Quien siga esta página dominical alpina que publica DEIA se acordará de dos crónicas seguidas que publiqué los días 12 y 19 de noviembre del año pasado, tituladas con el nombre y apellidos del protagonista: Floreal de la Iglesia Herbón (I) y (II). Esta tercera entrega, que no será la última, cuenta el momento más importante de la historia de la escalada en Euskadi: se adentra en la primera ascensión al pináculo de Aizkoerdi, en Itzina, la picota central situada encima de la surgencia de Aldabide, aquí, desde donde escribo estas crónicas, en el corazón de Gorbeia. Pero ojo, igual el nombre de Aizkoerdi no existe. Iremos viéndolo.

Floreal me ha concedido tres entrevistas y está pendiente alguna más... El ortuellarra afincado en Bilbao también fue pionero esquiador. Tiene 92 años y está guapísimo. Fue niño de la guerra alojado en una casa de acogida en Bélgica durante cuatro años. En los dos artículos anteriores conté primero su vida montañera hasta sus 26 años y luego su andadura escaladora, que es de las más importantes que he conocido y estudiado, escasamente o nunca reconocida, pues ningún periodista, investigador o escritor, le ha entrevistado.

En 1958 fue a Alpes en un minibus con los del Tajahierro de Santander premiado por la ENAM (Escuela Navarra de Montaña), en un momento en el que casi no existía material de escalada en Bilbao, ni dinero para comprar lo poco que había. De la Iglesia fue profesor de Fotografía, también un adelantado aquí en esta ciencia. Participó en el 25º aniversario de la Federación Vasco Navarra de Alpinismo en Elgeta, allá por el año 1949. Vayámonos a Itzina. Tras su primera en Aitzkoerdi, el gran periodista de montaña, herri kirolak y pelota, entre otras materias, Munitibar (Jose Luis Muñoyerro), titulaba en 1955 así una crónica de nuestro protagonista: Se escala por primera vez el Atxa Aizkoandi.

Vencida la última cumbre

Escribe que tras muchos intentos fue Floreal, del Grupo Alpino Turista Barakaldo, quien hizo la primera, ayudado desde la base para las maniobras de cuerda por su hermano Luis y por María Jesús Aldekoa. Utilizó 18 clavijas y muy pocos mosquetones; de hecho tuvo que ir retirándolos para reutilizarlos, ardua labor. Tardó tres horas y dejó en la cima un buzón-petaca con un cuaderno y un lápiz para que los próximos en hollarlo dejaran constancia de su ascensión. Dice Munitibar que “se ha vencido la última cumbre de Bizkaia que quedaba por escalar”.

En otra cita de Muñoyerro del 15 de mayo de 1956 publicada en prensa dice: “Es Floreal el gran escalador cuyas hazañas ya han ido desfilando por estas mismas páginas, quien nos cuenta esta gran escalada”. Se refiere a la Hermana Mayor, pico virgen de Azuelo (Nafarroa) en la Sierra de Kodes, que escaló en compañía de Martín Martínez, del Bilbao Alpino Club.

Nos queda pendiente esto del nombre de Aizkoerdi que Munitibar llama Aizkoandi y que otros lo citan como Aitzkotxiki. Pero igual lo dejamos para otra entrega a falta de espacio hoy para esta curiosa multiplicidad de nombres para una misma cima. Será en la cuarta entrega sobre Floreal, en esta página de Historias Montañeras.

Este peñasco puede ser contemplado en su grandeza y grandiosidad cuando se transita por la A-68 a su paso por Orozko, tras cruzar el peaje que hay en Areta y que corta la autopista, a mano izquierda, dirección Gasteiz. Pasando Zubiaur, se alza el farallón calizo de Itzina, y a su izquierda están las Atxas; pues esta es una de ellas.

Al de poco de ascender la primera hicieron un rappel en Atxadarra retirando el cordino, la cima más importante en compañía de Ángel Landa. Estrenaron una cuerda de 8 milímetros y 60 metros que al bajar olvidaron en la fuente de Egalesaburu. Estando en Urigoiti se dieron cuenta y volvieron (45 minutos de andada), pero ya no estaba: “seguro que fue algún pastor Iñaki, allí no había nadie”.

La conquista del Aizkoerdi la hizo en solitario, como antes escribía, ayudado por Luis y María Jesús, debido a que tenían poco tiempo para escalar pues el autobús tenía una hora de salida desde Ibarra, a las 20.00 horas era el único y no podían perderlo. Desde Itzina hasta Ibarra hay una tirada de unos cuantos kilómetros.

Son muchos los alpinistas y escaladores sobre los que hemos ido publicando aquí en Historias Montañeras que no han tenido creo más repercusión mediática que estas páginas dominicales de DEIA. Es un honor para nosotros poder contar sus vidas y algo tendríamos que hacer con todo este material recogido. Si alguien se presta a editar un libro, financiándolo, yo le doy forma.

Tenía anotado en mis apuntes de la segunda cita con Floreal que me dijo algo que me gustó y que no sabía: “Iñaki, toco el piano tres veces todos los días. Una antes de comer y dos durante la tarde. También toco instrumentos de cuerda como guitarra, bandolina… Estuve en una rondalla [orquesta de instrumentos de cuerda] de Barakaldo, yendo a concursos por todo el Estado español y fui miembro de la primera tuna universitaria de Bizkaia, me vinieron a buscar”, apostillaba esplendoroso.