Con la Banda de Txistularis no parábamos en todo el día en Aste Nagusiapandemia del coronavirus Solo espera que el año que viene podamos resarcirnos todos.

Mikel empezó a tocar el txistu siendo apenas un niño, con 11 años. De padres arratiarras -él de Areatza, ella de Artea-, se quedaba fascinado escuchando las alegres melodías que hacían sonar los txistularis que oía cada verano por las fiestas de San Bartolomé. "Ahí me vino la cosa", rememora. Nacido en Solokoetxe, fue don Claudio, el cura de la iglesia de San Antón, quien le terminó de meter el gusanillo del txistu en el cuerpo. "En el barrio me llamaba El plomo: me daba unas palizas...", ríe al recordarlo. Mikel reconoce que le encanta Aste Nagusia. Y eso que, mientras formó parte de la Banda de Txistularis de Bilbao -desde 1975, de la mano del mítico Boni, hasta 2010- no paraban en todo el día. "En las vaquillas de la mañana entrábamos al ruedo tocando y alguna vez ya nos pegamos algún tortazo". La jornada empezaba pronto para la Banda de Txistularis, a las 7.00 de la mañana, con una diana diaria; luego las vaquillas, a las 11.00 sacaban a los gigantes y cabezudos, a mediodía animaban el Casco Viejo en kalejira... "Estábamos a tope, desde la mañana hasta la tarde, que también hacíamos pasacalles y bailables. Era la época del año en que más trabajábamos. Era un palizón para nosotros. La gente no nos aplaudía, pero con la sonrisa que tenían cuando nos veían ya era suficiente".

Todos los domingos

Pero no solo en fiestas. Mikel y el resto de txistularis alegran las mañanas del Casco Viejo todos los domingos y festivos del año. "Tocábamos la diana a las 9.00 en el Ayuntamiento y de allí por El Arenal, Correo, Esperanza y cada domingo salíamos por una calle diferente: Somera, Artekale... En San Antón, íbamos a la academia a hacer un pequeño ensayo y volvíamos a salir para el pasacalles. Hacíamos un pequeño concierto antes de entrar en misa de 12.00 en San Antón y luego íbamos a la Plaza Nueva con algunos alumnos", enumera. Así todos los domingos, a excepción de julio, cuando tenían vacaciones. Pocas inauguraciones o recepciones habrán tenido lugar en Bizkaia a las que Mikel no haya acudido. "Incluso estuve en el aeropuerto de Sondika para recibir a Rocío Jurado y tengo fotos con el Dalai Lama en Gernika, que me puso una de sus bufandas. Gorordo, cuando empezó a bailar el aurresku, nos llevó a un montón de sitios, hasta a Madrid a la televisión", evoca. Uno de sus grandes recuerdos, sin embargo, es el recibimiento al Athletic del último doblete, en 1983. "Fue un día estupendo. Tenemos una foto muy bonita toda la Banda de Txistularis, vestidos de gala, con Dani y Clemente".

Ni siquiera jubilado ha dejado de acudir a cuantos eventos se le ha requerido para seguir deleitando con sus alegres notas, también con Bilbotarrak, con los que sigue saliendo en Aste Nagusia a la hora del aperitivo. Durante la semana de fiestas es difícil no encontrarle en uno u otro sarao. "Si puedo, nunca digo que no a quien que me pide que vaya a algún sitio. A los que tocamos el txistu nos gusta el instrumento, no nos cuesta; lo hacemos con mucho cariño y por afición", reconoce. Y es que, como él mismo dice, no hay nada que le separe de él. "Seguiré tocando hasta que el pulmón de acero aguante", asegura.

También lo hizo el año pasado, cuando recibió el Premio Acrósticos de la Asociación Artística Vizcaina. "Fue una cosa muy bonita", rememora. Zarambolas en carnavales, diplomas, reconocimientos, Personaje Silencioso... ¡Solo le falta ser pregonero! "Lo he sido ya, en la semana de fiestas de la Casa de Extremadura", apunta. Más que la suspensión de Aste Nagusia, lo que a Mikel le entristece es la situación que ha provocado la pandemia. "Lo que es una pena es lo que está pasando y parece que tenemos para rato...", lamenta. "Por una operación que este año tuve no habría podido coger el txistu. Pero el atabal sí, ¿eh?", finaliza sonriente.