En la memoria de las personas entrevistadas para la elaboración del homenaje a las Mujeres de Hierro, impulsada por la Juntas Generales de Bizkaia, se destaca el reconocimiento del sacrificio y de la fortaleza de aquellas que peleaban por la supervivencia de sus hijos y de sus míseros hogares en la época de desarrollo de la extracción minera intensiva a mediados del siglo XIX y principios del XX .

“Ellas representaron para muchas mujeres de la clases trabajadora el ideal de mujer fuerte y digna. Un modelo de mujer que se batía para sacar adelante a la familia y que se identificaba con la capacidad de lucha de los mineros” subrayó la historiadora Pilar Pérez Fuentes, quien realizó un detallado recorrido sobre el papel que jugó la mujer en el desarrollo minero en una jornada en la que tomaron parte la diputada foral de Igualdad, Teresa Laespada, los alcaldes de la comarca minera y junteros de todas las fuerzas políticas.

“La familia obrera constituía una unidad de supervivencia gestionada por las mujeres. Todos los miembros de la familia dependían del conjunto familiar para sobrevivir y apenas tenían lugar expectativas individuales sobre el trabajo y la vida. Casarse se convirtió en una estrategia de supervivencia, sobre todo para mujeres que tenían muy reducido el acceso al empleo en un mercado de trabajo tan masculinizado. La capacidad de sumar salarios y recursos generaba, además, familias extensas con parientes colaterales y huéspedes, incluso convivían varias familias en una misma vivienda. Las estrechas relaciones de vecindad y solidaridad en las barriadas ayudaban también a hacer frente a las dificultades”, perfiló Pilar Pérez Fuentes en una emotiva jornada en la que se descubrió una placa conmemorativa en uno de los laterales del Museo de la Minería del País Vasco, que contribuyó con documentos gráficos, documentales y diversos materiales de época a este homenaje. Continuará con una exposición que itinerante por los pueblos de la comarca y la edición de un libro sobre esta investigación.

“Aquello era muy duro, pero merecía la pena, a pesar de todo, porque mis hijos siempre tenían algo que llevarse a la boca. Ten en cuenta que me quedé con cinco hijos y eran tiempos amargos… (…) Me quedaba dormida cosiendo o haciendo otras tareas. Menos mal que siempre tuve buena salud, aunque no tanto como me hubiera gustado… Hoy puedo decirte que la mayor satisfacción era sacar los hijos adelante y creo que cumplí, como otras muchas madres, que en aquellos tiempos sufrían al igual que yo, las injusticias de la vida” relataba Feliciana Larrinaga en una de las múltiples entrevistas realizadas a mujeres mineras.

“Nos han contado y nos contamos una historia épica… de hombres. Hombres protagonistas trabajando en las minas, hombres protagonistas también en los sindicatos, en los partidos, en los ayuntamientos, en las empresas propietarias de las minas, hombres en los ejércitos que llegaron para sofocar huelgas, hombres en los gobiernos civiles y militares… hombres, hombres, hombres… Sí, y así fue. Pero no sólo. No sólo los hombres protagonizaron aquellas décadas de épica y cambio histórico”, recordó la diputada de Empleo, Inclusión Social e Igualdad, Teresa Laespada, quien subrayó que la tarea en la historia e la minería pasa, ahora, por “descorrer el velo” como se está haciendo, por ejemplo, con la figura de las sirgueras que remolcaban con su propia fuerza barcos por la ría y a las que se ha dedicado un grupo escultórico en Bilbao y que protagonizan cada año los premios a la igualdad que otorgan la propia Diputación Foral de Bizkaia y BBK.

Hogares a sus espaldas

En este sentido, indicó que las “mujeres de hierro” fueron las que trabajaron en las minas, aunque “fueron pocas”, pero también las que “soportaron sobre sus espaldas la subsistencia de unos míseros hogares” bajo “un sistema de explotación económica pensado casi más para animales que para personas”.

En este sentido la historiadora Pérez Fuentes destacó que “la supervivencia de las familias requería del trabajo de todos los miembros de la unidad familiar. Las mujeres tenían pocas oportunidades de obtener recursos, relegadas a los empleos sumergidos y precarios”, por lo que “la masculinización del mercado redujo sus opciones laborales”. l