Bilbao - Antes de encarar los trabajos que se acometerán a partir de finales de año, la Diputación lleva ya un camino recorrido a la hora de abordar la problemática que pueden suponer las laderas inestables. En concreto, ha elaborado un inventario de inestabilidades histórico del territorio, analizando las incidencias ocurridas entre los años 2008 y 2018.

En él, han recogido todas las laderas que pueden afectar a la red foral de carreteras, estudiando 2.200 kilómetros cuadrados de superficie. De todas ellas se han analizado características como el material del que están compuestas, el espesor del suelo, las pendientes, las características hidrogeológicas y de drenaje, la vegetación... Por otra parte, se han recopilado las incidencias que habían afectado a la red viaria por desprendimientos. Cruzando esos parámetros, se ha determinado el listado final de las 35 laderas en las que existe un mayor riesgo de deslizamiento y de afección a las carreteras forales en caso de que este ocurra. “Las que han quedado fuera son zonas que son susceptibles pero no tienen una afección directa sobre la red foral de carreteras”, explica Felipe Cobo, jefe del Servicio de Conservación de la Diputación. Por áreas de conservación, doce se ubican en el área I, la zona entre Sopela y Bermeo, desde el corredor del Txorierri; 16 en la II, de Bermeo a Ondarroa, hasta el sur del territorio; seis en el III, el oeste de Bizkaia, y una en el área metropolitana.

La mayoría de esas laderas se concentran en la zona de la costa, además de la comarca de Arratia. “Las áreas costeras tienen pendientes altas, espesores de suelo altos, con la precipitación que tenemos en esta zona...”, desglosa Cobo. Hay diferentes factores que inciden en el riesgo de desprendimiento que tiene esa falda: cuanto más espesor de suelo, más riesgo, por ejemplo. “La roca no se va a mover; contra más espesor de suelo, más peso, más capacidad de ganar peso si llueve y de perder parámetros resistentes. La vegetación es capaz de mejorar la resistencia del terreno al deslizamiento y también aumenta el umbral de lluvias en las que el suelo no adquiere agua; es una especie de lámina impermeabilizante”.

La lluvia es el factor que más a menudo influye en que se pueda producir un deslizamiento en una ladera, pero no el único. También influyen las talas realizadas en el terreno, obras que pueden realizarse quitando peso de la zona más baja y poniéndolo en la zona alta, alteraciones de los cauces naturales de la zona... “Si cambia alguno de esos factores, una ladera que era estable puede volverse inestable”, advierte el jefe de Conservación. De ahí la importancia de realizar un seguimiento continuo. “Normalmente los deslizamientos suelen estar vinculados a la lluvia pero no tiene por qué ser el desencadenante directo”. - A. Atxutegi