Bilbao - Desde hace dos años Julio Calvo, José Luis Castelo y José Ángel Rodríguez patrullan las calles de Bilbao chequeando aquellos puntos que necesitan adecuarse en accesibilidad. Su objetivo no es la protesta sino mejorar la movilidad de las personas que como ellos se valen de una silla de ruedas para caminar. Por eso, cuando encuentran un obstáculo realizan el correspondiente informe para remitirlo a su responsable. Así han conseguido subsanar algunas trabas pero queda trabajo por hacer. Hace dos semanas se aprobaba la nueva Estrategia vasca de accesibilidad universal elaborada por el Ejecutivo y en la que también ha tomado parte Fekoor a través de la Confederación Elkartean. En una ciudad donde el porcentaje de personas mayores es elevado, la accesibilidad para todos es calidad de vida para toda la población y es lo que se pretende conseguir con esa estrategia aprobada recientemente.

Julio Calvo lleva dos años en silla de ruedas como consecuencia de una enfermedad degenerativa que le ha afectado al sistema nervioso y le ha restado movilidad, además de provocarle dificultades en el habla. "No me acostumbro", confiesa. Hasta ahora nunca había reparado en bordillos, bolardos, rampas... "Ahora me doy cuenta de que mis problemas se agravan mucho más por el propio urbanismo", lamenta con resignación.

Para él, como para otras 10.000 personas que se encuentran en silla de ruedas en Bizkaia -según los datos de asociados de Fekoor- la accesibilidad universal es una meta con la que sueñan. "Sería mucho más llevadero si a la silla de ruedas no le tuviéramos que añadir más obstáculos". De lo que habla Julio es de un recorrido de trabas para ver, por ejemplo, una exposición. Es lo que ocurrió el lunes. Se disponía a coger el bilbobus en la plaza San Pedro acompañado de un monitor de Fekoor. El vehículo desliza su rampa para que pueda acceder la silla. Según cuenta, ya prácticamente todos son accesibles aunque "algunos quedan manuales y en ese caso te puedes encontrar con que no pueden sacar la rampa". El acompañante se queja de que falta información sobre este aspecto. "No está explícito que no pagamos", se queja.

El trayecto lleva a Julio hasta la parada de Ibarrekolanda, próxima a la comisaría de la Ertzaintza. Su idea es dirigirse al Centro Cívico de San Inazio. En el camino, Julio se queja de que hay bordillos que llegan a medir 20 centímetros. "En esos casos tengo que dar vueltas buscando un rebaje de acera porque si no es imposible bajar", subraya. No es el único obstáculo. En su recorrido hay aceras por las que pasar es otra odisea. "Entre los contenedores y la basura que se acumula el sitio que queda para pasar con una silla de ruedas es tan estrecho que prácticamente se hace imposible. La mía es de las estrechas pero con otra no se puede pasar, ni tampoco con un carrito de niño".

Ya en el Centro Cívico de San Inazio, Julio mira con desolación la cantidad de escaleras de entrada, pero sabe que por la puerta de atrás hay un ascensor que le permitirá llegar al piso de arriba. Toca el timbre, baja la responsable para montar la silla en la plataforma y le dice a Julio que debe dar al botón para que ésta suba al domicilio. Mala suerte. La plataforma está averiada así que el plan queda abortado y Julio debe volver otra vez a Deusto. Esta vez opta por el metro. "El problema, si el ascensor está estropeado, es que tenemos que bajarnos en otra parada y recorrer después el camino hasta el destino. Otro inconveniente es que los elevadores no son demasiado espaciosos, así que si coincide que en una misma estación hay varios pasajeros en silla de ruedas y también hay algún carrito de bebé, salir del metro puede prolongarse hasta veinte minutos". Fuera ya del suburbano la quiniela entre los establecimientos de Lehendakari Aguirre con rampa y sin ella es de 15 a 12 a favor de los que tienen acceso para silla de ruedas. Según explican desde Fekoor, los que son antiguos no tienen obligación de hacer obra pero si hacen cualquier tipo de remodelación. en ese caso deben hacer que el local sea accesible.

Cuando Julio acaba su particular excursión -en la que ha invertido dos horas y media en un trayecto de no más de tres kilómetros- está dolorido porque cada vez que tiene subir o bajar un bordillo su espalda se resiente y eso que cuenta con una silla "de calidad". "No hay discriminación por raza, ni sexo, ni procedencia... Pero las personas con problemas de movilidad están discriminadas en muchos casos", se quejan desde el colectivo Fekoor. Por eso, la accesibilidad universal es una oportunidad.