Bilbao - Para desesperación de un Alejandro niño, hechizado ya por las estrellas, su abuela llamaba al ayuntamiento cada vez que se fundía la farola que había junto a su casa? “Nos empeñamos en hacer de los pueblos ciudades y en algunos casos eso es un error. El mayor gasto en alumbrado del país es en los pueblos pequeños, pero son los grandes los que se llevan las subvenciones. No tiene ningún sentido”, enfatiza el Alejandro, hoy astrofísico, que trabaja en el Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de Exeter.

¿Cómo puede ser que la Humanidad tenga a su disposición los mejores telescopios jamás creados, pero que cada vez haya menos lugares para contemplar y estudiar el cielo?

-El problema está en el gran aumento de la población y en el abuso del alumbrado público, especialmente en países como España. Sabemos que antes iluminar era muy caro y solo se iluminaba cuando era necesario y donde era necesario. Ahora lo iluminamos todo, haya o no gente en el lugar para usar la iluminación. Pero el verdadero problema no es para la astronomía. A nosotros nos molesta la atmósfera y en órbita podemos hacer mejor ciencia e incluso, si apagamos las farolas, las estrellas vuelven. El problema es la cantidad de especies que se ven afectadas. Y esas, aunque apaguemos, no volverán?

¿Sería posible la ‘sostenibilidad’ de las sociedades modernas funcionando solo hasta el anochecer?

-Ese sería un camino. Sabemos que el trabajo de turno de noche es muy perjudicial para nuestra salud. La revolución industrial expandió nuestro horario de trabajo gracias al alumbrado artificial, pero nuestra fisiología no ha cambiado. Si queremos tender a una sociedad más sostenible, tenemos que tender a una sociedad menos nocturna. Por ejemplo, durante el día tenemos energía gratuita que nos da el sol. Durante la noche tenemos el viento, pero es más variable. En general, el mix energía eólica y solar funciona muy bien durante el día para garantizar el suministro. Pero es que de noche no debería haber humanos trabajando, o al menos de manera masiva.

Supongo que fabricantes y vendedores no estarán muy por la labor?

-Una reciente encuesta decía que a nivel internacional existe un 3% de personal de la industria que niega la existencia de la contaminación lumínica. Según mi experiencia, en España ese porcentaje es mucho mayor. Pero también tenemos personas en la industria muy concienciadas que tienen productos muy buenos. La pena es que el marketing que se ha hecho durante tantos años por los ledes blancos no haya dejado mucho margen a estos fabricantes sostenibles. Al fin y al cabo son empresas que venden lo que quieran los clientes, y si los clientes no piden alumbrado sostenible no habrá posibilidad de supervivencia para los productos sostenibles. Pero claro, si a los clientes les lavas el cerebro con que los ledes blancos son la panacea? luego es muy difícil cambiar. Además, en el caso del alumbrado público no es como el caso del alumbrado interior. En el alumbrado público hay pocos clientes a los que convencer: técnicos municipales y políticos.

¿Cuándo dejamos de entender que el día es día y la noche es noche?

-El gran cambio fue entre los años 50 y 70. Empezó a iluminarse todo, incluso los cementerios. En España veíamos el alumbrado público como un derecho. Recuerdo cómo mi abuela siempre se quejaba al Ayuntamiento cuando estaba rota la farola que había junto a la casa del pueblo. Yo no podía más que desear que no funcionara para poder ver las estrellas. ¿Qué pasó? Que al final hicieron caso a mi abuela. Nos empeñamos en hacer de los pueblos ciudades y eso es un error en algunos casos. Este es uno. El mayor gasto en alumbrado del país es en los pueblos pequeños, pero son los grandes los que se llevan las subvenciones. No tiene ningún sentido.

Desde mi casa, ¿puedo contribuir de alguna forma?

-Todos contaminamos lumínicamente. Nuestras ventanas de casa, también. Correr las cortinas del salón de noche ayuda. Vemos en nuestras gráficas cómo cuando los humanos nos vamos a dormir, podemos detectar cielos más oscuros. El problema es el alumbrado público y el alumbrado ornamental que no se apaga. Ese es el que no tiene sentido hoy en día.

¿Habrá solución o como dejó escrito Federico García Lorca ‘Las estrellas no tienen novio’?

-Soy optimista y creo que en veinte o treinta años no habrá contaminación lumínica en los niveles actuales gracias a la tecnología. La pregunta es cuánto tiempo vamos a tardar en darnos cuenta de que ya tenemos la tecnología para evitarla. Si es cuestión de ahorrar, el camino que estamos siguiendo no es el adecuado; con las tecnologías antiguas se puede ahorrar mucho más. Usar ledes solo tiene sentido si se usan todas sus ventajas. La direccionalidad de la luz, la capacidad de elegir colores más sostenibles y la capacidad de cambiar su intensidad a demanda. Debemos garantizar que la instalación es significativamente más eficiente que la anterior.