La vizcaina Begoña Bearsolo, de no tener experiencia a trabajar con 22.000 gallinas
Begoña Bearsolo se inició en la producción avícola en 2019 dando un giro de 360º a su trayectoria profesional
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Desprende ilusión por su trabajo diario en su granja de gallinas de Elorrio. Begoña Bearsolo comenzó en la producción de huevos “un poco por casualidad” y por las circunstancias familiares que tenía en su entorno. “Mi aita enfermó y era complicado poder compaginar trabajo y cuidados; por lo que tuve que dejar el trabajo”, recuerda esta productora.
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La situación en su casa coincidió con una visita que “mi marido Aitzol hizo a un gallinero para hacer varios arreglos”. “Había una chica que le comentó que estaba dentro de una cooperativa y al llegar a casa me preguntó: ¿cómo te verías en una granja de gallinas?”, cuenta Begoña Bearsolo, que forma parte de la cooperativa Aidazu, ofreciendo sus huevos a Hobea, de la corporación OVO.
Ese fue el punto de inflexión para comenzar una aventura laboral diferente. “Sí que en mi casa había vacas y gallinas pero el modo de trabajar era diferente, para el consumo propio”, reconoce la productora que contactó con la chica con la que habló su marido para dar los primeros pasos. “Hablamos con la cooperativa e íbamos a poner una granja con 6.000 gallinas, aunque al final fueron 22.000 gallinas con las que comenzamos”, comenta la productora que se inmiscuyó en esta iniciativa laboral junto con su pareja. “Aitzol dejó el trabajo y empezamos aquó. Tuvimos vértigo porque no teníamos experiencia”.
“En el inicio tuvimos vértigo porque ninguno de los dos teníamos experiencia”
Una empresa en crecimiento
“Empezamos en 2019 y este es nuestro quinto lote de gallinas de suelo”, explica Begoña Bearsolo a la vez que desgrana que “cada lote lo tenemos entre 13 y 14 meses. Al finalizar, tenemos que desmantelar todo, limpiarlo y volverlo a montar”. Ese periodo entre lote y lote de gallinas es cuando pueden disfrutar de “unos 15 días de vacaciones” porque este “es un trabajo diario en el que no hay descanso, no hay fines de semana ni navidades”. Unas intensas jornadas de trabajo sometidas a controles de “la Diputación Foral de Bizkaia y del Gobierno vasco” a los que tienen que presentar “analíticas, revisiones de veterinarios o auditorías”.
Los días comienzan temprano cuando “Aitzol comprueba que todo esta correcto con las gallinas en los dos pabellones y recoge los huevos”. Poco después, Begoña se incorpora para ir poniendo en marcha “el pedido que OVO nos ha mandado. Preparo las etiquetas identificativas, las cajas y los palés que vamos a necesitar”. Luego empieza a clasificar los huevos en según su tamaño. “Nosotros producimos M, L, XL y M/L, estos últimos son recipientes de 18 huevos en los que se mezclan las tallas M y L”, admite. Una vez todo está listo, tres veces a la semana el camión de OVO recoge el pedido en Elorrio para distribuirlo por los principales puntos de venta de Euskadi.
El haber “estado bien protegidos” desde que tomaron la decisión de cambiar su día a día de manera radical es la base para continuar en un primer sector “que no es atractivo” pero sí gratificante cuando en la mesa se disfrutan huevos de primera calidad y de kilómetro 0.
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