Tras el alzamiento militar del 18 de julio de 1936, la tranquilidad de Arrankudiaga y Zollo –por entonces, dos anteiglesias eminentemente agrícolas y rurales de 874 y 334 habitantes respectivamente– quedó rota. Además de ser testigos directos de la construcción de tramos del Cinturón de Hierro a través de enclaves tan cercanos a las cimas y laderas de Goikogane, Kamaraka, Ganekogorta o en las inmediaciones del pantano de Zollo, muchos de sus jóvenes partieron al frente tras su alistamiento voluntario en función de su ideología en los diferentes batallones que se fueron creando o después de ser llamados a quintas.

Muchos nunca volvieron a sus casas. El trabajo de recuperación de memoria histórica llevado a cabo en los últimos años en Arrankudiaga-Zollo (que se anexionaron en 1966 para conformar un único municipio) recoge los nombres de dos vecinos fusilados –Ramón Azkue Gorostizaga y Ángel Egaña Mendibil– y se tiene constancia de más de una decena de muertos en combate, mientras que más difícil es determinar el número de encarcelados, detenidos o enviados a prisiones, centros de reclusión o campos de concentración.

Homenaje en el cementerio

En su recuerdo y en su memoria, el cementerio de Arrankudiaga-Zollo, ubicado en el barrio de Uribarri y en donde descansan los restos de Ramón Azkue, acogió ayer domingo un sentido acto de homenaje a los dos fusilados locales y a Gregorio Urkixo, de la cercana localidad de Arakaldo, así como a todos los combatientes vascos y mujeres fallecidos y represaliados en la contienda civil.

Organizado por la agrupación Betiko Lagunak y la asociación cultural Ramón Azkue, a la cita acudieron alrededor de 150 personas entre las que se encontraban los alcaldes Txutxi Ariznabarreta, de Arrankudiaga-Zollo, y Ekaitz Mentxaka, de Ugao-Miraballes, familiares de los fusilados como Urtzi Vergara e Iñaki Zarraoa o el dirigente jeltzale Iñaki Anasagasti, que refiriéndose al título del libro escrito por el ya fallecido gudari de la localidad Pedro Mari Urrutikoetxea afirmó que “hoy es un gran día porque, a pesar del tiempo que ha transcurrido, este homenaje supone haber superado la hora del ultraje y pasar a la hora del reconocimiento”.

Fusilados

Ramón Azkue. Dirigente del PNV y uno de los organizadores, en verano de 1936, de Euzko Gudarostea. El 15 de octubre de 1937, fue fusilado en Santoña junto a otros 13 combatientes vascos líderes políticos y sindicales de todos los partidos políticos. Sus restos fueron trasladados por sus familiares a Arrankudiaga-Zollo a principios de los años 80 y descansan, ahora, en el cementerio del barrio de Uribarri.

Ángel Egaña. Acusado de rebelión por su participación en la batalla sucedida en Gorbeia donde falleció un alto mando de los sublevados, fue fusilado como represalia el 2 de junio de 1938 en Valladolid.

Gregorio Urkixo. Vecino de Arakaldo que en la Guerra Civil fue destinado a Karrantza y a Bilbao donde fue fusilado, el 4 de agosto de 1937, en venganza por no haber protegido los barcos-cárcel allí anclados.

Homenaje

En el cementerio. Fue ayer a las 12.30 horas en el camposanto de Arrankudiaga-Zollo. Comenzó con el baile de un aurresku, hubo ofrenda floral por parte de unas niñas, minuto de silencio, bertsos a cargo de Rikardo González de Durana, baile del agurra y canto del ‘Eusko Gudariak’.

Intervenciones. Hablaron el investigador Iñaki García Uribe, el alcalde Txutxi Ariznabarreta, Iñaki Anasagasti y familiares de Azkue: Iñaki Zarraoa de la asociación Betiko Lagunak y Urtzi Vergara de la asociación Ramón Azkue.