Las imágenes tomadas desde el aire no se han descubierto ahora con los drones. Existen desde que los aviones tomaron los cielos y son pruebas fehacientes de cómo se han expandido las localidades. Un ejemplo es esta instantánea tomada a mitad de los años 50 del pasado siglo sobre Galdakao. La toma recoge en el centro, de derecha a izquierda, el cauce del río Ibaizabal con frondosos árboles en sus orillas. Por encima se observa cómo era el futuro centro del municipio en torno a la actual calle Juan Bautista Uriarte, una zona que apuntaba ya maneras urbanísticas con viejos caserones de no más de tres plantas que se codeaban todavía con extensiones de huertas y terrenos, herencia de su pasado agrícola. En la parte superior izquierda, el alineamiento de los chalets de Tximelarre sobre la pequeña colina que se enseñorea sobre la llanura destaca más que sus casas hermanas de abajo y de las que entonces se separaban con una franja de bosque. Ahí fue donde se asentaron en 1928 técnicos, ingenieros y trabajadores cualificados de la fábrica de La Dinamita de la que luego trato. A la derecha de la imagen, se observan los primeros edificios altos que se construyeron en torno a la hoy bautizada calle Ibarluze y que antaño era el camino que subía en dirección a la iglesia del pueblo, la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora en el elevado barrio La Cruz.

La altura de los árboles ribereños ocultan la estrecha carretera general de entonces que desde Bilbao se dirige hasta el cruce de El Gallo y que tras diversas ampliaciones de su intersección en forma de cruz ahora luce una gran rotonda distribuidora de mucho más tráfico. Parte de esa circulación rodada tomaba ya entonces la comarcal que conectaba Galdakao con la parte baja de Zaratamo, el barrio de Arkotxa, y el municipio de Basauri.

Era la gran vía de acceso al continuo vaivén de camiones que tenían como destino u origen la fábrica denominada en aquellos años 50 Sociedad Española de La Dinamita, que en 1970 pasó a llamarse Unión de Explosivos Río Tinto; en 1989, Ercros y dos años después UERT, hasta llegar a su denominación actual de Maxam.

Ubicada en la parte baja de la imagen, al lado de la estación ferroviaria de Zuatzu, sorprende la cantidad de construcciones que albergaba esta empresa asentada en el lugar en 1872 como la primera sede de la empresa de explosivos fundada por Alfred Nobel, tras descubrir la pólvora en 1866. Todo ese entorno hoy ha sido sustituido por bosques bajo cuya superficie se han horadado diferentes galerías que acogen la producción de explosivos pero con un nivel de seguridad mucho más extremo.

Situación que se generó tras la gran catástrofe ocurrida el 2 de julio de 1974 cuando una fuga de éter-alcohol provocó una gran explosión donde murieron 22 trabajadores y numerosos obreros resultaron heridos. La deflagración se escuchó en varios kilómetros a la redonda provocando la evacuación de miles de vecinos de Galdakao y Basauri en cuyos hogares la onda expansiva derribó puertas y ventanas.

De la imagen perviven en la actualidad varios bloques que circundan la entrada a la factoría construidos con ese afán paternalista que algunos empresarios de principios del siglo XX profesaban con espíritu social. Destaca, a lado de las vías, la iglesia dedicada, como no, a Santa Bárbara, la patrona de los mineros y dinamiteros. También continúa el edificio que acogió el economato de La Dinamita, hoy reconvertido en residencia de mayores, además de varios bloques de viviendas de cinco alturas, algo extraño entonces. En torno a este punto, el bullicio era continuo con miles de personas entrando a la fábrica con una estación ferroviaria que nutría de muchos empleados a la fábrica.

Destaca también cómo la afición futbolera ya había supuesto para entonces la construcción a orillas del río del campo de Santa Bárbara, instalación deportiva hoy activa y rodeada de cuatro grupos de chalés pareados con jardines incluidos y cuyos habitantes siempre han estado pendientes por su cercanía del crecimiento del cauce del Ibaizabal.

Virado a sepia

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