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Son personas sordas, “no extraterrestres”

A Izaskun le encantaría practicar remo, pero no entiende al monitor; a Estibaliz le gustaría poder ir a las consultas sola, y a Boiz, que se dirigieran a él y no al oyente que le acompañe. Estos tres amigos sordos cuentan las ‘barreras’ de su día a día

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Tres amigos sordos cuentan las ‘barreras’ de su día a díaMarkel Fernández

Se conocen desde pequeños y siempre se comunican entre ellos en lengua de signos. No es nada del otro mundo, aunque a algunos todavía se lo parezca. “Hay veces que nos ven como a monos de feria y te da rabia. Actúa normal, que somos personas sordas, no extraterrestres. Si quieres preguntarnos algo, utiliza el móvil”, emplaza Estibaliz Carrascal, vecina de Sarriko de 28 años, que intenta tomarse con humor estas incómodas situaciones. A su amigo Boiz Saenz, bilbaino de la misma edad, le molesta, como a cualquiera, que le pregunten a través de terceros. “Si estoy hablando con una persona oyente o con una persona sorda con audífono o implante, se dirigen a ellas: Dile, pregúntale..., en vez de mirarme y decírmelo a mí”, se queja, mientras Izaskun Marín, portugaluja de 30 años, reclama un esfuerzo. “Siempre nos adaptamos nosotros a la sociedad oyente y pedimos que sea a la inversa”. Reunidos en Bilbao, estos tres amigos repasan las barreras que se encuentran en su vida cotidiana.

Ir a un bar o un restaurante

“Los camareros no suelen tener paciencia”

Cuenta Boiz que cuando acude a un bar o a un restaurante escribe en su móvil lo que quiere y lo enseña. “Si pido oralmente, como no conocen la voz de las personas sordas, surge la extrañeza y tienes que repetirlo”, lamenta este joven, para quien “los camareros no suelen tener paciencia”. “Hay veces que te empieza a hablar uno y le dices: Perdona, ¿me lo puedes traer por escrito o gestualmente? y la cara de los camareros suele ser de bufff. Se les nota. Dices: Tú trabajo es tratar bien a las personas, a todas, tienes que atender”, defiende.

“A veces nos ven como a monos de feria y te da rabia. Actúa normal y si nos quieres preguntar algo, utiliza el móvil”

ESTIBALIZ CARRASCAL . Persona sorda, 28 años

También Izaskun coincide en que, “aunque tengas restos auditivos, como yo, y hables oralmente muy bien, siempre hay barreras cuando el camarero te dice la carta. Te pierdes y es horrible porque no oyes, estás con la familia o amigos, y dices: ¿Qué has dicho, qué platos? Yo siempre pido que nos lo den por escrito o saquen una foto, que se adapten a nuestras necesidades”, asegura Izaskun, que tiene un implante coclear y puede hablar por teléfono. “Pides información de la carta y dices: ¿Me puedes repetir, por favor? Perdona, soy una persona sorda, tengo implante, pero me cuesta entenderte. Y te dicen: Bueno, no te molesto más, y te cuelgan. Me ha pasado hace poco”, denuncia.

Aunque se comunica “más fácilmente en lengua de signos”, Estibaliz puede hacerlo asimismo de forma oral, por lo que no tiene problemas a la hora de pedir en un restaurante. No obstante, “si hay una carta muy extensa, acabas señalando lo que quieres”, reconoce esta joven, que sale “bastante de fiesta con oyentes”. “Mi cuadrilla sabe cuáles son mis barreras y si hay mucho ruido y no entiendo algo, me lo repiten”, dice. Otra cosa es cuando “de repente aparece un oyente” y la ve signar. “Te miran como diciendo: Pero si hace un momento estabas hablando oralmente. Te ponen cara de ups, pero sin disimular”, relata.

Practicar deporte

“Me lesioné, no me llega el 100% de información”

A Izaskun le chifla el deporte. “Me ha encantado la natación, he jugado a fútbol, voleibol, remo... y al final lo he ido dejando todo por esa barrera de comunicación. Me da mucha rabia”, confiesa. Ahora practica crossfit y, a pesar de tener restos auditivos, le resulta complicado. “Hay mucho ruido en el entorno, el entrenador a veces se va mientras me está hablando y tengo que seguirle. Les digo: Por favor, acordaos de que os tenéis que acercar a mí para corregirme y al principio lo tienen en cuenta”, pero después se olvidan. De hecho, dice, “tengo una lesión en el hombro porque no me llega el 100% de la información”. No desiste porque le gusta mucho, pero “podría haber tirado la toalla”. Por eso pide que los entrenadores “sepan un mínimo de lengua de signos”.

