En las últimas semanas hemos sido testigos, por desgracia, de la terrible capacidad de destrucción que puede tener el agua. Las lluvias torrenciales que la dana dejó a su paso por tierras levantinas se han cobrado la vida de más de 220 personas y han generado unas incalculables pérdidas materiales. Pero el agua también es vida. Y, del mismo modo que es capaz de provocar grandes desastres, pueda contribuir a evitarlos. Incluso cayendo del cielo en grandes concentraciones. Así ocurre en los incendios forestales. Desde septiembre, el Servicio de Montes de la Diputación Foral de Bizkaia, encargado de la dirección de las labores de extinción de este tipo de fuegos, cuenta con un nuevo recurso: un helicóptero bombardero, capaz de verter en escasísimos segundos hasta 1.000 litros de agua para sofocarlos.
Este aparato, disponible desde el pasado mes de septiembre, es el fruto de una inversión conjunta de 1,2 millones de euros del Gobierno vasco y las diputaciones de los tres territorios históricos de la Comunidad Autónoma de Euskadi. En base al convenio firmado hace un año, estas instituciones han contratado los servicios de Airworks, empresa de trabajos aéreos con base en Salamanca, para cubrir cualquier eventualidad. Entre los meses de septiembre y mayo, los de mayor riesgo de incendios forestales en la vertiente cantábrica, el helicóptero mantendrá su base en Iurreta. En la época estival se trasladará a Araba, concretamente a Nanclares.
De momento y por fortuna, la aeronave no ha tenido que actuar en ninguna emergencia. Estuvo a punto de incorporarse al dispositivo vasco de ayuda a las labores de rescate en Valencia tras la brutal dana, pero hasta ahora únicamente ha intervenido en prácticas como la que este pasado jueves se desarrolló en la zona de La Arboleda. En ella participaron una veintena de técnicos y mandos del Servicio de Montes de Bizkaia junto a un par de bomberos del parque de Urioste a cargo de una autobomba y al piloto y el mecánico del helicóptero. “Actualmente estamos haciendo prácticas semanales, porque interesa que todo el personal conozca este nuevo recurso. En cualquier caso, la formación es continua, porque aunque aquí no haya muchos incendios forestales, eso no quiere decir que no haya un riesgo. Por ello, tenemos que estar preparados en todo momento para cualquier eventualidad”, señalaba Carlos Uriagereka, jefe del Servicio de Montes.
El ejercicio consistió en el ensayo de extinción de un fuego cuyo flanco izquierdo amenazaba una infraestructura. “Lo haremos con un ataque indirecto. Crearemos una línea de defensa, una zanja cavada con azadas, y después generaremos un contrafuego para frenar la propagación del incendio”, indicó de inicio Aitor Omar, jefe de la Sección de Protección Forestal del Servicio de Montes, quien estaba al mando del operativo. Desde el aire, el helicóptero vertía sobre las llamas los cerca de 1.000 litros de agua que transportaba en su bambi bucket. En esta tarea, la coordinación dentro del equipo es fundamental. “La comunicación entre el retén de tierra y el piloto tiene que ser continua. Por medio de una emisora de banda aérea, los de abajo hacen llegar al helicóptero las instrucciones para corregir la descarga de agua si es necesario y avisar de los peligros que tiene la actuación”, apunta Uriagereka.
Y es que, como recuerda Omar, es imprescindible atinar al máximo cada disparo, ya que, por normativa, el helicóptero no puede volar durante más de dos horas seguidas, tras las cuales debe descansar un mínimo de 40 minutos. Y solo puede operar en horas de luz solar: “La eficacia de su labor está ligada a cómo le indiquemos dónde hacer las descargas y a la proximidad de un punto de agua”. Por suerte, en Bizkaia se dispone de un amplio número de embalses en un territorio de dimensiones reducidas. Por ejemplo, en la práctica del jueves, el embalse de Oiola se encontraba a un kilómetro escaso de la zona donde se desarrolló la maniobra, en las inmediaciones de la Ekoetxea de Peñas Negras, por lo que entre descarga y descarga apenas transcurrían tres minutos. “Pero lo normal es que el punto de agua esté a 7 u 8 kilómetros del incendio, con lo cual pasan entre 8 o 9 minutos por descarga. Por ello, es fundamental indicar bien dónde realizar esas nueve descargas óptimas que vamos a tener en esa primeras dos horas antes de la parada técnica”, añadía el responsable del operativo. También varía la forma de arrojar el agua, en función de cómo sea el fuego a sofocar. “Podemos hacer descargas alargadas, sobre una superficie de 35 o 40 metros, cuando se trata de un frente largo. Nada más arrojarse el agua, el retén entra inmediatamente en escena para rematar esa actuación. Pero también podemos realizar descargar estacionarias sobre un punto en concreto, para adormilar un foco secundario al que no podemos acceder en ese momento y así darnos tiempo para sofocarlo”, detallaba Uriagereka.
La visibilidad, clave
Este jueves, el tiempo era espléndido y eso facilitó mucho la tarea desde el aire. Pero cuando hay humo y viento fuerte, la cosa se complica. “Si hay mala visibilidad, puedes tener algún susto”, remarcaba Iker Feliú, piloto del helicóptero en este ejercicio. Quizás porque es natural de Sort, la pequeña localidad del Pirineo ilerdense cuyo nombre quiere decir suerte en catalán y que se hizo célebre por resultar muy agraciado en el sorteo de la Lotería de Navidad, este joven de 29 años aún no ha pasado por un trance demasiado grave. Y espera que siga así, aunque es consciente de que en Bizkaia hay ciertos aspectos a tener en cuenta a la hora de volar. “Aparte de la orografía, que es muy montañosa, hay muchísima línea eléctrica, lo que a veces dificulta la tarea. Por suerte, no hay muchos incendios”, se felicita Feliú, quien tiene en mente volver en breve a Chile, donde ya ha trabajado como piloto. “También barajo la posibilidad de ir a Groenlandia, Noruega...”, añade.
Junto a él, como miembro del equipo de Airworks que trabaja para la Diputación Foral de Bizkaia, viajaba en el aparato el mecánico, Diego Fernández. Natural de Sabero (León), destaca que, para él, el participar en la extinción de incendios resulta “muy enriquecedor, porque estás trabajando para salvar el medio ambiente. Llegas a casa reconfortado”.
Formación para medios de comunicación
“El trabajo combinado entre los retenes del Servicio de Montes, los bomberos de la Diputación de Bizkaia y el medio aéreo con el que contamos ahora nos permite ser más eficaces y ganar un punto de seguridad en las intervenciones”, se felicitaba Omar tras la maniobra, también concebida como una formación para los profesionales de los medios de comunicación a fin de que sepan cómo actuar si, en un momento dado, tienen que cubrir in situ algún incendio forestal. “No hay que generar una emergencia añadida a otra ya existente por ponerse en riesgo”, recordaba el coordinador de la práctica, quien puso fin a la misma con los dos rituales habituales tras cada ejercicio: la ovación al piloto nada más aterrizar y la foto de familia. El jueves posaban sonrientes, porque todo salió bien. Y solo era un ensayo. Ojalá fuera siempre así siempre.