Aunque Bilbao se lleva la palma en cuanto a presumir de ser villa antigua en el Señorío de Bizkaia, es Balmaseda la que ostenta tan singular título ya que la fue otorgada la carta magna en el año 1199, más de un siglo antes que a la bilbaina, convirtiéndose así en la primera villa vizcaina. Viene al caso para poner en valor cómo la villa encartada tiene una raigambre histórica y cómo a lo largo de su prolongada existencia ha ido creciendo en torno al río Kadagua. Una de esas crecederas ocurrió a caballo entre los años 60 y 70 del pasado siglo. La creación décadas antes de industrias de diversos sectores atrajo a miles de personas procedentes de los cercanos valles burgaleses y provincias más lejanas de Castilla y León. Todos ellos para nutrir las plantillas de fábricas de la tradicional industria del mueble, los talleres de actividades complementarias al ferrocarril o de empresas cercanas tan míticas como las conocidas popularmente como Plomos y La Papelera, por ejemplo, o la local de Fabio Murga. 

Precisamente, la parte superior del chalet de este potentado industrial -especializado en la fabricación de granalla- es uno de los que se observa al fondo en la imagen colgada por Luis Mari Montes en el blog Balmaseda y tú hace casi una década. La instantánea está tomada desde la zona donde hoy en día se levanta el Instituto de Enseñanza Secundaria, que ya ha cumplido más de cuarenta años de actividad. La fotografía no está datada, pero por la presencia del edificio alargado blanco que componen hoy los números 1 y 3 del paseo Martín Mendia que se asoma al cauce del río, podemos imaginar que es de finales de los años 60 o principios de los 70. Además de este bloque residencial, al que tiempo después le adosaron varios más entre el río y las vías hasta alcanzar la actual calle Tenerías, todavía persisten hoy varios de los caserones que se ven a la derecha del pasillo ferroviario. Toda esa zona izquierda de la imagen es la que alberga el barrio de Tenerías en recuerdo de aquellas ancestrales industrias locales: hay referencias de finales del siglo XV, donde el oficio de los encurtidores era mayoría. Así lo demostró una excavación arqueológica efectuada entre 2006 y 2008 donde se hallaron hasta cuatro construcciones para tal fin. Una zona hoy con varios bloques de viviendas que se articula en torno a la calle que va hasta el cementerio local que se enseñorea colina arriba y delimita el último tramo del corredor viario del Kadagua.

Persiste en la actualidad el paso a nivel que se observa en la imagen, con ese trazo blanco atravesando los raíles, aunque no con el mismo ancho del pasillo ferroviario reducido en la actualidad en este punto a dos pares de vías como consecuencia de la invasión de varias parcelas como la que acoge el actual aparcamientos para vehículos.

Otro elemento que pone fecha aproximada a la fotografía es el edificio blanco de cuatro plantas asentado sobre la orilla del río y en cinco potentes pilares. Sustituyó a principios de los años 60 a una construcción de madera que no sobrevivió al paso de la historia como sí lo han hecho el resto de edificios residenciales que se asoman al cauce. Un bello frente arquitectónico muy ecléctico -con miradores de época algunos- y ubicado entre dos pasos sobre el río que no se ven en la imagen. Por la derecha, concluye en la pasarela peatonal conocida popularmente como el puente del millonario. Por la izquierda, acaba la única plataforma que aguanta paso de tráfico rodado. Es el puente Celemín, indispensable para la movilidad de la población en sus conexiones hacia el resto de la comarca y con la estación ferroviaria donde entonces y acababa la línea de Cercanías de Feve antaño, Renfe hoy.

Y como vigías permanentes de la población destacan dos puntos altos. El más elevado aportado por la naturaleza, el monte Garbea cuya vertiente balmasedana apenas si ha cambiado. El otro, más bajo, construido por el hombre en forma de campanario de la iglesia de San Severino. Dos hitos que nunca dejarán de estar ahí. 

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