ACE 83 años, en junio de 1937, la zona de Urkomendi y Areneburu, entre Sopela y Berango, se encontraba muy fortificada. Custodiada entonces por las fuerzas de la 5ª División del Ejército de Euzkadi al mando del comandante Pablo Beldarrain, la ruptura del Cinturón de Hierro en Gamiz-Fika les obligó a llevar a cabo una retirada escalonada entre el 14 y el 15 de junio. Un periodo al que regresaron ayer una veintena de personas gracias a la pericia del grupo de recreación Frentes de Euzkadi, que ofreció una visita teatralizada a los restos del Cinturón impulsada por Jata Ondo y con la colaboración del Museo Memorial del Cinturón de Hierro y Orbela.

Los asistentes, un grupo reducido para cumplir con las medidas sanitarias vigentes, siguieron el trayecto del Itinerario de la Memoria, impulsado por el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos Gogora. Por el camino a los emplazamientos defensivos de Areneburu y Urkomendi, un guía les explicó la historia del Cinturón y su incidencia en Sopela y Berango. De pronto, el grupo se vio sorprendido por un centinela, concretamente un gudari del batallón Mungia, de la 1ª Brigada de la 5ª División del Ejército de Euzkadi, y que se encontraba haciendo labores de vigilancia. "¡Alto! ¿Quién va?", les gritó. "Somos un grupo que vamos a visitar las posiciones fortificadas de Urko y Areneburu", contestó el guía. "¡Santo y Seña!", respondió el gudari preocupado. "Jeiki - jauna", contestó el grupo. "¿Y tu contraseña?" "Jakintsua", indicó. "Ufff, menos mal. No hemos caído en manos del enemigo", suspiró el gudari, quien les explicó que su comandante le dio hace dos días la orden de retirada tras tener conocimiento la de la ruptura del Cinturón de Hierro por parte del enemigo. Desde entonces lleva guarneciendo las posiciones de Urkomendi y Areneburu junto a otros gudaris y milicianos mientras otros batallones se retiran.

Acompañados por el centinela, el grupo se dirigió al área de Areneburu. Junto al refugio, construido con paredes de mampostería y sin cubierta, se toparon con dos obreros reclutados para la construcción del Cinturón. "Soy vecino de la zona, como otros de sus compañeros, y acabo de cobrar mi jornal de 5 pesetas al día", les explicó uno de ellos.

Seguido, todos juntos se dirigieron al último nido de ametralladora de Areneburu, único que conserva la cubierta, situado en el extremo del cordal. En su interior, apuntando hacia Larrabasterra, controlando el paso sobre la carretera y la vía de ferrocarril que va a Bilbao, los milicianos del batallón comunista Leandro Carro colocaron una ametralladora. Al llegar el grupo, los milicianos se sorprendieron por su presencia allí. "Son un grupo de observadores que tienen permiso del lehendakari Agirre para visitar el frente, a pesar de lo inoportuno del día", advirtió el centinela que les acompañaba. "Es un momento difícil porque los franquistas han roto el Cinturón antes de ayer, más hacia el sur, y desde aquí tenemos que proteger la retirada de la 5ª División de Euzkadi", respondió el sargento miliciano, cuyas órdenes eran guarnecer la posición hasta el amanecer, cuando tenían previsto retirarse a Las Arenas primero, para pasar luego a Portugalete.

También les comentó que hace mucho que no veía a su familia y que desde Algorta iban a enviar una saca con tarjetas postales de campaña, por lo que invitó a los visitantes a escribir una tarjeta postal, como la que usaba la tropa y que no necesita franqueo, a sus familiares y amigos en el frente.

Historias personales

Con gran interés por imaginar cómo vivían los gudaris y milicianos aquellos fatídicos días de guerra, los asistentes participaron en la recreación con sus historias y recuerdos familiares. "Kaixo amatxu! Estamos bien, mis compañeros y yo intentamos pasar el duro invierno lo más liviano posible. Las chinches nos protegen del frío, que se han metido en nuestro jersey de lana. Musus. Mario S.", rezaba una de las postales destinada a un batallón de castigo en Burgos. "Querida esposa, en el batallón estamos bien, refugiados todo lo que podemos del enemigo. Con cariño, besos. Paulino Ruiz", decía otra de las cartas. Mención especial merece el testimonio de Isabel Guezuraga, vecina de Mungia, que recordó la historia de su tío, Damián Fuldain, a quien le tocó combatir lejos de casa. "Querida sobrina: Espero que al recibo de esta carta estéis todos bien. Aquí, en Teruel, la cosa no pinta bien para nosotros. Estamos cercados. Roguemos al altísimo por el bien de la causa del generalísimo", rememoró en su escrito.

En este sentido, los asistentes se mostraron entusiasmados con la visita guiada y poder conocer de manera figurada este periodo de la historia reciente de Euskadi. "La recreación permite conocer la historia de forma más visual, tiene un valor extra. Nos han enseñado réplicas, sus uniformes, etc. Además hemos podido ir preguntando y nos iban explicando", destacó la barakaldarra Sheila.

Siete recreadores se metieron en la piel de gudaris y milicianos para enseñar cómo era este sistema defensivo durante la Guerra Civil