Son las once de la mañana en Lekeitio y, aunque el pueblo todavía no está lleno, los lekeitiarras comienzan a ocupar las calles y el paseo del puerto. Vestidos con camisas azul marino, vaqueros y el tradicional pañuelo de fiestas, se preparan para vivir la jornada de su fiesta más emblemática. El cielo está despejado y azul, reflejando la ropa de muchos vecinos y anticipando un día de buen tiempo.
La plaza de Lekeitio comienza a mostrar su color: ondean decenas de ikurriñas junto a banderas LGTBIQ+, un gesto visible de apoyo y diversidad. Mientras tanto, los bares del centro registran actividad desde primera hora: los locales desayunan en sus establecimientos favoritos y algunos incluso acompañan la comida con los primeros kalimotxos del día, sumándose al ambiente festivo que crece poco a poco.
Por el paseo del puerto, dos buruhandis persiguen a un grupo de jóvenes, y a quienes pillen por el camino, entre gritos, silbidos y carcajadas, provocando la diversión del público. Vecinos se asoman desde los balcones para observar la escena y saludar a quienes desfilan. Poco a poco, las calles se van llenando de visitantes llegados de otras localidades y alrededores, completando el mosaico humano de la mañana.
Carácter popular y solidario
A las once y media arranca la kalejira, que recorre el Paseo del Puerto entre música y aplausos, con la mirada puesta en la plaza de Lekeitio. La comitiva avanza acompañada por tres gigantes, erraldoiak, que marcan el paso entre los espectadores. Tras los gigantes, avanzan los vecinos de Lekeitio: niños, padres y jóvenes que se suman al desfile y muestran el carácter popular e intergeneracional de la fiesta.
Las barracas ya han abierto sus puertas y los más pequeños se suben entusiasmados a sus atracciones favoritas, llenando el aire de risas y gritos de diversión. Vecinos se asoman desde los balcones del paseo del puerto, observando la kalejira y sumándose con sus aplausos y saludos al ambiente festivo que se respira en las calles.
A las doce menos cuarto, la kalejira llega a la plaza de Lekeitio. Los erraldoiak deciden entonces empezar a bailar. Entre música y risas, los gigantes se mueven al compás, marcando el ritmo y arrancando aplausos de vecinos y visitantes que se agolpan a su alrededor, mientras el ambiente continúa creciendo en intensidad y alegría. A medida que la plaza se llena, entre los presentes empiezan a verse cada vez más banderas de Palestina, un gesto de solidaridad que se suma al ambiente de la mañana en Lekeitio. Amaia Sanz, de Abadiño, destaca la importancia de visibilizar estas causas: “El apoyo hacia Palestina me parece genial. La gente debe estar concienciada con la causa y, cuantas más banderas haya, mejor”, afirma.
La emoción de las alzadas
Después de una mañana festiva y llena de música, risas y ambiente, el protagonismo se traslada al puerto, donde los barcos se preparan para la prueba más esperada del día: las alzadas. En total participan 106 barcos, de los cuales 72 son de Lekeitio, 16 de fuera y 18 son los castigados, zigortuak, por no cumplir alguna norma en la edición pasada. A las cuatro de la tarde comienzan los primeros intentos, y vecinos y visitantes observan atentos, entre aplausos y vítores.
El primer ganso ni siquiera llega a ser tirado: se rompe nada más colgarse, provocando sorpresa y risas entre el público. Este pequeño percance no hace más que aumentar la expectación y la tensión para los intentos siguientes.
Cada cuadrilla coordina sus movimientos con precisión, mientras los harrapatzaile se colocan estratégicamente para intentar agarrar el ganso. La tensión se palpa en el ambiente y la emoción crece con cada intento, mientras los barcos avanzan y se balancean sobre el agua.
Los protagonistas del día
El Antzar Eguna no es solo espectáculo: es una tradición que une generaciones. Pepe y Vito, lekeitiarras veteranos de la celebración, explican que llevan bebidas consigo “por la imposibilidad de que te atiendan en los bares”, ya que la afluencia es muy alta. “Llevo 50 años yendo en el bote este día. Antzarrak lo significa todo, esto es lo mejor, el mejor día”, resume Pepe.
Su cuadrilla también incluye a Joseba Arrasate padre, patrón del bote, y a su hijo, también llamado Joseba Arrasate, que repite este año como harrapatzaile: “El año pasado no fue muy bien, pero este año, con la experiencia, espero hacerlo mucho mejor”, comenta el joven de 22 años, orgulloso de formar parte de la tradición.
Entre los jóvenes que se estrenan en la prueba está Eneko Txakartegi, lekeitiarra de 18 años, que debutó como harrapatzaile en el bote de la cuadrilla de su padre: “Para hacer esto no se entrena. Lo importante no es ganar, sino aguantar lo que puedas y, sobre todo, pasártelo bien”, asegura.
Ainhoa Garate, de Ispaster, explica cómo vive la fiesta con su cuadrilla y sus amigos: “Damos una vuelta, vemos el sorteo de los gansos, luego tomamos unos tragos; por la tarde vemos a los gansos y a la kukaina. Hasta que el cuerpo aguante. Es bonito ver a un montón de gente que solo ves el día de los gansos”, explica. Señala también que siempre prefieren usar transporte público para volver a casa, cuidando la seguridad de todos y todas.
Los visitantes que llegan desde otros puntos de España también aportan su mirada: Tolo, de Mallorca, y José Luis, de Barcelona, participaron ayer en la tercera edición de correfoc de Lekeitio, una espectacular fiesta de fuego con pirotecnia, ruido y carretillas organizada por la compañía Dimonis Factoria de So. Invitados por las collas locales, recorren el paseo del puerto con entusiasmo. “Es nuestra primera vez en Lekeitio y queremos aprovechar el día para disfrutar de la fiesta. Todo lo que es tradicional forma parte de la cultura”, señalan.
Más allá de los gansos o los gigantes, lo que destaca es la complicidad entre vecinos, la ilusión de los jóvenes que debutan y la alegría compartida que convierte a Lekeitio en un pueblo que celebra, cada año, su tradición más querida.