Aquellos que perciben a Bilbao como un lugar exclusivo para el fútbol masculino deberían echar una segunda ojeada, porque en la ciudad del Athletic también están las Lamiak UBR. Estas jugadoras de rugby dejan en alto a Euskadi en cada competición, haciéndose un lugar como mujeres y madres en el mundo deportivo. El club Universitario Bilbao Rugby las acogió desde el principio. Y, el lugar en donde antes llenaban las gradas coreando a sus hijos, se convirtió en el campo que las ha visto convertirse en jugadoras.

La creación del equipo se remonta a la final de la Champion Cup de rugby 2018. “Comentamos que al estar tan involucradas con el rugby por los críos, nosotras también podríamos hacer un equipo”, cuenta Leire Aberasturi. “Hablamos con el club y la respuesta fue positiva desde el principio”. Sus hijos llevaban jugando más de una década y ellas, inspiradas por el deporte y las ganas de estar en el césped, decidieron crear su propio espacio. “Eso fue a finales de mayo, ya en septiembre estábamos entrenando”. Años después, la jugadora Itxaso Larrieta, señala que “desde que se ha creado el equipo de madres hay más mujeres en las gradas”.

Y es que, Lamiak UBR se percibe como una comunidad. “Nuestra media de edad son los cuarenta y tantos”, explica Inés Ibáñez. “Nos ha parecido algo muy bonito poder hacer deporte con mujeres que son como nosotras porque sientes que de repente has encontrado tu sitio”, dice. La jugadora destaca el hecho de “disfrutar de algo que no hacías desde hace mucho tiempo”. Sin embargo, el grupo comenta que han comenzado con el rugby desde cero. Algunas sí habían realizado otros deportes, pero quedan muy lejos de lo que significa dejarte el alma en un campo de rugby. “Las mismas agujetas, el mismo dolor, pero más”, resalta Ziortza Madariaga.

“Para mí, recuperar esas sensaciones de cuando eras niña como salir al campo, los nervios, la incertidumbre si ese día lo harías bien o mal… me pareció muy emocionante, sobre todo cuando me vi por primera vez vestida con el uniforme y lista para saltar a jugar”, recuerda Madariaga.

Entre todas comentan esos primeros pensamientos al comenzar en el rugby, un deporte que conocían como espectadoras pero no como protagonistas del juego. Si los nervios o dudas estuvieron alguna vez presentes, ya nada queda de eso. Lo que sí se quedó fue la convicción y el ahínco con el que este grupo de mujeres comenzaron.

Esa misma fuerza es la que las ha mantenido a flote. Pese a contar con el apoyo de muchos, ser mujeres, madres y nuevas jugadoras de rugby conlleva numerosos retos. Uno de los más recordados es la pandemia. “Tuvimos que parar porque nadie nos contemplaba, quizás a los chavales sí y a los federados, pero nosotras no existíamos”, declara Aberasturi. Y esto no ha sido lo único, ellas han trabajado para probar que, efectivamente, la edad no es (ni debería considerarse nunca) un impedimento para hacer lo que te apasiona. “Hay una edad en que las mujeres tenemos que parar” —señala— “Y digo tenemos porque nadie nos ha preguntado si eso es lo que queremos. Al final tienes trabajo e hijos y no llegas a todo. El deporte queda solo para los hombres porque aunque ellos son padres, siguen siendo deportistas”.

La visibilidad más que un reto, era una necesidad. Las integrantes de Lamiak UBR antes de crear el equipo, no conocían de ninguna referencia en la que respaldarse. “Nos sorprendió saber que había otros equipos como nosotras, pero cuando lo supimos nos hizo sentir mejor porque te animan y sientes que no estás sola”, dice Ibáñez.

Su compañera, Madariaga, comenta lo difícil de tener una “continuidad”. “A muchas deportistas, a partir de cierta edad, ya no pueden rendir al nivel que se les exige, pero tampoco pueden volver de otras maneras porque no tienen un espacio para hacerlo. Nosotras también buscamos dar a las siguientes generaciones ese hueco”, agrega.

El ambiente en las competiciones es algo que “se ha ido construyendo poco a poco”, destaca Larrieta. “La mayoría hemos ido saliendo de diferentes grupos porque no éramos conocedoras de que habían otros equipos como nosotras. Pero, en cuanto se dio a conocer que habían más equipos de mujeres mayores de 35 años que estábamos practicando rugby, se fue construyendo un entramado y una red que nos permitió disfrutar mucho más de los encuentros”.

Más que una competición

Para ellas, las competiciones van más allá del juego en sí. Son lugares para compartir con distintas compañeras que por muy diferentes que sean, tienen situaciones parecidas. “Es genial porque desde que sales de casa y coges el avión eres tú. No hay esos roles de madres, padres o hijos”, señala Aberasturi. “Estás con muchas mujeres que quizás no te hubieras juntado nunca, pero se genera un rollo impresionante”.

“En el campo te puedes hacer daño, lesionarte y enfadarte, pero el tercer tiempo cura todas esas heridas”, continúa Larrieta. Además, Madariaga señala que “hasta con gente de otros clubes… al final compartes tantas mañanas que te vuelves una más”.

Su impacto en las siguientes generaciones de deportistas es algo que se refleja con solo mirar su trayectoria. “En el rugby, las niñas y los niños juegan juntos, ya a los 16 años pueden irse al equipo femenino o el masculino, pero al contrario de el fútbol o el baloncesto, aquí puedes ver a niñas y niños de 13 años jugando en el mismo equipo”, comenta Ibáñez.

Esa interacción con equipos de otras edades está muy presente en las Lamiak UBR. “El viernes pasado hicimos un entrenamiento conjunto con todas las chicas del club y me encantó” —dice Aberasturi— “Sin esperarlo, todas las categorías que estaban entrenando hicieron un pasillo cuando pasamos”. “Nosotras hemos arrancado y esperamos que las siguientes generaciones no tengan que empezar de cero”, agrega Madariaga.

Larrieta resalta que sus hijos están “muy orgullosos”. “La primera vez que nos vieron jugar estaban alucinando porque ahora ellos estaban en las gradas y nosotras en el campo”, recuerda con cariño.