Primero por culpa de la pandemia que obligó a concentrar todos los recursos municipales en la atención a las personas más vulnerables, y luego debido a las distintas crisis con fondo más económico -suministros, materias primas, transportes,...- la instalación de una treintena de radares pedagógicos -de los que no multan pero disparan un número y una cara triste- se ha ido posponiendo.

Este hecho circunstancial se ha traducido en una relajación al volante. Así lo ven desde el propio Área de Movilidad y Sostenibilidad del Ayuntamiento de Bilbao, que ya se ha puesto manos a la obra para tratar de poner freno a esa conducta peligrosa a la par que contaminante. La concejala Nora Abete reconocía, en este sentido, que muchos de los conductores que entran -circulan y salen de la villa- están descuidando el cumplimiento del límite de esa velocidad máxima de 30 kilómetros por hora.

Valoración que era compartida por su compañero de filas Álvaro Pérez. El edil avanzaba a DEIA la intención del Consistorio de rescatar cuanto antes la planificación para instalar 29 de esos radares informativos en distintos puntos del callejero bilbaino. "No solo no podemos volver atrás, sino que tenemos que hacer que se cumpla", sentenciaban Abete y Pérez.

La ubicación definitiva de los mismos está aún por definir, pero las entradas -y salidas- de la villa están en todas las quinielas. En lógica, es el escenario ideal para enviar un mensaje a la persona que conduce. "Queremos hacer que la gente cumpla", agregaba el concejal socialista. En ese catálogo de tramos urbanos sensibilizados con la velocidad excesiva, aparecen los nombres de calles y avenidas tanto del centro como de la periferia.

Y es que la experiencia sancionadora de la Policía Municipal ha servido para fijar unos puntos calientes sobre los que urge activar esos radares pedagógicos. Ahí entrarían Enekuri, Artxanda, Zumalakarregi, la carretera que lleva hasta Galdakao, Maurice Ravel, Doctor Ornilla, Juan de Garay, General Concha y Atxuri, la avenida del Ferrocarril y la de Montevideo, o Alameda Rekalde. La voluntad es clara: recuperar la conciencia del 30 kilómetros por hora.