La residencia Lusa, en Zalla, fue pionera en normalizar las dietas más restrictivas de sus usuarios. Hace casi un año, comenzaron a darle una vuelta a los triturados de los que se alimentaban casi la mitad de ellos. Ahora todos ellos comen macarrones con chorizo, lentejas, pescado e incluso pizza, hamburguesas y perritos calientes en las meriendas de cumpleaños. “Se trata de convertir una condena de por vida en un momento de disfrute, en una celebración”, defiende con entusiasmo su cocinero, Paco del Barrio. Los resultados no se han hecho esperar: no solo han mejorado su actitud ante la comida y el clima del comedor sino que, afirman, están ganando peso.
De las 35 personas que viven en la residencia Lusa para discapacitados intelectuales, catorce tienen una dieta restrictiva por problemas para masticar o ingerir los alimentos. Con la llegada de Itziar Gimeno a la dirección, hace algo menos de un año, comenzaron a intentar dar la vuelta a esa situación. “Queríamos normalizar sus vidas e integrarlas con el resto. El túrmix puro, el primer y segundo plato mezclados y pasados por la batidora, es una especie de condena a largo plazo, sobre todo en Lusa, donde hay personas de corta edad con esa dieta”, relata la directora. “Las dietas terapéuticas tienen tantas limitaciones que es muy complicado que tengan una calidad parecida a la normal”, admite Del Barrio. Empezaron por separar los platos: lentejas por una lado y pescado por otro, aunque fueran triturados. “Nos motivó muchísimo, porque ellos diferenciaban el sabor y comían mejor. Y nos vinimos arriba”, recuerda Gimeno. “Fue un cambio de mentalidad, un clic”, asiente él. El siguiente paso fue comenzar a dar forma a esos triturados, con elementos totalmente rudimentarios como mangas. “Queríamos que esa comida fuera visual y organolépticamente tan atractiva como la dieta basal”, continúa Del Barrio. Empezaron a montar los platos con los alimentos separados: las patatas por un lado, el tomate por otra... El día en que se realizó este reportaje, el menú incluía macarrones con chorizo y pescado en salsa verde. “Las personas que se alimentaban de purés hacía años que no comían macarrones”, sonríen ambos. “Lo heroico no es cómo lo hacemos técnicamente, sino dar el primero paso y, a partir de ahí, esforzarnos para que el túrmix de primero y el túrmix de segundo sea tan fantástico como la dieta basal”.
Con el nuevo producto que han comenzado a probar ahora, las posibilidades de volver a presentar la comida con su aspecto real se multiplican de forma exponencial. Y eso que en su cocina ya han adaptado todo el menú; incluso la merienda mensual que tienen para celebrar los cumpleaños. “Pizza, hamburguesa, perrito caliente, un sándwich... Se hace todo batido por separado y los preparamos como si fueran canapés. Antes tomaban un bol con triturado, ahora son parte de la fiesta y tienen un plato con su propia merienda”, cuenta la directora. Los resultados ya se están notando. “Esas personas que antes comían solo un puré, que no querían comer, tiraban el plato, se querían levantar... Ahora tienen dos y comen exactamente igual que el resto. Incluso empiezan a hacer el gesto de masticar y saborear. No solo se les nota mejor anímicamente, sino que el ambiente en el comedor ha mejorado”.
La residencia de Gallarta también ha empezado a dar sus primeros pasos en esta iniciativa. “Queremos conseguir que haya las menores diferencias entre ellos”, desea su directora, Marili Murgoitia.