La adolescencia y los primeros años como adulto son, si cabe, las épocas más difíciles para tomar decisiones autónomas, ya que la aceptación y el sentimiento de grupo es clave y, por ello, existe una necesidad latente de admitir las normas e imitar modos de actuar que faciliten la aprobación de los iguales. Sin embargo, hay quien decide ir a contracorriente, aunque eso les dificulte el camino.

Cada vez son más los jóvenes que deciden no consumir alcohol, ni de fiesta, ni fuera de ella. Prueba de ello es el Mindful Drinking Movement, Movimiento Consciente de Beber, que cuenta con miles de seguidores por todo el mundo y que aboga por alejar el alcohol de las prioridades de la población, apartándolo a un segundo plano o eliminándolo completamente de nuestras vidas.

Ane Burón, Borja López y Cristina Marín son tres vizcainos que, sin conocer la existencia de este nuevo movimiento, llevan formando parte de él varios años. Y es que estos tres jóvenes dejaron de consumir alcohol por distintas razones y todos han llegado a la misma conclusión: aunque la sociedad lo pone difícil, es posible vivir sin alcohol.

“Y se vive mucho mejor”, se atreve a afirmar Borja. Este vizcaino de 28 años comenzó a beber con 14 y lleva ya 7 sin consumir ni una sola gota de alcohol. “Decidí dejar de beber porque vi lo que es capaz de hacer el alcohol. Cambia la actitud de la gente y los convierte en algo que sobrios no son y yo no quería formar parte de ese mundo. Inevitablemente dejar de beber significó dejar de salir de fiesta porque, si no te emborrachas, no eres divertido”, lamenta.

“No beber supone dejar de salir de fiesta porque si no te emborrachas, no eres divertido”

Borja López

“Empiezas a beber por compromiso, porque todos lo hacen y al final, ahora que lo veo con perspectiva, hay que hacer lo que uno quiere, pero la presión social te lo pone muy difícil y más cuando todos los actos sociales se rodean de alcohol”, explica. “Yo me llevo las manos a la cabeza cuando los padres compran champín para sus hijos. Les estás diciendo que cuando tengan 18 años hay que celebrar con champán, no con agua ni con una coca-cola, sino con una bebida alcohólica”, afirma horrorizado.

Ane Burón tiene 24 años y, a diferencia de Borja, asegura que nunca se ha emborrachado. “No he bebido nunca, bueno, he probado el alcohol, pero nunca he estado borracha porque nunca me ha gustado el sabor. Cuando era adolescente probé diferentes tipos porque, en cierta manera, quieres que te guste para poder hacer lo que todo el mundo hace, pero al final me dije: Ane, no te obligues porque eres incapaz”, relata. Lo que empezó siendo un simple rechazo al sabor se convirtió en un rechazo generalizado hacia el alcohol. “De adolescente era tolerante con todo el mundo, salía todos los fines de semana, pero llegó un punto en el que ya no pude aguantar la presión social. La gente era muy pesada conmigo para obligarme a beber y le empecé a coger manía al alcohol”, recuerda.

Ane Burón: “Me han llegado a decir en discotecas que para pedir agua me busque una fuente”

Asegura que conocer a alguien “abstemio al 100%” es prácticamente imposible. “Me parece que la gente se toma muy en serio otro tipo de drogas y no se dan cuenta del problema que hay con el alcohol. Lo que bebe la gente es una locura”, afirma. “Vemos como algo normal beber y emborracharse y no lo es”, matiza.

Por no beber Ane ha tenido que vivir experiencias “muy desagradables”, por las que al final ha decidido dejar de salir de fiesta. “Una de las razones por la que decidí dejar de salir es porque yo no tenía opciones. No hay más opción que beber alcohol”, cuenta. “No solo pasa que la gente te insiste para que bebas, sino que cuando vas a pedir un botellín de agua a una discoteca los camareros y la gente de la barra se ríen. Me han llegado incluso a decir que para pedir agua me busque una fuente”, explica.

“Una vez reservamos un grupo de diez personas mesa en una terraza. Todos, excepto yo, pedían cervezas o copas, varias rondas, y la camarera me dijo a mí que si quería estar en la terraza tenía que consumir alcohol, que botellas de agua no. Y en muchos restaurantes que he estado me han puesto un chupito, a pesar de decirles que por favor no, que soy abstemia, y ellos no tomarme enserio y decirme que la vida son dos días y que beba”, cuenta.

Por suerte, Ane tiene un grupo de amigas que jamás la han presionado para que beba. Sin embargo, “como ellas sí beben, te sientes fuera de lugar”. “Ellas saben que tú no bebes y las bromas se las hacen entre ellas porque a ti que repita la misma cosa 50 veces no te hace gracia. Estás cansada antes, te quieres ir a casa, pero no quieres ser el bajón de la fiesta, así que al final decides no salir”, relata.

Acceso de menores al alcohol

Cristina Marín tiene 23 años y decidió dejar de beber con 16. Llama la atención que cuando tomó la decisión de dejar de beber aún era menor de edad y es que, según afirma, “siendo menor nunca he tenido problemas para comprar alcohol”. De esta manera, esta veinteañera saca a la palestra uno de los grandes problemas del consumo de alcohol entre los jóvenes: su fácil acceso siendo menor de edad. “Yo no diría que es fácil, sino que es facilísimo comprar alcohol siendo menor de edad. O ibas al supermercado a ver si algún adulto te lo sacaba o ibas a algún sitio donde sabías que te lo vendían sin necesidad de tener que enseñar el DNI”, explica. “Nunca se ha dado el caso de salir con intención de beber y no poder porque no te lo han vendido”, señala.

Cristina Marín: “Siempre que sales con alguien nuevo sientes la presión de justificarte por no beber”

En su caso la decisión de dejar de consumir alcohol fue por cuestión de salud, porque las pastillas que tomaba para las migrañas no eran compatibles con el consumo de bebidas alcohólicas. Sin embargo, en las épocas en las que no tiene medicación continúa por “el camino difícil”. “Cuando no he podido beber por las pastillas no he echado de menos el alcohol. Por lo tanto, prefiero seguir sin beber, aunque eso conlleve que haya gente muy insistente cuando salgo de fiesta, preguntándome constantemente por qué no bebo”.

“Yo a la gente que bebe no le pregunto cuando se pide una cerveza que por qué va a beber alcohol y no agua, pero al revés sí pasa. A mí me ha llegado a decir, por ejemplo, gente del máster con la que estoy estudiando y que todavía no conozco del todo que los que salen sin beber son un coñazo y les fastidian la noche a los que beben. Siempre que sales con alguien nuevo tienes la presión de tener que justificarte por no beber y hay veces que no te apetece dar explicaciones. En mi caso es por decisión propia, pero imagínate que eres alcohólico, nadie tiene por qué saberlo”, afirma.

Sin beber también te lo puedes pasar bien, a pesar de lo que piensa la gente. Además, si no te lo pasas bien no tiene por qué ser por no beber alcohol, puede pasar”, matiza esta joven.