“¿Así que cierras?” El cartel en la puerta da cuenta de la inminente bajada de persiana por jubilación, pero la clientela quiere escucharlo con sus propias palabras. Son muchos años en su sastrería de la calle Martín Mendia. Desde 1987, cuando por el casco histórico de Balmaseda en el que se encuentra “circulaban vehículos; la peatonalización vino mejor al comercio, claro”, asegura quien también presidió la asociación de comerciantes de la villa, Balmadenda. A todo el que pregunta, producto de la confianza y amistad construidas, Juan Antonio Andrade le confirma que el próximo 31 de enero se retirará después de 53 años cosiendo prendas masculinas a medida. 

Y es que empezó a trabajar “a los 14 años” con el sastre de su Lemoa natal. En primer lugar “me enseñó a manejar bien la aguja”, esencial para confeccionar los trajes “artesanalmente sin entretelas pegadas en un proceso más laborioso que alarga la vida” de la ropa. “Si se cuida bien, mientras el cliente no cambie de físico puede durar años, que seguirá quedándole bien”, afirma. Aunque los de boda suelen ser harina de otro costal: “A pocos les vale en pocos años”, bromea. 

Transcurridos unos años de aprendizaje sintió el impulso de volar por su cuenta. A mediados de los años ochenta, en ausencia de redes sociales y notificaciones al WhatsApp, “existían los representantes que servían telas a los sastres y demás”. Así se enteró de que se produciría una vacante en Balmaseda y acudió a hablar con el antiguo sastre. Aquel primer viaje lo realizó “en tren, que parecía eterno” y ya se instaló en la tienda de la calle Martín Mendia que ha permanecido abierta con las contadas excepciones de “una reforma que hice hace 25 años” y la pandemia. 

Además de habilidad para coser, en su oficio hay que familiarizarse con “patronaje y tomar medidas”. A partir de ahí, el bagaje “te va llevando a solventar problemas que surgen todos los días porque ninguna confección se parece a otra e incluso a un mismo cliente no le sientan igual tejidos diferentes”. 

La sociedad ha evolucionado en paralelo a su trayectoria. Actualmente “se compra un traje en contadas ocasiones, mayoritariamente para ceremonias”. Con todo, conserva desde hace años clientes que se desplazan desde Bilbao a Balmaseda expresamente a su sastrería. Desde la apertura del corredor del Kadagua “se tarda veinte minutos en coche y no hay problemas para aparcar, resulta más fácil cubrir ese trayecto, y no a la inversa”.

Se repite el proceso: “Elegir tejido, para lo cual la persona ha de tener bien claro lo que desea, y tomar medidas, después efectuamos dos pruebas”. Nunca podría calcular el tiempo que invierte en cada encargo porque “nunca llevamos solo uno al mismo tiempo”. 

Aparte de sastrería dispone de prendas de multimarca y “si hay que arreglar, se arreglan mangas, largos... De aquí todas las prendas salen impecables”, garantiza.

El apunte

Asociación de Maestros Sastres Artesanos de Bizkaia. A nivel de Bizkaia “quedaremos cinco o seis sastres y pronto habrá que descontarme a mí”, calcula Andrade, quien presidió la asociación del territorio e imparte cursos en la escuela de Javier Barroeta. 

Jurado en el concurso de vestidos de papel de Güeñes. Además, ha integrado varias veces el jurado del certamen de Güeñes, donde pudo puntuar “auténticas maravillas”.