Publicados con anterioridad tres artículos sobre este importante alpinista bilbaino y al saber más de él debido a la inestimable ayuda de su hijo Gotzon, me atrevo a esta cuarta entrega, justamente dos años después del tercero en Historias Montañeras. La anterior terminaba en 1936. Ese año cambió tanto todo que el montañismo vasco también se desmochó.
Algo pasa en la Federación Vasco Navarra de Alpinismo fundada 12 años antes. En el artículo del pasado 9 de marzo citaba la última asamblea, la del 11 de julio de 1936, de cara a la reorganización de la Federación Vizcaina. Alberto Abos actuó en esa reunión como secretario, en representación del Aldatz Gora.
Comienza la Guerra Civil. Abos se enrola en el batallón Ochandiano hasta junio de 1937. Sigue pisando los montes que tanto ha amado, pero ya no por deporte o aventura. Como oficial de Transmisiones del batallón, los recorre ahora cubriendo las comunicaciones en el frente. Estando en Markina conoce a Elisa Ugarte, con quien se casó en 1943.
Es detenido en Bilbao y hasta 1940 está en prisiones y campos de concentración franquistas. Alejado de su familia, de su entorno, privado de libertad y en condiciones infrahumanas. Se encuentra temporalmente con su hermano Oscar en uno de los campos de concentración. El resto de su familia está exiliada en Francia.
Una vez sale de la reclusión forzada retoma la actividad montañera, pero deja de escalar. Vuelve a contar con la compañía de amigos alpinistas como Pedro Odiaga, Antonio Ferrer, Ramón Tellaeche, y montañeros, Ramiro Bourgeaud, Patxi Maidagan, Sabin Zubiri, Bernardo Mesanza y otros.
Estamos en la posguerra. Los clubes están cerrados o intervenidos. Ya no hay partes de ascensiones. Algunos datos los conocemos por fotografías de salidas al monte, algunos escritos en el dorso de estas. Pequeños apuntes nos datan fechas, topónimos, nombres y apellidos de excursionistas, cimas y ascensiones. Existen unas notas sobre la actividad montañera de Alberto de los años 1942 y 43.
Su último periodo de vida fue una larga enfermedad con parálisis progresiva, esclerosis múltiple, de la que falleció el 13 de julio de 1954, con 39 años de edad. Estuvo postrado mucho tiempo en cama. La visita a su sepultura fue incluida en la prueba del Club de Orientación Bidea en el Cementerio de Derio del 18 de mayo del año pasado, el día del Centenario de la FVNA, de la que también dimos cuenta en esta sección.
La actividad desarrollada por Alberto Abos en diversas disciplinas de alpinismo y otras prácticas deportivas y asociativas en el período 1931-1936, desde el Club Deportivo Bilbao y el Aldatz Gora, es, a mi entender, una de las mejores que tenemos en Euzkadi. Es uno de los pocos alpinistas adelantados de la época. Fue un asiduo a las marchas y concursos de montaña. Participó en importantes actos de representación montañera vasca y así se constata en prensa, sobre todo en el rotativo Excelsius.
Aquella hornada de jóvenes supo disfrutar de la montaña en todas y cada una de sus modalidades deportivas y tener un contacto sano con la naturaleza. Eran montañeros de hierro. Nada les hacía darse la vuelta, la cumbre era el objetivo y mirad que tenían casi todo en contra, sobre todo si tenemos en cuenta los desplazamientos a lugares distantes, que no serían lo que hoy llamamos del entorno de Bilbao.
Falta un libro (estudio) que recoja la semblanza de esta saga de alpinistas y escaladores vascos en origen. Normalmente, la gloria y el conocimiento se lo llevan Bandrés, Sopeña, Ferrer, Espinosa... ¿alguno más? Hay una lista de muchos otros pioneros que queda oculta. Igual es hora de sacarla a la luz. En 1943 se editó el libro Crestas del Duranguesado, de Antonio Ferrer, el hombre de las cavernas. Íntimo amigo de Alberto, ambos fueron cordada y nos han dejado muchísimas reseñas de cumbres. En 2004 se produjo un salto cualitativo al publicarse los tomos de la Historia testimonial del montañismo vasco, de Antxon Iturriza, con la incorporación de documentos de informantes como la familia Abos. También en 2004 se editó el libro Aldatz Gora, 75 años de historia, de Patxi Galé, con algunas referencias a Alberto. En cualquier caso, este artículo es un homenaje a aquellos jóvenes que se tiraron al monte por el placer de disfrutar del deporte más elegante, sano y enriquecedor. Aquellos fueron los que nos enseñaron a amar a las montañas y el sentimiento de saber compartir lo que llevamos en la mochila y el corazón. l