Las reflexiones académicas sobre la paternidad y su papel en el seno de la familia se llevan haciendo décadas. Allá por los años noventa del siglo pasado, el sociólogo Lluis Flaquer ya hablaba de la estrella menguante del paterfamilias, del ocaso de aquella figura autoritaria, indiferente a cuestiones domésticas, a la crianza y al cuidado de su prole. Durante todo este tiempo la sociedad ha cambiado una y mil veces, casi tantas como las normas, modelos y comportamientos familiares. Sin embargo, como ilustra Ana Irene del Valle, doctora en Sociología y decana de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV/EHU, la transición hacia una paternidad igualitaria y corresponsable va muy despacito. Y lo peor es que entre tanto, la brecha se sigue agrandando.

Cada vez se ve a más padres jóvenes paseando a sus bebés o con sus hijos pequeños en los parques. ¿Puede ser un indicio de algo? ¿de un cambio de rol paterno? ¿o es algo anecdótico, una casualidad?

Casualidad no es. Son generaciones que han accedido o que conocen nuevos modelos de masculinidad, los han vivido o experimentado en casa… Tienen padres que también en algunos casos han ejercido labores de cuidado en el hogar...

O sea que no es un espejismo.

Dicho eso, los hombres van rezagados en esa transición. Probablemente su implicación en la paternidad no está avanzando al ritmo deseable o esperable teniendo en cuenta los cambios que se han producido en sus parejas, las que están asumiendo todavía la gran carga del cuidado: el de sus hijos y de sus mayores. Estancada no, pero sí es una transición lenta.

¿Y no será que la presión social les empuja a adoptar ese rol?

Empuja, sí, porque hay una demanda mayor para que los hombres se impliquen en el cuidado y porque además ser padre cuidador está bien visto socialmente. Pero hay resistencias. Todavía son ellas las que cargan más con las tareas que pueden ser menos lúdicas, más disruptivas de lo que es la vida o la jornada laboral. Es decir, las responsabilidades laborales o la vida misma de las mujeres es mucho más permeable a las demandas que plantea el cuidado de los hijos que la vida o la jornada de los varones. Y eso alimenta la brecha de cuidado entre ambos. Y eso señala impactos diferentes en las vidas profesionales de unas y de otros.

¿Sería deseable que las mujeres empezaran a delegar esas cargas?

El problema está fundamentalmente en los varones. No descargaría la carga de la culpa en las mujeres. Eso es pedirle a la mujer que asuma un papel más, un papel educador en la transición a la igualación de los varones. Las mujeres ya han hecho su transición y los varones tienen que hacerla y tomárselo en serio. Y es verdad que hay situaciones que favorecen esa situación, entornos y estrategias sociales y políticas que favorecen que los varones se impliquen.

Los permisos de paternidad, entiendo, van en esa línea.

Se está observando en investigación que tienen un efecto positivo hacia esa paternidad más corresponsable. Ese sería el objetivo: la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos. Esas licencias favorecen esa transición porque obligan al hombre a estar más tiempo y asumir nuevas responsabilidades, a habituarse y a responder a las demandas de cuidado y a hacerlo en igualdad de condiciones.

Bueno, vemos la luz…

Dicho esto, hay otras políticas que no lo hacen tanto. Las excedencias por ejemplo no están siendo tan asumidas por los varones y al final quien hace la conciliación es la mujer. Y vuelve a estar castigada en su trayectoria laboral. El hombre no acaba de asumir la gestión del cuidado. Saben que hay que pasear al bebé ¿pero quién hace la planificación, el croquis? Son ellas. Entonces al final no es corresponsabilidad y por eso esa posición rezagada de la que hablaba.

¿El estatus económico ayuda?

Es verdad que detectamos mayor implicación de los varones en el cuidado a un mayor nivel cultural, pero el nivel económico lo que permite es externalizar el cuidado. El efecto es engañoso porque al final quien está cuidando es otra mujer, con lo cual no estamos contribuyendo a una transformación de la implicación de los varones en el cuidado.

A la mujer le costó décadas salir de casa y al hombre le cuesta entrar…

A la mujer le costó no porque ella no quisiera sino porque la sociedad se lo impidió, pero ha hecho un largo camino. El hombre se ha resistido. Estaba en una posición privilegiada que suponía disfrutar de la familia y de los hijos sin los costes que ello suponía y justificado con el salario. Cuando las mujeres son proveedoras, ese discurso interpela al hombre, que pierde privilegios. Creo que se está transitando a la paternidad por aquellas tareas que son más cómodas para el hombre. Y eso lo detectamos en los estudios. Es donde más participan; en juegos, actividades lúdicas y afectivas vinculadas al ocio….

La pregunta del millón. ¿Qué es ser padre o que debería significar?

La paternidad se está construyendo. ¿Qué debería ser? La meta debería ser la corresponsabilidad y la diversidad y que siempre estuviera como eje esa corresponsabilidad y la equidad en la asunción de las cargas derivadas del cuidado.

¿Y cómo se construye?

Lo están construyendo. Es una búsqueda. Por eso insistía antes en que no es la mujer quien debe enseñar o llevar de la mano a los hombres en esa construcción. Los hombres deben saber que la corresponsabilidad es su objetivo y deben transitar. A partir de ahí, dar nuevos significados a la paternidad. Algunos los estamos viendo: relaciones más afectivas a bebés, la importancia de emociones y afectos en la relación con hijos, la sustitución por modelos más democráticos, la implicación en todo lo que puede ser el cuidado físico en la crianza, asumir el trabajo que se genera... Siempre desde el principio de la equidad, la igualdad y la corresponsabilidad. Ese es el modelo; luego habrá variaciones culturales, sociales y económicas…