A Eneko, Oihane, Iker, Goiuri, Malen, Itxaso, Ainhoa... apenas se les podría pasar por la cabeza que transcurriera así la infancia y la juventud de los mayores que les rodean: de sus abuelos, de los entrañables señores que pasean cerca de su colegio, de los que están en las residencias de su municipio... “No teníamos ningún juguete, solo una muñeca de cartón”; “Nos lavábamos en el fregadero”; “Mi madre recolectó la ropa en fundas de almohada, porque no teníamos maletas”; “Llevaban a los muertos al cementerio en carros de vacas”... Frases así son las que han escuchado de viva voz los alumnos de cuarto de la ESO del instituto Julio Caro Baroja, de Getxo. Ellos han hablado con personas que temblaron, que sollozaron, con la Guerra Civil y la Dictadura. Han recibido una lección de historia en directo. En primera persona. Sin libro de por medio. Sin tochos que estudiar. Con palabras sinceras, limpias, sin contaminar, que atender.
Estos testimonios han quedado recogidos en redacciones escritas por los propios estudiantes y que hasta mañana permanecerán en la sala de exposiciones de la kultur etxea de Romo. Las vivencias, las pesadillas, las injusticias de Ane, de Miren Karmele, de Galo, de Iñaki, de José María... están allí en forma de letras. Ellos son las voces que han transmitido el terror. Algunos son familiares de los alumnos del Julio Caro Baroja, otros de la residencia municipal de Getxo y otros, de Ajane -la asociación de jubilados de Algorta-. “Todo empezó con la lectura del libro La lengua de los secretos, de Martín Abrisketa. A mí me llamó la atención porque es una historia de los niños de la guerra y mi padre fue uno de ellos. Se tuvo que ir a Bélgica. Me pareció que podía ser interesante abordar esto en clase. Cuando se lo planteé a los alumnos, la mayoría se hicieron los remolones y empezaron a poner excusas, así que como Mahoma no fue a la montaña... Fuimos nosotros donde los mayores. Fuimos a la residencia y a Ajane. Salieron historias muy bonitas y entonces quisimos llegar a más gente. Por eso, hemos hecho la exposición”, explica la profesora de Lengua y Literatura, Rosa Pérez.
Y al final, los estudiantes sucumbieron y han quedado satisfechos con la iniciativa. “Muy contentos”, confiesan. “Ha sido una buena idea”, alaban. Escuchando a los mayores han aprendido mejor la lección. Seguro que les será difícil olvidar que Francisca, de Lamiako, vio cómo una bomba mató a una mujer embarazada que corría al refugio o cómo Juan Antonio únicamente recuerda con claridad el hambre que pasó. Cartillas de racionamiento, refugiados, barcos, Bélgica, Francia, hambre, aviones, bombas... Son palabras que están más presentes ahora en los jóvenes de Internet, WhatsApp, videojuegos, restaurantes de comida rápida o pizzas a la puerta de casa...
En todo este trabajo, el centro Julio Caro Baroja ha contado con la colaboración de Oroilore Ikerketa Taldea, el grupo de memoria histórica de Uribe Kosta, que ya ejerció de profesor hace dos cursos para el instituto de Plentzia en una iniciativa similar.