¿Qué valoración le supone que haya 15 municipios con estas características en Bizkaia?

—La cifra de 15 minutos tiene un valor simbólico interesante pero creo que no hay que quedarse tanto con el tiempo concreto sino hasta que punto una persona puede con una movilidad activa, sea andando o bicicleta, desplazarse por su entorno y cubrir sus escenarios de vida principales.

¿Poco tiempo un cuarto de hora?

—En algunos contextos, sí. Iría a una mirada más generosa. Me gusta más el concepto de 30, es decir, movernos a un máximo de 30 kilómetros por hora, en 30 minutos y trabajando 30 horas semanales. Ahí podríamos estar hablando de una fórmula que nos permita conciliar mejor los espacios con las distancias.

¿Qué queda fuera en 15 minutos?

—Dos elementos importantes, la educación y el trabajo. Podemos hacernos trampas al solitario pero en el reflejo estadístico del estudio, el trabajo no está, igual que la educación secundaria y superior.

¿Con media hora se conseguiría?

—Sí, solo que habría que sumar la movilidad no activa en transporte público que nos asegure el traslado al puesto laboral o educativo.

A priori el conjunto del informe parece que da buena nota.

—Es muy interesante. Nos dice que la concentración de población, esa compacidad que nuestros municipios tienen, que es mala para algunos efectos del desarrollismo, sin embargo, nos permite también una vivencia más sostenible en el uso de espacios, recursos y transporte.

O sea, la densidad tiene ventajas.

—Nos facilita una movilidad más sensata sin tener que enfrentarnos a modelos de ciudad dispersa como Madrid o Los Ángeles. Y desde el punto de desarrollo social ofrece otro valor añadido, la socialización, la cercanía, más convivencia entre vecinos y gente próxima.

Y los pequeños municipios ¿alcanzarán esta condición?

—El hecho de estar a distancia de los núcleos urbanos de referencia impiden ese acceso en 15 o 30 minutos. Es difícil para habitantes de algunos municipios de Bizkaia de las comarcas de Enkarterri, Durangaldea o el valle de Arratia. Obligan a superar esos tiempos andando, aunque en bicicleta puedan hacerlo pero quizás no sea el medio adecuado, y hay que ir a transporte colectivo o particular.

La clave es restringir al máximo el uso del vehículo privado.

—Sin duda, pero no hay que olvidar otros elementos preocupantes.

¿Como cuáles?

—Ciñéndonos al área metropolitana de Bilbao, sus municipios manifiestan una movilidad en bici o andando muy razonable, pero se producen unos movimientos metropolitanos, en los que la capital tiene un factor de atracción muy importante que supone como aún el 70% de los movimientos hacia Bilbao son en coche.

Un lacra difícil de erradicar.

—Que me preocupa sobre todo porque la comarca cuenta con una red de metro muy potente, complementada con líneas de autobuses forales y locales. Un transporte público, que en el último año ha estado muy bien bonificado, y que no ha conseguido un marcado abandono del coche particular.

¿Qué indica esta contradicción?

—Que en el fondo tenemos unas ciudades muy bien preparadas para los 15-30 minutos pero a la vez hay una resistencia en hábitos y prácticas de renunciar al coche.

Y eso que en las últimas décadas se ha dado mucha más prioridad al peatón en las ciudades.

—Sin duda. Ahí están las peatonalizaciones que comenzaron con la apertura del metro, el estrechamiento de carriles y la red de bidegorris. Y ha ido bien porque la gente reclama más y no se solivianta porque en breve se acometa en la carretera de la ría el nuevo bidegorri y paseo hasta Getxo y se estrechen los carriles para coches.