Donostia - Luis Mintxero tuvo el viernes el fatal honor de encontrar el cadáver del santurtziarra Rafael Castaños, el montañero de 46 años cuya pista se perdió el sábado 29 de junio en las inmediaciones de Gavarnié, en pleno Pirineo francés. Topó su cuerpo tras varias horas de una búsqueda que comenzó con un pálpito: “Tenía el presentimiento de que iba a encontrar a Rafa”, cuenta Mintxero 24 horas después del fatal desenlace. La suya es una historia de amor a la montaña y de solidaridad con el colectivo mendizale.

Porque este irundarra ha vivido entre montañas “desde txiki”. Forma parte del grupo Mugalaris de Irun, un equipo de corredores de montaña, y al igual que otros miles aficionados al monte, es habitual que programe rutas en solitario por distintas cimas. Por eso, la noticia de la desaparición de Castaños le removió por dentro. “Me empecé a comer la cabeza porque yo ando mucho solo en el monte. Tenía la intención de ir el fin de semana a entrenar al Pirineo, aunque no a esa zona. Pero viendo la noticia, te empiezas a poner nervioso y piensas: ¿Y si está vivo? ¿Y si han suspendido la búsqueda y es pronto?”. Con estas preguntas rondando en su cabeza, tomó la decisión de pedir fiesta en el trabajo, adelantar su salida al monte y tratar de ayudar en la búsqueda. “Si se podía hacer algo, mejor que mejor”.

Tras sus pasos Así, el viernes se presentó en la zona y, tras constatar que seguía sin haber noticias del montañero vizcaino, trató de reconstruir sus pasos. “Fui al refugio y la señora que estaba allí me dijo las rutas que iba a seguir Rafa y decidí ir por una de ellas, atento a todo lo que pudiera ver. Me empecé a meter en zonas donde pensé que se podía meter alguien que fuera solo, imaginaba por dónde podía haber ido yo”, explica.

A las pocas horas se topó con un corredor “muy bonito”. “En la base, vi una especie de roca que no era del color de las demás, era como de un color más rojizo y estaba un poco a desmano para acercarse, pero pensé: He venido a esto y me voy a arrimar”, prosigue. Lamentablemente, se cumplieron sus peores presagios. “Según me fui acercando ya empecé a ver las botas, los crampones y ya me encontré al chaval allí”, lamenta. “Era una zona bastante peligrosa, con bastante caída de piedra. El chaval iba muy vestido, con mucha ropa. Le pillaría la noche, porque estaba totalmente vestido, con abrigo, pantalones largos...”. “Fue un shock. Me encantaría que el final hubiera sido otro”, reconoce.

Sobre el fallecido, a quien no conocía, dice: “Se veía que ha hecho mucha montaña, porque si no, no se mete por donde se metió. Nadie dice: Voy a darme una vuelta por esas crestas. Este chaval controlaba, pero es como todo, hay imprevistos en la montaña, hay cosas que no controlas y, en este caso concreto, no ha sido por una imprudencia, sino por una fatalidad”.

Alaba a la gendarmería Tras hallar el cuerpo de Castaños, comenzó entonces el proceso más burocrático: informar a la Gendarmería del hallazgo para que estos pudieran rescatar el cuerpo, que fue trasladado en helicóptero a Gavarniè por la tarde para que la familia pudiera identificarlo y comenzar ya con la repatriación. “Es una pena”, insiste el montañero irundarra. “No sé por qué, pero tenía el presentimiento de que podía encontrarlo. No sé explicarlo, fue un puntazo de esos que te dan a veces. A mí me gusta ir al monte así que dije: Adelante. Es verdad que cuando lo encontré, ni yo mismo me lo creía. Pero al final, solo es posible si estás allí”, reflexiona.

Los gendarmes adscritos a la unidad de montaña que se habían encargado durante varios días de la búsqueda de Castaños -la familia denunció su desaparición el domingo y el miércoles fueron suspendidas las labores, al entender que se habían agotado ya todos los protocolos- no daban crédito del hallazgo de Mintxero.

“Estaban superagradecidos”, dice el guipuzcoano, que en las últimas horas ha tenido la oportunidad de intercambiar impresiones con el cuerpo policial galo, cuya labor ensalza. “Estaban un poco desconcertados por el hecho de que viniera yo y lo encontrara en unas horas, porque ese es su trabajo, pero ellos se han dejado la vida buscándole”, asegura. “Han mirado en sitios por donde seguramente Rafa pasó y donde nadie podía acceder. Yo no hubiera podido. Me estuvieron explicando que anduvieron por la cresta, jugándose literalmente el tipo, porque son zonas donde la roca está muy suelta y cae a cachos. Se han preocupado por mirar esas zonas”, confiesa y recuerda que el sitio donde se encontraba el fallecido era “muy difícil de encontrar”. “Era un sitio de mucha roca y Rafa estaba totalmente camuflado. Entiendo que haya sido difícil dar con él y que no lo hayan visto. Puede parecer que he llegado yo y estaba fácil de encontrar, pero no. Yo he tenido suerte de ver algo que me ha chocado y acercarme. La Gendarmería me ha estado enseñando por dónde han mirado, por dónde se han estado moviendo... Esta gente se ha dejado la vida por encontrar a Rafa”, insiste.

Por ello, conscientes de lo difícil que era dar con Castaños, Mintxero se ha convertido en un pequeño héroe en la zona de Gavarniè. “Tanto los gendarmes como la señora del refugio estaban flipados y muy agradecidos. Me decían que cómo se nota que era vasco, porque la gente de otras zonas no viene desde su pueblo a buscar a nadie y menos si no le conoces. Me decían que los vascos tenemos algo especial y, claro, es un orgullo escuchar eso de gente así”, celebra el guipuzcoano.

colaboración en búsquedas La experiencia ha tenido un desenlace fatal, pero Mintxero está dispuesto a colaborar en futuras búsquedas y, de hecho, ya lo ha hecho otra vez antes. “El padre de un compañero de equipo se perdió en Urbasa. Organizamos grupos para ir a buscarle y al final, apareció. Se había desorientado”, recuerda.

Aquella experiencia, a la que ahora se suma esta, le hace poner en valor el perfil de los corredores de montaña en este tipo de dispositivos. “En el grupo más de una vez hemos comentado que tendríamos que aprovechar la forma que tenemos la gente que corremos en montaña para este tipo de cosas”, apunta, al tiempo que precisa: “Somos gente que corre ultras, muchos corremos de noche, con frío, con nieve. Las inclemencias del tiempo no nos asustan, aunque tenemos un respeto total a la montaña, por supuesto. Pero sí que nos hemos curtido en la montaña”.

Además, cree que entre el colectivo mendizale hay una gran solidaridad. “En Euskadi hay mucha afición al monte, hay gente que se pierde y hay un montón de chavales como nosotros que andan metidos en este mundo. Creo que se podrían hacer grupos que pudieran ayudar a la hora de ir a sacar a una persona en apuros”, opina, y agrega: “Yo desde luego estaría dispuesto. Siempre me han gustado estas cosas”. “Es verdad que una vez llegas al monte piensas: ¿Pero qué voy a encontrar yo aquí si esto es inmenso? Pero si sabes que hay alguien perdido y tú estás en la zona, el hecho de poder aportar, motiva. Lo que está claro es que si no estás, no lo vas a encontrar”, concluye.