Un largo y sostenido irrintzi lanzado por una de las numerosas personas asistentes a la misa celebrada al mediodía en el altar aledaño a la ermita de la Magdalena, ubicada en un lateral del acceso a las cuevas de Urallaga, puso el colofón a la eucaristía celebrada por el párroco de Galdames, Miguel Vera, seguida por cerca de 200 feligreses y feligresas que ayer lunes mostraron su profunda devoción a la santa en la entrada de la impresionante cueva de este importante coto minero subterráneo de Enkarterri. “Según nos cuentan historiadores de la zona, la ermita cuenta con registros documentales de mediados del siglo XVIII, mucho antes de que se iniciara en la cueva la explotación minera por lo que podemos colegir que se trata de una devoción que tiene más que ver con el impulso religioso que tendía a construir las ermitas cerca de Dios, en las alturas”, razonaba el párroco de Galdames, encantado al ver la devoción que se profesa aún hoy día a la figura de la Magdalena, “la primera mujer que supo de la resurrección de Jesús tras su muerte en la cruz”, apostillaba.
La jornada festiva en honor de la Magdalena, cuya primigenia ermita pudo estar localizada en la homónima campa cercana al enclave minero religioso –aunque no exista documentación escrita que avale dicha posibilidad más allá del acervo popular– comenzó a primera hora de la mañana con el ascenso a pie, en moto o a caballo hasta la gruta; si bien, con el permiso de las autoridades de Galdames, una parte de la campa de Urallaga accesible desde el barrio de La Aceña parecía un feria de vehículos todo terreno –los únicos capaces de superar el camino forestal desde el depósito de aguas– que ponían un desagradable toque urbanita a un paraje de quietud y recogimiento que intenta superar el inmisericorde afán de la minería industrial al que la naturaleza le está haciendo una peineta con su denodado esfuerzo por regenerarse.
Vale que puedan acceder al paraje vehículos asociados a un empeño laboral –como la cobertura del evento que realizaron diversos medios de comunicación– o como no, los vecinos del enclave, pero el uso indiscriminado supone un agravio notorio para los romeros que desde La Arboleda o Peñas Negras accedieron al lugar ttipi ttapa sin más ayuda que su ánimo y sus bastones.
Unos romeros que cumplieron con el canon festivo fueron los de la trikitixa de La Arboleda que no dejaron de animar con su alegre música a los peregrinos que partieron desde el antiguo poblado minero, cuya devoción por la Magdalena se hizo eterna en 1890 cuando al construirse la actual iglesia del enclave “se adoptó la advocación de la Magdalena a pesar de que la patrona de los mineros fuera Santa Bárbara o en algunos casos Santa Lucía”, explicaba el investigador de la historia minera, Carlos Glaria, presente ayer lunes en la romería encartada. Y no es una frase hecha ya que la fiesta de La Magdalena reúne habitualmente a peregrinos no solo de Galdames o de Sopuerta sino también de Abanto-Zierbena, Trapagaran, Barakaldo u Ortuella. “Esta es una fiesta minera de los montes de Triano”, asevera Glaria, quien recuerda que el gran escritor encartado, Antonio Trueba, centró su cuento Alma negra (1882) en este singular paraje.
Precisamente de Ortuella acudió la cuadrilla encabezada por Javier Manrique Txapi y Joseba San Román quienes estuvieron acompañados por hijos y sobrinos que, a pesar del cansancio de la marcha, disfrutaron de la jornada festiva. No fueron los únicos menores que se atrevieron a ascender a la gruta ya que alguna amazona de Galdames a lomos de su pony se acercó a la cueva. La actual ermita de Urallaga data de 1946, cuando fue reconstruida tras sufrir un incendio a mitad de los año 30 del pasado siglo, al parecer por la acción de un minero en estado de embriaguez que detonó algunos cartuchos. Una mina que cuenta con un microclima especial –de unos 13 grados de temperatura– que ayer lunes se hizo patente en contraste con los cerca de 26 grados que se registraban al sol en las inmediaciones de la cueva. Ello no fue óbice para que una vez más la sangre minera –como exhibía una cuadrilla de Meatzaldea– se reivindicase en la cueva de Urallaga, en los montes de Triano.