La consecución de la igualdad entre hombres y mujeres es uno de los mayores retos a los que se enfrentan las sociedades actuales. No obstante, a pesar de los logros formales, materializados en el plano legal y de derechos, es evidente que todavía existen desigualdades de género en distintos niveles, como el reparto de las tareas reproductivas y del cuidado y atención familiar, la brecha salarial, el llamado techo de cristal laboral o de la representatividad en órganos de dirección y gestión, o en su rostro más dramático, la lucha contra la violencia machista. Sin ser baladí la instantánea contemporánea de los retos a los que se debe hacer frente en una sociedad que se quiere igualitaria hay que ser conscientes que la mujer viene sufriendo secularmente de un androcentrismo que en algunas épocas aparecía de una manera exacerbada.

Este pasado sábado se celebró la charla Como vivían las mujeres en la Edad Media, en el atrio del Palacio de Muñatones en Muskiz, organizada por la Ferrería El Pobal. En esta cita participó la doctora en Historia de la UPV-EHU, Janire Castrillo, quien destacó que fue en la Baja Edad Media “cuando los discursos misóginos tuvieron amplia cabida en cánones, tratados y obras literarias. Pese al reconocimiento que parecía haber otorgado a las mujeres el culto mariano en el siglo XII, se las siguió perfilando como seres lujuriosos, desenfrenados, chismosos y causantes de alborotos vecinales. En paralelo, se imputó al sexo femenino una serie de cualidades de debilidad o fragilidad, que bebiendo de fuentes tan diversas como el aristotelismo o el derecho romano, que fue construyendo un auténtico discurso de la inferioridad natural de las mujeres. El desprecio de teólogos y moralistas hacia lo femenino abarcó campos y argumentos bien distintos”.

Janire Castrillo y Olatz Abad, momentos antes de iniciar la charla. Emilio Zunzunegi

La profesora del Departamento de Didáctica de las Matemáticas, Ciencias Experimentales y Sociales de la Universidad del País Vasco estuvo acompañada por la joven historiadora abantoarra, Olatz Abad, cuyo trabajo de fin de grado versó sobre la figura de Juana de Butrón, esposa de Lope García Salazar –el cronista banderizo– con quien mantuvo serias divergencias en temas de índole política y testamentaria. Fue una mujer muy poderosa en su época aunque quedó olvidada por la relevancia de su marido, el primer cronista de Bizkaia. “Ella tuvo un papel activo en una época marcada por los conflictos banderizos y así, por ejemplo, en la guerra de Ganguren en 1444, para ayudar a su padre, hizo que sus hijo participaran en la batalla a pesar de las reticencias de su padres. Además, Juana de Butrón tuvo un enfrentamiento importante por el mayorazgo ya que Lope tuvo varios vástagos de relaciones extra matrimoniales. Así en 1452 ambos cónyuges decidieron que el mayorazgo pasara al hijo mayor pero Juana impuso que fuera su hijo mayor, Juan el Moro, el heredero por lo que marcó el devenir de toda la familia”, explicó la historiadora minera.

En la vida real y cotidiana, así como en el ámbito intelectual, las ideas del patriarcado dominante en la Edad Media llevaron a primar en las mujeres la virginidad, castidad, fidelidad y silencio en un marco que además marcaba su progresión en determinados oficios e imponían normas en la vestimenta. Sorprendió Castrillo a los existentes con la referencia a las normativas de concejos y villas que prohibían a las mujeres acudir a misa a diario y se limitaba su culto a los sábados, domingos y fiestas solemnes. “Además, no podían salir de sus casas hasta que no sonaran las campanas para evitar los corrillos que se formaban a las puertas de los templos”, concluyó Janire Castrillo.