Makilas con vida propia. Es el título de la nueva exposición que, desde hoy y hasta el 14 de enero, se podrá ver en la sala número 3 del Museo de Orduña para dar a conocer y poner en valor el trabajo artesano que, con mimo y dedicación, desarrolla Javier Irabien. Nacido en un caserío de Amurrio, pero residente desde hace décadas en la ciudad, “desde pequeño veía cómo hacían y empleaban las makilas los mayores, ya sea las más básicas para el día a día o las más elaboradas para los concursos”, explica. Y como cualquier chiquillo que imita con orgullo a su aita, Javi empezó desde bien pequeño a trabajar la madera y a dar forma y elaborar bastones artesanales: para guiar al ganado, para ir al monte o para pasear, con las herramientas y utensilios que tenía a su alcance.

Con unos 10 u 11 años de edad ya creó su primer bastón y ahora, con 70 primaveras, este jubilado de una empresa metalúrgica y residente en Orduña calcula haber realizado alrededor de dos mil makilas. Gran parte de ellas están en otras manos puesto que fueron realizadas por encargo o regaladas por el propio artesano, pero Irabien dispone de una importante colección personal que suele exponer en diferentes ferias o eventos de la comarca. Es la muestra, que estará abierta durante los próximo cinco meses en el Museo de Orduña, se podrán ver y apreciar otras piezas, también artesanales y realizadas con materiales procedentes de la naturaleza como “son los cuernos que se utilizan como instrumento de comunicación o llamada, por ejemplo, “en la tradición de los montes bocineros o cinco cumbres de Bizkaia (Gorbea, Ganekogorta, Oiz, Sollube y Kolitza) desde las cuales se convocaba a Juntas Generales del Señorío de Vizcaya”, destacan desde el Museo de Orduña.

Makilas de Irabien

Desde su infancia. Javier Irabien, natural de Amurrio pero residente en Orduña, creó su primer bastón o cachaba con 10 años y a lo largo de siete décadas calcula que ha elaborado más de dos mil makilas.

Exposiciones. Si colección personal ha recorrido muchos escenarios y ferias y desde esta tarde y hasta el 14 de enero protagonizará una exposición en el Museo de Orduña.

Proceso de un año

Aunque cada tipo de madera tiene su tratamiento específico, en líneas generales desde que Javi Irabien elige y corta la vara –en la mayor parte de las especies arbóreas que emplea durante la luna menguante entre enero y febrero– hasta que la makila está terminada “pasa como mínimo un año”, indica. No es ese el tiempo estrictamente necesario para elaborar una vara cuyo fin es guiar al ganado, pero para hacer una cachaba resistente y vistosa es un factor muy importante. Y el modus operandi de este trabajo artesanal es un ritual que requiere mimo, tacto y conocimiento. “Es primordial tratar muy bien la piel, hidratarla si es necesario y dejar reposar las varas en un lugar oscuro y húmedo. Y hay que enderezarlas de manera natural, doblándolas con mucha paciencia en un sentido u otro y en el momento adecuado”. Es curioso, además, que la madera siga viva al convertirse en makila y agradece la humedad. “Ha nacido y se ha criado en el monte así que todo aquello que ofrece la naturaleza que le puedas dar te lo va a agradecer. Si vas al monte con una makila y la sostienes tras dejarla a remojo de 10 a 15 segundos notarás que pesa más”, apunta.

La naturaleza es sabia e Irabien ha aprendido también de ella, tanto que el reciclaje forma parte de su forma de trabajar ya que constantemente reutiliza materiales que encuentra en los montes y bosques de la comarca. De hecho, son muchos los fragmentos de cuernos de ciervo quebrados que ha adquirido para su posterior transformación en empuñadura de bastón o de botellero. Ejemplos de todo ello se podrán apreciar hasta el 14 de enero en la exposición Makilas con vida propia.