LAS bolsas con zapatos, ropa, cinturones, latas de comida y productos de aseo no paran de llegar al almacén provisional habilitado por la plataforma ciudadana Ongi Etorri Errefuxiatuak en el que un número variable pero bastante nutrido de voluntarios sacan, doblan, clasifican y ordenan sin tregua ni pausa. La imagen habla de solidaridad, la de muchos ciudadanos que aportan lo que pueden; de conciencia social, la de todas las personas que llevan días ayudando a los inmigrantes recién llegados; y de eficiencia, la de la organización volcada en dar respuesta a una situación que ha desbordado a las instituciones. Y pese a que la respuesta social funciona como un engranaje bien engrasado, desde Ongi Etorri Errefuxiatuak aseguran que “esto no es normal”. “No es normal -dicen- que en Bilbao y en Bizkaia no exista un plan para atender a las personas en tránsito y que sea la ciudadanía la que tenga que organizarse para que no se queden en la calle”.

Desde el centro de una sala abarrotada de bolsas, mesas y estanterías en las que se amontonan pantalones, camisetas, toallas y frascos de gel, Ana Elena afirma que “este es un momento especial que no tenía que existir”. Y eso que en Ongi Etorri Errefuxiatuak tienen experiencia en recoger material de primera necesidad para personas inmigrantes, porque llevan tiempo ayudando a las que acampan en Zierbena a la espera de colarse en el ferry. “Recogemos mucho material, en este almacén y en otro. Les facilitamos lo que necesitan a los jóvenes del campamento de Zierbena y también hemos mandado 150 kilos de ropa a Melilla y a Ceuta. La gente es muy generosa y la respuesta ciudadana funciona”, aseguran.

Catherin, también de Ongi Etorri Errefuxiatuak, se comunica en francés con algunos inmigrantes que aprovechan una sala anexa al almacén para descansar un rato y comer algo mientras esperan que los voluntarios les acompañen al SMUS [Servicio Municipal de Urgencias Sociales] o a Cruz Roja con la esperanza de obtener vales de comedor y plazas para pasar la noche. Explica que es cierto que muchas de estas personas están en tránsito, pero “otras quieren quedarse aquí y nosotros les explicamos lo que hay”. Algunas de las personas que trabajaban ayer en el local reconocían “el problema del idioma” para atender a los africanos que esperaban por allí cerca. Pero la organización también cuenta con la ayuda de Suzi y Alphonse, ambos cameruneses, que residen en Euskadi. Suzi explica que ya lleva diez años aquí; Alphonse, solo dos meses, pero ambos aportan su experiencia como inmigrantes y facilitan la comunicación.

Hay voluntarios de todas las edades, y todos son conscientes de la importancia de su labor. Ainara y Janire son estudiantes y llevan horas doblando ropa porque la madre de una de ellas les dijo que necesitaban ayuda. Marta es andereño y lleva más de una semana subsanando las carencias institucionales ante la llegada de subsaharianos. Explica que los migrantes llegan con lo puesto, que el otro día un chico le dijo que había tardado tres años en cruzar África. “Llegan con el chandal que les da Cruz Roja cuando bajan de la patera, pero llevan días sin poder ducharse, están supercansados, se quedan dormidos en las sillas”.