Tal y como ocurrió en muchos municipios vascos, el proceso de industrialización y la necesidad de mano de obra generó un tremendo efecto llamada en la villa de Ugao-Miraballes que pasó de los 412 habitantes en 1890 a los 4.322 censados en el año 1975. Los culpables de esa importante evolución demográfica fueron, por un lado, la empresa Talleres Miravalles -fundada en 1892- y Pradera e Hijos, vinculada al sector del hierro, que comenzó su actividad en 1928 y llegó a contar con una plantilla de 1.600 trabajadores. Sin embargo, no todo valía en pro del progreso y “a finales de los años 60, vivimos momentos de tensión por algo que pudo cambiar el encanto de vivir en este pueblo y, que gracias a la reacción del pueblo, se pudo evitar”, dejó escrito el ya fallecido Javier García Rodrigo en su libro Crónica de Ugao publicado en 1990.

“Con solo 33 años y en pleno franquismo, mi padre organizó y encabezó las acciones de protesta”

Más de medio siglo después, su hijo Iñaki García Uribe quiere poner en valor una historia acontecida “aún en pleno franquismo” y que tuvo como impulsor a un joven de 33 años “que no dudó en luchar por una causa justa”. A su juicio, podría considerarse como “la primera reivindicación medioambiental de la villa y, quizá, de la comarca” para evitar que se construyera, a escasos 500 metros de Ugao y a 3 kilómetros de Arrigorriaga, una fábrica muy contaminante”. Y a este cometido “mi aita se dedicó en cuerpo y alma más de un año”.

Movimientos de tierra de 1969 en el solar de Bentakoerreka. I. G. U.

Voz de alarma Fue en 1969 cuando una serie de movimientos de tierra en la zona de Bentakoerreka -perteneciente al término municipal de Arrigorriaga- generaron cierto aire de optimismo entre la población. “Allí se iba a levantar una nueva empresa y eso era sinónimo de puestos de trabajo”, explica García Uribe. Pero, un vecino de Miraballes alertó de que se trataba de una fábrica de Derivados del Flúor, “altamente nociva, una bomba a escasos metros de la villa”. Tal y como recogió Javier García en su libro, el entonces jefe de farmacia de Bizkaia “nos informó de los problemas que origina la fluorosis al ser absorbida por el tubo digestivo” a lo que había que añadir “el efecto que produce la intoxicación crónica que puede acabar moteando el esmalte de los dientes”.

Estructura de la fábrica cuando se anuló la licencia de obras. I. G. U.

Había razones más que suficientes para la preocupación y Javier García Rodrigo no dudó en convocar reuniones a la sombra de la iglesia para tratar el tema. En alguno de esos encuentros estuvo el entonces alcalde de Arrigorriaga, Pascual Uriarte, quien llegó a quitar hierro al asunto al afirmar que “la empresa aseguraba un ambiente ecológico y unos jornales jugosos para los trabajadores”. Este argumento no tranquilizó ni convenció a los asistentes a esas primeras reuniones, ni tampoco la propuesta, o mejor dicho tentación, que recibió García Rodrigo. “Un día, el alcalde de Arrigorriaga enseñó a mi padre fotografías de una fábrica similar en Alemania con jardines y chalets para sus ejecutivos y le invitó a ir a verla con los gastos pagados”. La atractiva oferta no solo fue rechazada sino que, a partir de ese momento, las acciones de protesta fueron en aumento.

“Javier García Rodrigo se dedicó en cuerpo y alma a una causa en favor del medio ambiente que creía justa”

Manifestación y huelga

Aunque no sabe precisar la fecha exacta, Iñaki García Uribe desvela dos datos que no aparecen en el relato publicado por su aita: “Organizó una manifestación de coches, la mayoría Seat 600, por la Gran Vía de Bilbao, y un encierro con huelga de hambre en la Catedral de Santiago”. Había que llamar la atención sobre una problemática que preocupaba ya a todo el pueblo de Ugao-Miraballes hasta el punto de que la Asociación de Familias acabó tomando el relevo de la reivindicación, hizo reuniones informativas y tras una serie de acuerdos del Ayuntamiento de Ugao-Miraballes y sus gestiones con la alcaldesa “y presidenta del Gran Bilbao, al que pertenecía el municipio de Arrigorriaga” se logró la paralización de las obras.

“Llegó a organizar una manifestación de coches y un encierro y huelga de hambre en la catedral de Santiago”

Sin embargo, aún era posible la reanudación del proyecto de construcción de la fábrica de flúor en Bentakoerreka y el Consistorio ugaotarra y la Asociación de Familias crearon una comisión de trabajo para acudir a Madrid y tratar el asunto ante instancias superiores. A ese viaje realizado en Talgo -tras un primer intento en dos coches que quedó abortado a la altura de Baranbio por la nieve- acudieron Pedro Elorza, Blas Valiente, Jesús Landaluce, Pedro Arribas, Luis Corres (secretario del Ayuntamiento) y Javi García Rodrigo. Una vez en la capital, llamaron a las puertas del Ministerio de Industria y el de Gobernación sin suerte de ser recibidos hasta que, tras una acertada llamada telefónica, consiguieron la ayuda de un vecino de Zeberio, por entonces capellán castrense en Toledo. “Ambrosio Etxebarria, que así se llamaba, era una persona influyente y pudo concertar un encuentro de la comisión con el director general de Medio Ambiente que prometió informarse y estudiar el asunto”.

Anuncio en ‘La Gaceta del Norte’ de 1970. Libro Crónicas de Ugao

Mientras tanto, el eco de la reivindicación ugaotarra había llegado ya a oídos de los medios de comunicación. El periodista José María Portell, de La Gaceta del Norte, no dudó en transmitir las inquietudes y movimientos del pueblo de Ugao-Miraballes. Y en este mismo periódico se publicó el 21 de febrero de 1970 un anuncio a toda página pagado por cuestación popular con dos mensajes muy claros que decían: Miravalles se une a la lucha nacional e internacional contra la contaminación y No queremos que nos instalen una fábrica de flúor a 300 metros del pueblo.

Hubo dificultades e incluso presiones que motivaron la dimisión de un concejal del Consistorio ugaotarra, pero el pueblo ganó, finalmente, la lucha y por orden gubernativo se anuló la licencia de obras de la fábrica de flúor que se quedó a medio construir. Fue gracias a la presión popular en un contexto, además, marcado por las fuertes protestas contra la contaminación en Erandio en las que fallecieron dos personas. Nadie quería que esos incidentes se volvieran a repetir y la empresa acabó levantándose en Ontón (Cantabria) en una zona poco habitada y rodeada por el mar, donde aún sigue activa.

La fábrica de flúor acabó levantándose en Ontón (Cantabria). I. G. U.