Bilbao - La carne está bien y el pescado también, pero las verduras son el complemento perfecto en todo menú que se precie. En el caso de la movilidad sostenible, esa sería la función del llamado vehículo compartido o colectivo -público en algunos puntos de Europa- que busca cubrir necesidades puntuales de las personas en determinados momentos de sus vidas. Por ejemplo, ese joven al que ofrecen un contrato de seis meses que necesita coche para llegar hasta su puesto de trabajo en un polígono; o ese adulto que un par de veces al mes se va de compras a un centro comercial...

Esta alternativa económica y sostenible de movilidad (su denominación internacional es car sharing) opera ya desde hace una década en Bizkaia en torno a Ibilkari, una plataforma que cuenta con 250 socios que buscan algo diferente al coche en propiedad. "Nuestra visión es un complemento al transporte publico" dice Iker Maguregi, gerente de esta firma que cuenta con 13 utilitarios repartidos en ocho localidades de Uribe Kosta y de Arratia y Bilbao. "El car sharing no es para un uso intensivo del coche" resumía a DEIA.

Las cifras están por debajo de los usos de ciudades como Hannover o países como Suiza, donde este tipo de movilidad está mucho más desarrollado. Tanto, que es otro modo de transporte público y puede pagarse con la tarjeta de transporte local (la barik de aquí) y la factura llega a fin de mes a casa como el recibo de la luz y otros gastos, ilustra Maguregi. En el país transalpino, por ejemplo, hay 3.000 coches colectivos-públicos operativos las 24 horas del día en 2.000 puntos. En Alemania, agregaba el gerente de Ibilkari, hay dos millones de usuarios...

El escollo para la pausada implantación de esta alternativa en Bizkaia -y en el conjunto de la geografía vasca- no reside tanto en el desencuentro entre la oferta y la demanda sino, como subraya Maguregi, en los usos que la gente hace de los medios. "El nuestro -expresaba- es para cuando el transporte público tiene tantas rupturas modales [transbordos] que no es eficiente por tema de frecuencias, horarios o simplemente es de noche. El car sharing cubre ese espacio" indicaba, al tiempo que insistía en que "nuestra visión es complemento al transporte público. No es un coche para ciudad", resumía.

"El cliente usa el car sharing como último recurso después de haber explorado vías de movilidad: autobús, tren? Todo eso le hace pensar. Y ese pensar es un instrumento que introduce el uso responsable y consciente del automóvil", opina Maguregi. En Bizkaia se han desarrollado varias iniciativas de car sharing. La más reciente Ukanauto (Uribe Kosta) que pronto cumplirá su primer aniversario y que contó con el beneplácito de las instituciones locales y forales; y Auzokar en Arratia, que también tuvo el apoyo de Udalsarea (Gobierno vasco).

En el continente europeo es un modelo arraigado y adaptado a cada realidad. Y en Ibilkari están convencidos de que esta transformación en materia de movilidad -y el consiguiente cambio cultural en los usos de los distintos medios de transporte- no tendrá marcha atrás. Más aún después de haber asistido en los últimos tiempos al despertar de la conciencia ecológica en miles de personas; no solo en las generaciones más jóvenes. "Hay situaciones que con estas alternativas quedarían resueltas", apostillaba Maguregi.

A su juicio el car sharing o vehículo colectivo-compartido es un modelo pedagógico en la medida en que ayuda a "eliminar las inercias del coche: como lo tengo lo uso aunque solo sea para ir a comprar el pan" y al mismo tiempo permite aflorar costes ocultos (seguros, impuestos, mantenimiento,...) asociados a este transporte y que salen a la luz cuando se paga por ese uso puntual. Este hecho empuja a reflexionar sobre la necesidad de tener coche en propiedad. "Por eso hacemos pedagogía", insistía Maguregi y "contribuimos al uso racional del coche: solo cuando no hay otra opción".

Los responsables de la plataforma Ibilkari han observado un incremento progresivo del interés y del conocimiento del car sharing, muy ligado también a la economía circular y colaborativa. Sin un perfil concreto de usuarios, Maguregi habla de individuos jóvenes, solteros, trabajadores autónomos,... Una cartera de socios dispar y fluctuante a la vez, ya que las personas cambian de trabajo, de condiciones laborales, las unidades familiares también se transforman... Y puede ser que opten por tener vehículo en propiedad, pero también se pueden unir a este movimiento personas que tienen su coche guardado en el garaje y lo utilizan para ir a recados, a la playa en verano,... "En Europa se está apostando por el car sharing tradicional que es complemento al transporte público", redondeaba Maguregi. Periódicamente irrumpen otros esquemas que se ponen de moda "pero se vuelve al reconocimiento de nuestro modelo por todo cuanto tiene que ver con la movilidad sostenible" y con el uso eficiente del vehículo, asegura.

Un dato relativo al Estado ofrece una perspectiva general sobre cómo se encuentra este segmento: después de 15 años desde que nació la primera firma especializada, la movilidad compartida se acerca a 20.000 vehículos colectivos. Las empresas de car sharing, moto sharing y patinetes eléctricos de uso por minutos "se han multiplicado progresivamente" en ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, "con una monumental eclosión en los últimos cuatro años". En Madrid, con 3,22 millones de personas censadas en 2018, se concentran más de 15.000 de estos utilitarios y vehículos de movilidad personal con motores cero emisiones. La propia Seat comenzará a ofrecer un servicio de car sharing para empresas a través de su iniciativa Respiro dentro de su nueva estrategia de movilidad urbana.