El cementerio de Zallo de Gernika-Lumo acogió ayer un sentido homenaje a los 269 presos republicanos que fallecieron entre las paredes del antiguo hospital militar que funcionó en la localidad foral nada más concluir la Guerra Civil, y cuando la población apenas se resarcía de su bombardeo aéreo, entre los años 1938 y 1940. Organizado por Pipergorri Elkartea, la de ayer fue una mañana para el recuerdo, especialmente para los descendientes de aquellos que sufrieron el horror del complejo, que estuvo ubicado en el antiguo Colegio de los Agustinos –hoy reconvertido en el instituto–. Los asistentes al homenaje volvieron a reclamar “justicia y reparación” para un total de 73 asturianos, 39 catalanes, 34 andaluces, 19 vascos o 17 castellanos, entre otros, que perecieron sobre todo a consecuencia de las enfermedades infecciosas. La villa vuelve a erigirse en espacio para la reconciliación restañando la memoria de hechos pasados por las que es conocida mundialmente –como el terrible ataque aéreo del 26 de abril de 1937– y otros asuntos que, aunque sea poco a poco, van saliendo del olvido.
Si la historia del hospital militar de prisioneros de guerra está dejando atrás décadas de olvido es por la encomiable labor que vienen realizando colectivos como Pipergorri o Gernikazarra. De hecho, ambos manejan un proyecto, desarrollado sobre todo en sendas publicaciones como Morir en Gernika –obra de Vicente del Palacio y Txato Etxaniz– y 269 preso in memorian –de Amagoia López de Larruzea e Iñaki Uribarrena–. En ellas se refleja el horror que tuvieron que padecer aquellos reos republicanos, pero especialmente remarcable es la labor que se viene haciendo para que los familiares de aquellos 269 fallecidos conozcan la verdad de lo sucedido. De hecho, durante los últimos años han sido numerosos los descendientes que han conocido de primera mano qué sucedió a sus allegados. Fue el caso, ayer mismo, de varios sobrinos de Ramón Ferrer López, natural de Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba), que murió el 17 de septiembre de 1939. “Minero, anarquista y pacifista”, poder conocer la verdad fue toda una odisea para sus sobrinos Elena, Ramón y Susana, presentes en la localidad foral ayer.
“En una de sus últimas cartas pedía 8 pesetas para comprar ropa de abrigo, porque hacía mucho frío”, rememoraban, para a continuación relatar todos los pasos que tuvieron que dar para encontrar a su tío. “Nuestro padre –hermano de Ramón– hablaba muy poco de la guerra, si bien nos contó que Ramón falleció en el País Vasco. Nos hablaba que murió de algo del pulmón en Ondarroa, pero apenas teníamos más datos”. Puestos en contacto con las autoridades ondarroarras, “hicimos lo propio con Mutriku”, ya que allí se hallaba un complejo de presos. Sus intentonas resultaron infructuosas. Ni siquiera los contactos que realizaron en Bilbao o en el Instituto Gogora les dieron el merecido premio. “Hasta que un día hallamos en Internet su nombre en un listado de fallecidos”. Era, precisamente, el de los fallecidos en el hospital militar de Gernika, elaborado por Pipergorri. Puestos en contacto con estos, pudieron desentrañar lo que le aconteció a su tío Ramón. “Al menos, sabemos que se encuentra aquí, lo que nos llenó de paz”, señalaron, a la par que agradecían “la dedicación y el cariño” de Pipergorri por su “maraviloso trabajo”. Al igual que Ferrer López, también estuvieron presentes familiares de Constantino Fernández Ikaza (Muskiz), Fernando Campín Villafruela (Badajoz) o Martín Gabika-Aldekoa Idarraga (Nabarniz).