- La crisis migratoria de hace dos años, "cuando llegaron a Bizkaia en apenas tres meses cerca de 6.000 personas", le curtió, pero la pandemia actual ha sido "el mayor reto" al que se ha enfrentado en sus 25 años de trayectoria en Cruz Roja. "En marzo se nos abrió un abismo. Una situación no vivida", refleja. Como coordinador de la organización en Bizkaia ha tenido que gestionar los recursos necesarios para hacer frente a un enemigo invisible al que han combatido a brazo partido. "Esta crisis sanitaria nos ha obligado a trabajar en condiciones de aislamiento. No nos podíamos reunir, había que estar siempre alerta con el autocuidado, aguantar el trabajo a deshoras de lunes a domingo, etc. Sin duda, ha puesto a prueba la organización", resume.

La pandemia obligó a establecer un punto de atención en Uribe Kosta.

—Primero se estableció el centro de atención en el polideportivo de Gorliz durante la emergencia sanitaria, donde hemos trabajado de forma conjunta con la red Zaintza Sarea, así como con los Servicios Sociales de la Mancomunidad, y ahora nos hemos trasladado a la oficina de Sopela, pero se ha seguido manteniendo el contacto con todas las personas atendidas allí hasta entonces.

¿Cuántos voluntarios han participado en el operativo?

—El despliegue en esta zona ha movilizado a cuarenta voluntarios y, en toda Bizkaia, a 2.000.

¿A cuántas personas han ayudado?

—Durante dos meses y medio se ha atendido a 300 personas y se han realizado 1.086 prestaciones.

¿En qué han consistido esas prestaciones?

—Desde seguimientos telefónicos, entregas de primera necesidad, gestión de medicamentos en farmacias e incluso, en algún caso, también gestión de residuos como sacar la basura a personas que estaban en cuarentena o con problemas de movilidad.

Ayudas de primera necesidad como la comida. ¿Cuántos servicios de alimentación han prestado?

—Hemos hecho más de 150 compras de alimentos y 117 de medicamentos.

También se han unido con Jangai para dar de comer a personas en situación de vulnerabilidad.

—Hemos trabajado en red con ellos porque es una asociación que ya venía colaborando con el Banco de Alimentos desde hace tiempo. No buscamos duplicar servicios, sino reforzar su labor a través de donaciones que hemos ido recibiendo y les hemos trasladado. Se han efectuado 619 entregas de alimentos desde marzo hasta la semana pasada.

La pandemia ha provocado situaciones muy graves que, incluso, ahora se están agravando.

—Hay personas que se han quedado sin trabajo y otras que tenían una economía frágil que se ha roto. Nos hemos encontrado con personas vulnerables y con otras que se han visto en esa situación por primera vez. Por ejemplo, recuerdo el caso de una mujer, madre de tres hijos, con una profesión liberal e infectada por coronavirus, que no podía salir de casa y no tenía a nadie para hacerle la compra. También otros casos como facilitar EPIs a un fontanero para que pudiera acudir a reparar la cisterna del baño a una familia confinada, etc.

¿Cuál ha sido el momento más duro de estos meses?

—Nos hemos enfrentado a muchas situaciones tremendamente duras y difíciles, como comunicar a una persona la pérdida de un ser querido.

¿Notan el reconocimiento público?

—Estamos muy contentos porque los vizcainos han confiado en nosotros. Por ejemplo, la gente ha agradecido especialmente las llamadas. Hay personas a las que hemos llamado más de diez y más de veinte veces.

Después de la emergencia sanitaria ha llegado la desescalada.

—Ahora hay que observar las necesidades que surgen en colectivos vulnerables, como el de las personas mayores. Hay que pensar en el postcovid y ver qué ocurriría si tenemos un rebrote en otoño. Eso también hay que prepararlo ya para que, si llega, el golpe sea menor.

¿Lo están haciendo?

—Sí, estamos realizando una valoración de mejora de capacidades, analizando lo que hemos hecho y viendo qué mejoras podemos introducir.

Respecto a las personas mayores, han puesto en marcha un servicio de acompañamiento.

—Sí, el objetivo es facilitar los paseos de las personas en situación de discapacidad sin red de apoyo familiar. Se ha puesto en marcha a partir de la fase uno y hemos realizado, por el momento, un servicio. Por otro lado, antes del confinamiento formamos a personas mayores en videoconferencias y nos ha venido muy bien. Si vuelve a haber cuarentena estaremos un poco mejor preparados, en caso contrario, servirá para paliar situaciones de soledad.

Tras meses encerrados, llega el buen tiempo y hay ganas de playa...

—Podemos disfrutar, pero con un modelo diferente. Si alguna vez nos toca irnos de la playa, hay que ser responsables y hacerlo. El fin es parar una pandemia. Hay que seguir con las medidas de autoprotección. Estamos en desescalada, no estamos en la normalidad que conocíamos. Es una situación muy frágil.