Una mañana cualquiera, tras la puerta sobre la que se lee el rótulo escrito en mayúsculas Claret Enea, la actividad es frenética. Una cola de jóvenes inmigrantes espera su turno. Al fondo, otros dos cargan un gran carro con cajas de leche, bolsas de garbanzos, lentejas y arroz. Dejan el ascensor en la segunda planta y se bajan con su carro de alimentos despidiéndose cortesmente. En uno de los pisos superiores, una mujer importe clase de castellano en un aula repleta de ojos ansiosos de aprender. Al fondo del pasillo abre la puerta Esther Calvo, responsable de Cooperación al Desarrollo en la Fundación Proclade Yanapay. 

“Proclade significa Promoción Claretiana de Desarrollo. Y Yanapay es una palabra en quechua que quiere decir ‘colaborar’. El quechua tiene un lugar importante en la identidad de la entidad porque su labor se enraiza en el altiplano boliviano, a más de 4.000 metros de altura, al servicio de las comunidades más humildes del norte de Potosí. Desde 1971, los claretianos mantenían misiones en la zona. En 1989 crearon una ONGD para aprovechar y dinamizar las relaciones en ambos sentidos entre Euskal Herria y las misiones. Entonces fue el claretiano navarro Mikel Burgos, hoy en día de nuevo en Bolivia, el encargado de impulsar la entidad con el apoyo de un profesional a media jornada.

Hoy, Proclade cuenta, al margen de cooperantes, con 30 personas voluntarias que colaboran en la sede central y cinco personas contratadas: tres en las oficinas de la Plaza del Corazón de María en Bilbao, otra en Errenteria y una más en Iruña. Su director es el claretiano y voluntario, Agustín Ortiz.

Hogares Internados Campesinos

La actividad principal de la ONGD se materializó durante décadas en cinco enclaves de Bolivia. “Se trata de comunidades con mucha la pobreza y en las que niñas y niños debían caminar ocho horas para ir a la escuela”, describe Esther Calvo. Proclade ofrecía Hogares Internados Campesinos, en los que acogían y escolarizaban durante el curso a niños y niñas de entre 6 y 14 años que recibían alojamiento, alimentación, educación, trabajo en valores y apoyo escolar”, explica Ortiz.

En Euskadi, Proclade realizaba campañas para financiar estas iniciativas. “Eso ha ido cambiando porque fuimos consiguiendo fondos públicos destinados a cooperación al desarrrollo, con los que contribuimos a construir colegios, viviendas para maestras y maestros o pudimos mejorar temas agropecuarios y cuestiones relacionadas con la salud”, detalla la responsable de cooperación de la fundación claretiana, que sigue agradeciendo el compromiso de sus donantes privados.

En Euskal Herria, la acción de Proclade está centrada en estos tiempos en la sensibilización, lo que denominan Educación para la Transformación Social. “Se refiere al trabajo de valores de solidaridad, dar a conocer las realidades del Sur, la justicia global, interiorizar cómo lo que hacemos aquí influye a menudo en las situaciones de pobreza, desigualdad e injusticia que se manifiestan en otros lugares”, describe Calvo. Las acciones, también referidas a Comercio Justo, se desarrollan en centros educativos, como Azkartza, o en Gaztegunes.

Africa, India y Centroamérica

Actualmente los proyectos de cooperación de Proclade están enfocados también en comunidades de la India, Congo, Tanzania, Kenia, Uganda, Perú, Honduras o en El Salvador. En la India actúan en zonas rurales con pobreza y mucha vulnerabilidad creando proyectos educativos residenciales para niñas y niños. Igual que en África. Apoyan al movimiento salvadoreño de mujeres desde un terremoto. En San Pedro Sula, Honduras, colaboran con Cáritas desde el azote del huracán Mitch.  

“La cooperación ha evolucionado; antes era más asistencialista, más basada en la caridad. Pero, desde aquí y desde allá, vamos viendo otro tipo de prespectivas. Buscamos intervenciones que sean sostenibles en el tiempo, con un enfoque de proceso, y que generen impactos a distintos niveles”, concluye Esther Calvo

El trabajo socioeducativo que Proclade Yanapay comenzó en comunidades como Torotoro,San Pedro de Buena Vista o Acacio, a más de 4.000 metros de altura, se extiende hoy a miles de kilómetros de distancia. Allá donde es necesario. Pero sigue naciendo en la Plaza del Corazón de María de Bilbao, Iruña y Errenteria.