LA cuenta atrás ya se puede sentir en El Arenal bilbaino. Esta semana empiezan las fiestas y al latido del segundero se lo han tragado los martillazos, que resuenan contra las barras kilométricas de las txosnas. Muchas todavía son solo una promesa de lo que serán. Esqueletos gigantescos con tubos metálicos a modo de costillar y paneles de madera que aguardan a ser pintados o revestidos con decorados imposibles. Es una obra descomunal. Grande, pero efímera. Centenares de mujeres y hombres trabajan para convertir sus cuarteles generales en escenarios originales y atractivos.
Los miembros de Sinkuartel llevan en esas labores desde el jueves pasado. Natxo, Ana e Irune sudaban la gota gorda en la mañana de ayer mientras repasaban su modo de trabajo. “Aproximadamente veinte personas al día trabajan en el montaje”, explica Ana, que lleva dos décadas arrimando el hombro en las tareas de montaje. Natxo explica que en Sinkuartel lo tienen todo muy bien organizado: “Tenemos el curro estipulado para cada día y están nombrados unos responsables para que coordinen cada día, porque no viene la misma gente siempre”. Él mismo apunta que la fiesta “la disfrutas de otra manera si has colaborado”.
Irune, por su parte, confirma que estas jornadas de trabajo sirven para “hacer mucha piña”, ya que “compartes muchos momentos con otros compañeros y hablas de todo”.
A pocos metros, junto a la orilla de la ría, empieza a adquirir color la txosna de Satorrak. Andoni lamenta que “por desgracia” hay que andar persiguiendo a la gente para poder sacar adelante las tareas previas a Aste Nagusia: “Hemos estado bastante poquitos montando y pintando todo esto. Hemos metido muchas horas”. A su lado, Lourdes confirma que llevan desde junio pintando la fachada de su obra de arte. A pesar de los esfuerzos, Andoni asegura que “todo este trabajo merece la pena totalmente”. En estos días, al parecer, no solo se arrima el hombro dentro de cada comparsa, entre las diferentes agrupaciones también se ayudan. “En el montaje entre las comparsas nos echamos un cable”, explica Lourdes, “si alguien necesita un generador o algo, siempre hay muy buen rollo”.
Mientras tanto, unos metros más adelante, los miembros de Hontzak también están a pleno rendimiento. Aldo confiesa que a él le parece mucha más dura la semana de fiestas que los días en los que se exprime con el montaje de la txosna: “Esto es parte de la fiesta, de la propia Aste Nagusia. Tienes que crear la txosna, ver cómo se va construyendo para ver cómo puede ir luego la semana”. Aunque este trabajo requiere sacrificar parte de las vacaciones, Itziar asegura que sirve a modo de “convivencia” con otros comparseros.
En la misma línea hablaban ayer los miembros de Pinpilinpauxa. Javi explicaba que a ellos les gusta disfrutar de la fiesta y hacerla para todo el mundo. “Para eso tenemos que montar la txosna”, señala, “nosotros en la txosna nos lo pasamos muy bien. Hay que currar, pero te vas a divertir”.
Esa filosofía es aplicable a los nueve días que se prolonga la fiesta, en los que también hay que sudar la gota gorda: “Al comparsero le tiene que gustar la fiesta y tiene que currar sin descanso. Pasamos muchas horas, hay mucha gente a la que atender y hay que currar. Pero siempre digo que la gente, cuando curre, tiene que pasárselo bien. Si no te lo pasas bien dentro de la barra, los que están fuera tampoco se lo pasan bien. Eso se nota. La gente de fuera se contagia de la alegría que ve dentro de la barra”.
Su compañera Itzi advierte de que el desmontaje de las txosnas es un golpe muy diferente: “El día de desmontar me parece el día más triste del mundo. En ese momento quiero empezar a montarlo todo y volver a empezar. Se hace en silencio, resacosos?”.
Ese día en Pinpilinpauxa levantarán una tabla y aparecerán kilos y kilos de purpurina: “¡La reciclamos!”.