De la misma forma que se crearon por varios factores, la desaparición de las lonjas está ocurriendo también por la confluencia de diversos hechos, sostiene Lazcano,
¿En qué contexto surgieron las lonjas juveniles?
Se crearon como espacios de ocio, de compartir el tiempo libre, fuera de la mirada o del control de las personas adultas. Es algo que va con el propio desarrollo de la persona o de la juventud.
¿Por qué proliferaron en Euskadi mientras que en otras zonas del Estado su existencia era exigua?
Se complementa con otros fenómenos que son propios de la idiosincrasia de nuestro país. Lo primero, las condiciones climatológicas, la calle no bastaba porque había que encontrar un sitio donde protegerse de la lluvia. Luego estaba el hecho de mantener una cuadrilla, la importancia del grupo de amigos en los estilos de ocio. Y, además, la posibilidad de acceder al alquiler libre de lonjas. La confluencia de estos fenómenos favoreció que en los años 90 se empezaran a extender y desde los 2000 fue un fenómeno muy relevante que empezó a preocupar social y políticamente.
“Las lonjas también surgieron porque en casa no había nada que hacer cuando te habías liberado de tus obligaciones”
Los problemas con los que se vinculan estaban relacionados con la convivencia y la seguridad.
Las lonjas pasan a tener cocinas, instalaciones eléctricas… Esto genera inseguridad. Hubo algunos incendios y se denunciaron molestias a vecinos. También surgen ciertas inquietudes: ¿Qué hacen los jóvenes tanto tiempo en esos espacios? Desde la mirada adulta no se podía controlar. El consumo de alcohol o de otras sustancias fue extendiéndose y, en algunos municipios, se empieza a regular el acceso al alquiler y el control de estos espacios.
¿Qué beneficios proporcionaban a la socialización de los jóvenes?
Más allá de los inconvenientes, siempre hemos creído que las lonjas como fenómeno que nacieron por iniciativa de los propios jóvenes aportaban a las personas competencias vitales y eran positivas. Tenían que ponerse de acuerdo, gestionar o autogestionar su ocio, un espacio y la convivencia en el mismo, socializar no solo una cuadrilla, sino que a veces eran varias cuadrillas las que convivían…
¿Ayuda el hecho de tener una lonja en el proceso de maduración y en la toma de responsabilidades de un joven?
La negociación entre ellos en la toma de decisiones es algo positivo para esas fases del desarrollo vital, incluso hubo experiencias en las que los contratos eran firmados por los padres y madres y los jóvenes se comprometían a ciertas reglas y supervisión. En algunos municipios hubo experiencias que favorecieron ese alquiler, si luego las cuadrillas de jóvenes participaban en las comisiones de fiestas. Como experiencia, más allá de las molestias a la comunidad, tenían su aspecto muy positivo.
En 2015 más de uno de cada cuatro jóvenes de entre 15 y 29 años pertenecía a una lonja en Bizkaia.
Como muchas otras prácticas de ocio que hoy diríamos que se hacen virales, las lonjas en aquel momento también lo fueron. Se expandieron porque es una experiencia muy positiva. La inmensa mayoría de jóvenes, en algún momento, participaron de una lonja.
“Para los que tenían 17 o 18 años durante el covid hubo un parón, justo cuando hubiera sido el momento de engancharse a esto”
El fenómeno también fue espoleado porque los locales no conseguían alquilarse para otros fines...
Sí, fue otro de los elementos que facilitó el poder acceder a un alquiler de un espacio a veces no del todo regular. La situación económica lo facilitó. Hoy en día es mucho más complicado, desde la posibilidad de hacer un contrato hasta las condiciones de un contrato o los precios de los alquileres.
La pandemia fue la puntilla final para las lonjas de jóvenes, muchos las dejaron definitivamente en esos años.
Ni en el origen hay un único fenómeno ni el declive está causado por un solo hecho, vienen a confluir distintos cambios sociales, los mismos que estuvieron en el origen. Estamos en una situación de cambio climático y el clima en Euskadi va cambiando. La situación no es la que era. El acceso a un alquiler también ha cambiado. Y el ocio de las personas jóvenes ha cambiado: la socialización en los 90 era en la calle o en un espacio cerrado pero físicamente había que estar juntos.
Nada que ver con la situación actual.
Desde mediados del 2000 o 2010 en qué hogar los chavales no tienen un móvil, una consola o un ordenador para estar jugando... y jugar con sus amigos. Sobre todo están en su habitación, fuera de la mirada de los adultos, que es al final lo que se buscaba con las lonjas. Para los que tenían 17 o 18 años durante el covid hubo un parón, justo cuando hubiera sido el momento de engancharse a esto. Todos estos factores han afectado al fenómeno de las lonjas.
Los propios dispositivos móviles también son ahora espacios en los que actuar fuera del control del adulto.
Están en su habitación, comunicándose, por no estar solos. Esa relación con amigos y amigas no es necesariamente física, también lo necesitan y lo hacen, pero es cierto que a través de estos dispositivos tienen esa comunicación fuera de la mirada adulta y sin tener que estar juntos todo el tiempo. Las lonjas también surgieron porque en casa no había nada que hacer cuando te habías liberado de tus obligaciones; en casa no compartías tu tiempo de ocio, por lo que tenías que salir a la calle.
¿El hecho de que haya menguado el número lonjas juveniles ha propiciado que el consumo de sustancias ilegales se reduzca?
Lo tendremos que ver con el paso del tiempo. Antes del declive de las lonjas hemos visto cierta reducción en el inicio de la edad del consumo del alcohol. ¿Que ha favorecido algo? Probablemente, pero tampoco pondría la mano en el fuego por que asistamos a una reducción total o importante del consumo de alcohol y otras sustancias porque no existen las lonjas.
Numerosos municipios de Bizkaia tienen cantidad de locales sin ningún tipo de actividad comercial. ¿Es probable que en algún momento vuelvan a proliferar este tipo de iniciativas?
No veo por qué no, pero tampoco veo por qué sí. No lo tengo claro. La esencia del ocio y del desarrollo de las personas jóvenes no va a cambiar. La necesidad de estar, de compartir y de socializar va a seguir existiendo porque es propia del ser humano. La cuadrilla sigue teniendo un valor importante en Euskadi. Esto se va a mantener.