El negro es un color que, en la cultura occidental, se asocia a la muerte y el luto, a la enfermedad y a la mala suerte; a la oscuridad del alma, la maldad y a todo lo que tenga que ver con el espectro de lo lúgubre. Hoy día, no obstante, el color sin luz está estrechamente relacionado con la efervescencia consumista, con el black Friday. 

El viernes negro empujó ayer a los acérrimos de las grandes ofertas a la calle. Cuando el reloj estaba a punto de marcar las 16.00 horas, eran muchos los bilbainos y las bilbainas que, bolsas en mano, escudriñaban las tiendas en busca de la mejor ganga. Los baldosines que pisaban aún estaban cubiertos por las papeletas que los representantes sindicales habían esparcido en sus protestas contra la precariedad laboral del sector textil, celebradas esa misma mañana. Algunos, megáfono en mano, aún continuaban lanzando consignas en la Gran vía. 

¿Un engaño?

En los aledaños de la tienda Bershka, donde se estaban desarrollando los tumultos sindicales, se encontraba un grupo de jóvenes. Sentados en un banco, Lucía Mora, Victoria Martínez, Lucia Olivares y Matías Yara sujetaban sendas bolsas repletas de ropa. “He venido porque necesitaba jerseyes y, siendo consciente de que hoy, Black Friday, hay muchas ofertas, he decidido acercarme”, explicó Olivares. 

“No es tan fácil hacer un consumo ético”

La joven, no obstante, es consciente de que en no pocas ocasiones las principales cadenas de moda rápida inflan los precios en los días anteriores a este ‘viernes negro’ para bajarlos en picado cuando éste llega. “Hay mucho marketing engañoso aquí”, reconoció. “Si tuviera el suficiente dinero, no vendría. Sé que es un engaño, pero, al final, es barato. “No es tan fácil hacer un consumo ético”, apostilló su tocaya. 

Descuentos más bajos.

Independientemente de la presunta picaresca de algunos comercios a la hora de rebajar sus productos, fueron muchas las personas que coincidieron en percibir descuentos menos generosos que en anteriores años. “Ha habido menos. sospechábamos que iba a ser así porque este año, como el invierno se ha hecho esperar, no han vendido mucho”, expuso Iratxe Benítez. Su hermana, Aitziber, añadió que, a su juicio, la crisis económica ha mellado mucho el sector.

"Este año estoy viendo pocos descuentos"

Lo cierto es que en las tiendas de las principales arterias comerciales de La Villa, los negros carteles no auguraban grandes ofertas. En términos generales, anunciaban descuentos que no rebasaban el 20%., algo que no pasó desapercibido a Emily Troy, una estudiante de intercambio estadounidense. Pese a provenir del país en el que se germinó el Black Friday, Emily nunca se ha sumado al consumismo que propugna. “No soy muy partidaria de este día por las implicaciones que tiene, pero hoy me he acercado porque la compañía aérea ha perdido mis cosas”, relató. “Aprovecho que todo está más barato para comprar ropa nueva con mi exiguo presupuesto ¡es la primera vez que me animo!”, exclamó, sonriente. 

Lara Salgero, al contrario que Emily, tiene el armario a rebosar de prendas. “Necesitar... No necesito nada” – confesó – he venido a ver el ambiente y a comprarme algún capricho”. El antojo de Lara fue una chaqueta de 120 euros. “Ni siquiera estaba en oferta, este año estoy viendo pocos descuentos”, afirmó. 

La joven achacó a la inflación la exigüidad de las ofertas de este viernes. Y es que el pasado mes fue el más negro, en el peor sentido de la palabra, que se recuerda en la economía vizcaina. Sus consecuencias aún están dejándose notar en el desorbitado ascenso de productos de los que, al contrario que los caprichos, no se puede prescindir. La leche o los huevos, alimentos básicos, en cualquier despensa, se encarecen día a día.