy especiales y muy esperados. A nuestra cuadrilla las primeras fiestas de los años 80 nos cogieron siendo universitarios, una época en la que se tiene mucha energía y en la que se busca disfrutar al máximo".

Así las cosas, en la retina de Txomin Telletxea, aquellas fiestas patronales de los años 80 quedan como unos festejos muy participativos y que la ciudadanía cogía con muchas ganas. Todo ello, hacía que durante, más o menos, una semana se proyectase una fiel imagen de lo que era la sociedad barakaldarra, ya que las cuadrillas y las asociaciones se encargaban de dar su particular toque de color a unas celebraciones que se fueron consolidando en esta década tras el arranque vivido en 1979. Como no podía ser de otra manera, dentro del programa festivo, las actuaciones musicales también eran un gran atractivo. "Se puede decir que a Barakaldo venían actuaciones musicales de primer nivel y eso, qué duda cabe, atraía a que viniese gente a nuestras fiestas", remarca Txomin Telletxea. Él, junto a su cuadrilla, fue uno de los testigos y, en parte, protagonistas de aquella década de los 80 que fue vital para que el modelo de fiestas participativas en Barakaldo echase raíces y fuese dando pasos adelante hasta llegar a ser lo que hoy son y que se volverá a vivir cuando Jolín y Deabru puedan volver a la localidad fabril.