Muy predispuestos, con la azada bien sujeta en las manos y cavando con ahínco, más de 200 alumnos de la ikastola getxotarra Geroa han dado forma a su particular bosque de la infancia.

Su huella ecológica, en el mejor de los sentidos, está en Bolue, el pulmón de la localidad, el tesoro entre el asfalto. Allí crecen ya los más de 200 árboles que los escolares de cuarto, quinto y sexto de Primaria han plantado dentro de un proyecto para "reducir la huella de carbono", como señala el impulsor, Aure Medina Amorrortu, el profesor poco convencional , que ya se mereció un hueco en las páginas de este periódico hace un año por su iniciativa de llevar a sus pupilos a practicar deportes como vela, piragüismo, stand up paddle, surf o mountain bike. "Yo llevo el proyecto Agenda Local 2030 y tenemos, por ejemplo, huertas tradicionales, verticales, y diferentes maneras de tratar el compost. Nos ocupamos de ello todas las semanas. Pero, decidimos dar un paso más; y como hay una cosa muy bonita que es la idea de que cada persona en su vida plante un árbol, le dimos vueltas a eso", desgrana Aure, siempre dispuesto a abrir la mente de sus alumnos, a ir un poco más allá, a "salir del modo estándar", como él mismo ilustraba anteriormente. "Pero claro, comprar varios árboles y plantarlos no sé dónde es difícil... Así que llamé al Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento. Me dijeron que esperase a febrero, que es la época buena de plantar árboles. Me hablaron de hacer un proyecto bonito en Bolue para recuperar esa zona", comenta el profesor de Geroa.

Así que ahí han estado "dale que te pego", sonríe Aure. Divididos en tres grupos, ayer finalizaron su tarea. Los más de 200 árboles de especies autóctonas, como manzanos silvestres, robles, avellanos, espinos, arces y cornejos, ya lucen en Bolue, a donde los estudiantes se desplazaron andando desde la ikastola, en Maidagan, para ir al compás de este proyecto que abraza y echa raíces en la Madre Tierra. "La intención era que cada niño plantara, al menos, un árbol y, al final, ha sido más de un árbol por niño. Eran árboles bastante grandes ya, crecidos, y, además, les han dado unas clases sobre cómo se llaman las especies en euskera, qué tipo de hoja tienen, las que son típicas de aquí, que hay que dejar una separación mínima de 4 o 5 metros entre los árboles al plantarlos, porque si no, no crecen bien... Esto es algo que aprendí yo también, por cierto", admite el profesor.

Recuerdo

Por lo tanto, fue una clase de Naturay a cielo descubierto. "El objetivo es que los niños sepan que existe el problema de la huella de carbono y que cuántos más árboles haya, menor es el impacto. Y ellos han respondido muy bien", se alegra Aure. El gesto de estos niños será imborrable. "Es un bonito recuerdo que te queda para toda la vida. Podrán decir: Este árbol lo planté yo Y para mí, como profesor, es emocionante. Un día iré, dentro de años, yo contaré que estuve plantando este bosque con los críos", destaca Aure, que agradece al Ayuntamiento de Getxo su ayuda.