Mientras Estibaliz prefiere hacer ejercicio a su “bola”, Boiz insta a preguntarse por qué les “da pereza hacer deporte”. “La sociedad me pone esa barrera. Si no voy a poder acceder, no lo hago. Pierdes la motivación, las ganas de apuntarte”, explica. Para atender esas necesidades se ha creado el club deportivo de personas sordas Gigorraki. “Es un espacio seguro para nosotros porque en un espacio de oyentes siempre te vas a sentir un poco aislado e inseguro”, afirma.

Ir al médico

“Dependo de mi madre si la consulta es telefónica”

A la hora de ir al médico, suelen recurrir a un intérprete en lengua de signos o a familiares. “Me molesta mucho que algunas consultas sean telefónicas porque puedo perder información. Al final siempre tengo que depender de mi madre para hacer estas llamadas”, lamenta Estibaliz, que también va acompañada a las consultas. “Yo prefiero ir sola, pero hay veces que no entiendo cualquier cosa. Digo: Soy una persona sorda, pónmelo por escrito, pero no es muy agradable”.

“Si no hay intérprete, yo me comunico con el médico por escrito, pero hay personas sordas analfabetas”

BOIZ SÁENZ . Persona sorda, 28 años

Consciente de que “te hace perder autonomía”, Boiz también ha requerido la ayuda de terceros. “Hay veces que pido intérprete de lengua de signos, pero si no hay, puedo comunicarme con el médico por escrito. El problema es que hay muchas personas sordas, gente más mayor, que son analfabetas y en Euskadi no hay intérpretes suficientes para atender toda la demanda y me da rabia”. “Lo ideal –interviene Izaskun– sería que todos los profesionales, personal sanitario, juzgado, supieran lengua de signos. Si toda la sociedad supiera, sería maravilloso, pero eso nos va a llevar más tiempo. Por eso desde Euskal Gorrak reivindicamos que se cree un grado universitario de intérpretes de lengua de signos para que haya más profesionales”, destaca esta trabajadora de la Federación Vasca de Asociaciones de Personas Sordas, al tiempo que Boiz pide que “la lengua de signos se vea como una más, no como algo minoritario discriminatorio”.

Realizar otras gestiones, como comprar, les resulta más fácil. “Hay máquinas, todo va con tarjeta, puedes pedir cosas en internet y si necesitas cambiarlo, coges el tique y lo enseñas. Nos entendemos con el móvil también”, resume Estibaliz, profesora de lengua de signos en Euskal Gorrak.

Conciertos y obras de teatro

“La música no forma parte de la cultura sorda”

Aunque coinciden en que “la música no forma parte de la cultura sorda”, Izaskun es capaz de disfrutarla, mientras que a Boiz le resulta indiferente. “No es que diga: Jo, qué pena, no puedo disfrutar de la música, porque la música no ha nacido conmigo”, dice, mientras Estibaliz aclara que “es la gente y el ambiente que se respire en ese sitio lo que te transmite”.

Los conciertos y obras de teatro con intérprete de lengua de signos son “algo muy raro”, apuntan y advierten de que “una traducción literal no es accesibilidad, tienes que buscar el fondo de esa canción, de esa obra de teatro, de ese poema...”. “También es muy importante saber qué es lo que va a entender la persona sorda”, indica Izaskun, mientras Boiz sospecha que algunas cantantes “pueden poner intérprete de lengua de signos para que la sociedad oyente diga: Mira qué bien, qué accesible y atraer más”. Respecto al teatro, considera que se necesitarían “tantos intérpretes como actores” o “subtítulos, como en Madrid”.

Las anécdotas

“Era de noche y tenía la televisión al 100”

Debido a su discapacidad auditiva, los tres han protagonizado divertidas anécdotas. “Iba andando por la calle y todo el mundo me miraba con cara de circunstancias hasta que vi que tenía encendido el sonido del móvil. Puede ser un vídeo con el volumen a tope y ni me entero”, admite Boiz, que otro día, que no podía dormir, se puso a ver la tele. “De repente se encendió la luz del timbre y eran los vecinos. La televisión estaba al 100”, recuerda. “Estarían vibrando hasta los cimientos de la casa”, bromean, e Izaskun recuerda que a ella le pasó en un hotel.

Dejarse un grifo abierto durante horas o un despertador sin apagar, darse sustos cuando alguien les toca... “Igual estoy en la cama con el móvil, de repente se enciende la luz y doy unos brincos...”, dice Estibaliz, mientras Izaskun recuerda aquella vez que entendió mal una palabra en el instituto. “Me fui por las ramas, se empezaron a reír y quería morirme. Anécdotas de esas, mil”.