El pasado viernes al anochecer, la entrada del Lizeo Antzokia de Gernika-Lumo se fue llenando despacio. Grupos pequeños, saludos rápidos y un ambiente tranquilo que anunciaba una cita especial. Sobre el escenario esperaba Aimar Cid (38), músico gernikarra con recorrido en la escena local y que en los últimos años ha dado el salto a un proyecto en solitario construido a partir de sus propias canciones, esta vez con su segundo trabajo ‘Postales para parar el tiempo’.

Quienes le conocen de cerca saben que su historia no comenzó en escenarios, sino en campos de entrenamiento. Durante su adolescencia se movió en el entorno del fútbol profesional: pasó por el Athletic Club, por equipos vizcaínos como el Gernika, el Lemona o el Bermeo, y durante años convivió con esa exigencia, la disciplina y las ilusiones que suele arrastrar cualquier joven que se mueve en ese nivel. Pero el tiempo terminó hablándole en otro idioma. No fue una ruptura, dice, sino un proceso natural: “El fútbol me iba dejando poquito a poco, y la música empezaba a ofrecerme otras cosas”. A los 30 años, tras una etapa en la que compaginó ambas vidas, la balanza se inclinó.

Además de su recorrido en el deporte, Cid estudió Educación Infantil y Primaria y ha pasado muchos años en aulas de distintas edades. Hoy trabaja como profesor en un colegio de Bilbao, donde la docencia es simplemente otra faceta más de su vida.

Los inicios musicales de Cid tomaron forma en Dientes de Luna, el grupo con el que publicó cinco discos a lo largo de una década. Aquello surgió de forma natural, de lo que más les llenaba: escribir y componer. Las canciones fueron creciendo y el proyecto acabó convirtiéndose en una experiencia compartida entre seis músicos que recorrieron escenarios y aprendieron a vivir la música desde dentro.

Segundo disco de Aimar Cid: ‘Postales para parar el tiempo’ Aimar Cid

El salto en solitario

Con el tiempo, sintió que necesitaba otro espacio. En 2023 dio el paso a un proyecto en solitario, un movimiento que reconoce que fue “complicado, sobre todo por lo emocional”. En Dientes de Luna había llegado un momento de pausa, y él acumulaba canciones que quería sacar adelante, desde un lugar más personal. “Fue la idea de hacer una canción; esa llevó a otra, y así sucesivamente”, recuerda sobre un proceso que no nació como un plan, sino como una cadena de impulsos.

A partir de ahí también empezó a redefinir su sonido. Cuando se le pregunta por el género en el que se encasillaría, es claro: “Tengo la suerte de poder decir que no me encasillo prácticamente en nada”. Explica que compone dejándose llevar por lo que necesita expresar en cada momento: “Si lo que estoy cantando me está sanando, me da igual a dónde me lleve”. Quien lo escucha identifica un poso rockero inevitable, pero ya no trabaja bajo la etiqueta del rock and roll puro que marcó la etapa de Dientes de Luna, un estilo que, reconoce, cada vez sonaba menos en su entorno.

Su primer disco, ‘Confesiones de un amor abstracto’, vino acompañado de dudas. Él mismo admite que sintió miedo al “saltar al vacío” y enfrentarse a un proyecto propio después de tantos años de trabajo en grupo. También le generaba incertidumbre cómo quería hacerlo, porque hasta entonces había compuesto de una manera muy personal y, en sus palabras, “algo abstracta”. Con ese primer álbum buscaba que la gente entendiera mejor lo que quería contar, y ese cambio le imponía respeto. Pero tras grabar la primera canción, tuvo claro que no quería marcarse objetivos más allá del disfrute.

“Si lo que estoy cantando me está sanando, me da igual a dónde me lleve”

La independencia también le obligó a asumir la gestión de tareas nuevas: producción, distribución, financiación. Reconoce que un proyecto en solitario exige una inversión considerable y que no siempre es fácil recuperarla. Aun así, no lo ha vivido en soledad. Mantiene desde hace años una relación estrecha con Baga Biga Produkzioak, que lo acompaña en la parte de management, en la búsqueda de conciertos y en la burocracia. “Ellos confían en mí y yo confío en ellos”, afirma, recordando que antes incluso de dejar Dientes de Luna les avisó de que iba a publicar una canción por su cuenta, y la respuesta fue inmediata: “¿Cómo que lo vas a hacer a tu cuenta? No, no, pásanosla, que seguro que hacemos algo”.

La libertad creativa, sin embargo, es total. “A la hora de componer tengo absoluta libertad para hacer lo que quiera”, reconoce. En producción ha trabajado con Jagoba Ormaetxea, responsable de la grabación de sus dos discos: “Grabo con él en el estudio como si estuviese en mi propia casa”. Describe este proceso como “un proyecto entre amigos, absolutamente”.

Un disco de "eterno retorno"

Su nuevo trabajo, ‘Postales para parar el tiempo’, publicado en octubre, responde a un momento vital distinto al del primer disco. Si aquel hablaba del salto emocional, este lo define como “el revolar”. Explica que el anterior era “más melancólico y más introspectivo”, mientras que este es “bastante esperanzador”. El álbum está formado por seis canciones, cada una vinculada a un tema fundamental: amor, miedo, recuerdos, tiempo, despedidas y libertad. Lo concibe como “un disco de eterno retorno”, una idea que enlaza con referencias filosóficas que él mismo menciona.

En lugar de CD, el disco está acompañado de postales. Cada una representa una canción y plantea la música como algo para regalar. Lo explica así: “La única forma de parar el tiempo es siendo sinceros verdaderamente con la gente. Si tienes una canción de libertad que te recuerda no sé a quién, escríbesela”. Por eso insiste en que es un trabajo que va “de dentro hacia afuera”.

Concierto de Dientes de Luna en Gernika-Lumo en 2022. Aimar Cid

También ha rechazado de momento subirlo a plataformas digitales. Considera que la música está adoptando “un enfoque que no me está gustando absolutamente nada” y que este disco necesita otra escucha: “Es un disco para escucharlo con tranquilidad, de principio a fin. No es un disco de pasarlo rápido ni de escuchar a medias”. Prefiere que pocas personas lo escuchen, pero “de buena forma y que lo entiendan”.

Gira para parar el tiempo

En las últimas semanas ha ofrecido conciertos “íntimos y acústicos” en Elizondo (Navarra) y en Mundaka para presentar su nuevo disco. El del pasado viernes en Gernika tenía para él un significado especial. “Me suele apetecer mucho tocar en Gernika porque sé que va a venir mi amuma, y eso es lo más importante”, asegura. Actuar en casa le permite que amigos, familiares y personas cercanas, que a veces no pueden desplazarse a otras fechas, tengan la oportunidad de verlo en directo. Es algo que valora especialmente.

No actúa solo. Le acompaña una banda flexible formada por músicos que tienen sus propios proyectos y que se suman cuando pueden. Él mismo la define con humor como “un grupo hippie total”. Si alguien falta, no supone un problema, porque las canciones están pensadas para que pueda defenderlas en solitario. “A partir de ahí todo el que venga aporta”, explica.

Aimar Cid comparte escenario a menudo con otros músicos. Aimar Cid

Tras Gernika, la "gira para parar el tiempo" seguirá por Bilbao, Valladolid, Iruña, Galdakao, A Coruña y Santiago. Un recorrido que combina viaje, amistad y música, y que avanza al mismo ritmo con el que Aimar Cid entiende esta etapa: sin prisa y con la tranquilidad de saber que cada canción encontrará su lugar.