Presenciar el asesinato de su madre a manos del padre es un acto terrible y brutal. Tiene un impacto traumático tremendo”, afirma el psicólogo José Luis Gonzalo, que lleva décadas tratando a menores víctimas de malos tratos. En un primer momento, explica, “el niño se protege entrando en shock, se queda bloqueado, como si eso no hubiera ocurrido”. A largo plazo, añade, “depende de cada niño, del entorno de apoyo y su personalidad previa, pero puede desarrollar un trauma complejo y sufrir pesadillas, insomnio, reacciones de terror y pánico, imágenes recurrentes en las que reexperimenta el suceso, ansiedad, síntomas depresivos...”, enumera.

El desarrollo del menor, prosigue el experto, puede verse afectado en las áreas cognitiva, social y emocional. “La disociación -apartar el suceso de su mente como si no existiera- es un mecanismo de defensa que trata de proteger del horror. También son frecuentes reacciones de ira o huida cuando recuerda el suceso. Son habituales asimismo el bloqueo verbal y la amnesia -incapacidad de hablar de lo ocurrido y de recordar-, así como un distanciamiento emocional del acontecimiento traumático”, detalla.

Los niños y niñas mas pequeños sufren el mismo impacto, pero “suelen mostrarlo más a nivel sensorio-motor, sufrir regresiones -volver a estados del desarrollo que ya estaban superados, como, por ejemplo, volver a orinarse en la cama-, episodios de rabia y frustración, irritabilidad, terror y miedo inexplicable, ansiedad de separación y temor al abandono... También pueden quedarse como bloqueados o congelados cuando algún estímulo les recuerda lo traumático”, expone.

Contar con tratamiento psicológico resulta indispensable para iniciar el camino hacia la recuperación, pero no suficiente. “Es un punto de apoyo sin duda, sobre todo si el niño establece una relación de confianza con el profesional, pero es necesaria una potente red de relaciones afectivas y solidarias, que contengan y le den la posibilidad de sentirse arropado”, señala. “Si tiene tutores u otros familiares que hacen funciones de crianza reparadora, los niños a largo plazo pueden retomar un buen desarrollo. Les va a costar confiar en las personas, quedarán cicatrices y secuelas, pero la resiliencia se puede entretejer y será resultado de una interacción entre las potencialidades del niño y un entorno de apoyo”, concluye.