Portugalete - Las gentes y las calles forjan el carácter de los municipios. Portugalete tiene unas señas de identidad muy marcadas, unos principios, una manera de ver y sentir la vida que ha ido labrando el sentimiento jarrillero. Gran parte de ese espíritu se ha construido en el casco viejo de la villa, zona de Portugalete que ayer se llenó hasta los topes para celebrar, un año más, la fiesta de la Virgen de La Guía. Cerca de 70.000 personas dieron vida, color y ritmo a una cita que los jarrilleros -y cada vez más vecinos de localidades limítrofes- tienen bien señalada en su calendario.

En pareja, en cuadrilla, en familia... Hay tantas formas de vivir esta fiesta como personas se congregan en ella. Cada uno acude con su plan, pero lo que les une es su deseo de honrar a la tradición jarrillera y continuar ese legado para que los portugalujos del futuro sigan celebrando esta fiesta que late al ritmo del cancionero local. Transcurren los años, pero la historia se repite. No hay canción del verano que pueda competir con este repertorio que muestra el carácter festivo y dicharachero del municipio.

Porteadores Cada 1 de julio en Portugalete es un día muy intenso, repleto de momentos emocionantes. Quizás, el primero de ellos se produzca en la procesión de la Virgen de La Guía, ayer fue, de nuevo, uno de los momentos cumbre y quedará especialmente grabado en la memoria de Luis Pérez, Luis Bastida y José Ignacio Sáiz . Ellos fueron tres de los cuatro porteadores que trasladaron a la Virgen desde la Basílica de Santa María hasta La Canilla, donde se inició la procesión marítima. “Ha sido algo muy emocionante, muy bonito. Suena a topicazo, pero no se puede explicar con palabras lo que hemos sentido. Ves a la gente emocionarse, disfrutar, esperar el paso de la virgen... Este es el día más importante en Portugalete”, señalaron estos tres hombres, a quienes les comunicaron hace tres meses que ellos transportarían a la Virgen. “Resultó toda una sorpresa, una gratísima sorpresa. No olvidaremos lo que hemos vivido hoy -por ayer-”. Desde la salida de Santa María, muchas personas aguardaban la llegada de la Virgen por diversos puntos del casco viejo, pero donde más fieles se concentraron fue en La Canilla. Allí estaban Cristina López, Isabel Mateos, Petri Clemente y Teresa Esteban. “Para nosotras, la procesión es el acto más importante de la celebración de La Guía. Venimos a esta fiesta siempre que podemos. Para la gente de Portugalete es un día muy especial, por encima, incluso, del de San Roque”, aseguraron.

Pero durante la procesión no toda la actividad se centraba en La Canilla. Segun iba evolucionando la mañana, las calles del casco viejo jarrillero ganaban en ambiente, en gran parte, gracias a las diversas actividades organizadas por Berriztasuna. Koskojales se convirtió en un gran manto blanco, en un ir y venir de personas que buscaban pasar un día único. Las calles de Portugalete se transformaron en punto de encuentro de multitud de personas que, durante el año, no pueden reunirse.

Eso es algo que engrandece esta fiesta. Ocupa un lugar preferente en la agenda de los jarrilleros y posibilita reunir a personas que los otros 364 días del año no encuentran ese hueco para juntarse. “Hay mucha gente que se coge el día libre, otros portugalujos que viven fuera vuelven expresamente para este día... Se trata de juntarse y disfrutar del ambientazo que se vive”, según explicaron Mikel Larrauri y Joseba Mancisidor.

la gran bajada La Guía deja cada año imágenes espectaculares, sonidos que reflejan la idiosincrasia de un pueblo. Muchos de esos instantes se concentran en la gran bajada que, cada año, a las 15.00 horas, se celebra en Koskojales. Gestos de alegría, felicidad, de unión para, entre todos, construir uno de los momentos más bellos de esta fiesta. Ni siquiera la lluvia que minutos antes de las 15.00 horas cayó sobre Portugalete, aguó la gran bajada. Desde Koskojales, que conecta con la Ranchería hasta el final de la calle, en la plaza del Solar esta zona se llenó hasta la bandera. Un mar de camisetas blancas con el pañuelo de arrantzale anudado al cuello tomó esta calle que encarna el corazón de Portugalete. Miles de personas que a una sola voz entonaron aquello de Tengo un novio chiquitín que se llama Nicolás, si lo quieres conocer sube arriba y lo verás.

Cantando, saltando y bailando, los portugalujos gozaron de la fiesta, pero también honraron a su tradición, hicieron un viaje a sus raíces, a ese carácter que ha ido forjando Portugalete de generación en generación. Generaciones cuyos corazones, al igual que ocurrió ayer de nuevo, han latido al ritmo del cancionero popular de la villa, pasado y presente.