La voz pausada y franca de Juan Cuatrecasas ha sonado en el Parlamento europeo y en el vasco; también en la Asamblea de París. La víctima del caso Gaztelueta ha defendido en estas sedes las medidas legales que son necesarias implementar para ayudar a quienes han sufrido violencia sexual en la infancia. Sus padres, Juan Cuatrecasas y Ana Cuevas, que crearon la asociación Infancia Robada, también están involucrados de lleno. Hablan con sus propias palabras. Con su experiencia. Juan se va encontrando “mucho mejor” de su enorme trauma e, incluso, puede controlar esos flashbacks que le asaltan y le hacen revivir los abusos.

La semana pasada, salían a la luz dos nuevos casos de agresiones sexuales a menores: ocurrieron en Escolapios y en el club de baloncesto Lointek Gernika. Ustedes, como víctimas, ¿qué reclaman ante delitos así?

JUAN (padre) — Como asociación hemos aportado bastantes ideas al informe del defensor del pueblo, que salió con veinte propuestas. Para mí, hay tres que son fundamentales: por un lado, las terapias gratuitas. Por otra parte, existen altos porcentajes de exclusión laboral y estudiantil, como ocurre con la violencia machista, y es necesario tomar medidas para evitarlos porque hay muchas víctimas que están sujetas a picos de rendimiento, de estabilidad emocional… no tienen acceso a un puesto de trabajo constante y se ven excluidas del mercado laboral y lo mismo sucede cuando están estudiando. Por último, cuando las víctimas denuncian tienen que tener una protección por parte de los poderes públicos. Hay casos lamentables con sentencias firmes por vía penal, como el de Gaztelueta, pero no es el único, en los que el pederasta y su entorno se permiten el lujo de seguir faltando al respeto a su víctima. Creemos que la Fiscalía debería actuar de oficio.

También reivindican que todos los menores que ya han declarado durante la investigación del delito no tengan que volver a hacerlo en el juicio oral.

J. (padre) —Juan tuvo que contar lo sucedido hasta veinte veces. La Ley de Protección de la Infancia sí subió la edad para recurrir a la prueba preconstituida, pero de una forma muy liviana: 14 años. Creemos que debería ser, mínimo, hasta la mayoría de edad.

ANA— En Francia y Alemania ya está establecido hasta los 18 años. Simplemente es echar mano del derecho comparado. En el juicio de mi hijo, solicitamos un aula aparte o declarar por videoconferencia, pero se nos denegó. Lo único que le pusieron fue un biombo con el que oía al pederasta. Luego, una vez en casa, tuvimos que ir al hospital porque estaba como una tabla, totalmente rígido, y la micción que tenía era negra. Nos asustamos muchísimo. Nos dijeron que tenía todo contracturado, de pies a cabeza, incluido los riñones. De ahí la micción negra. Ese curso lo perdió por completo porque hasta finales de mayo no se encontró bien.

¿Cómo recuerda todo aquello, Juan?

—Lo recuerdo muy oscuro. Si ya de por sí ir a un juicio es complicado, si encima tienes que recordar cosas que no te hacen bien y encima teniendo detrás al que te ha dañado… Saqué fuerzas no sé de dónde.

Usted ha decidido implicarse por los derechos de las víctimas.

—Llevaba años con esto encima y el hecho de saber que hay más víctimas me ayudó. Que haya más personas y sintamos ese apoyo entre nosotros es importante. Se crea un ambiente en el que no estás solo y eso es fundamental. Por eso, di el paso.

Muchos opinan: ¡Qué valiente es este chico!

—No, no me veo así. No me atribuyo ningún mérito. Pero sí es cierto que ves personas a tu alrededor que pudiendo hacer cosas no las hacen. Así que no sé en qué posición deja eso a quien sí las hace. Si la gente quiere decir que es valiente, pues vale, adelante.

¿Cómo se encuentra actualmente?

—Estoy mucho mejor. Estoy con un ánimo más estable y continuando con mis estudios. Sigo teniendo flashbacks, pero con el tiempo vas madurándolos y los ves desde una perspectiva más fuerte. No es igual que antes. Antes me veía flojo cuando me venía un flashback, era como si me dieran un golpe y no me mantenía; ahora he construido una coraza y puedo digerirlos mejor.

¿Qué tal le ven ustedes?

J. (padre) — Su situación fue muy grave, como determinó el psiquiatra Iñaki Viar. Se ha rehecho de sus cenizas y sigue teniendo algunos picos, pero se ha endurecido. Me gustaría ver a cualquier cura negacionista manteniendo un debate con Juan.

Ahora están esperando la resolución de la investigación canónica.

J. (padre) — Se hizo una investigación tramposa que se abrió en falso y se cerró en falso. Lo que el Papa ha hecho, con una sentencia condenatoria del Supremo, es abrir una investigación y más teniendo en cuenta que lo último que la Iglesia dijo en un burofax al colegio es que había que restituir el buen nombre del profesor, o sea, de un pederasta. El Vaticano ha tomado esta decisión para que la Iglesia no quede en entredicho.