Se les ha encomendado plantear soluciones a un problema medioambiental que no han generado porque ni siquiera cuentan con la edad que les permitiría conducir. La mayoría de los alumnos creen que la contaminación acústica que padece la ciudad está inevitablemente ligada al constante tráfico que circula por sus calles. Para reducir el impacto del ruido excesivo y sus consecuentes efectos nocivos en la salud, 50 centros escolares de la villa han trabajado durante el curso medidas para contrarrestar esta huella. Ahora es el Ayuntamiento de Bilbao el que toma nota de ello.

La puesta en común de las propuestas -como fuentes sonoras, semáforos acústicos o islas insonorizadas- tuvo lugar ayer en el Foro Intercentros de la Agenda Local 21 Escolar, en el centro cívico de Otxarkoaga-Txurdinaga, bajo la mirada de Alfonso Gil, concejal de Movilidad y Sostenibilidad. Muestra del compromiso de estos escolares es que no escurren el bulto: “Durante el hamaiketako han medido el ruido que hacíamos, 85 decibelios. Es mucho”, admitían tras reconocer que deberían gritar menos.

Unai Gurrutxaga y Victoria de la Hera son dos alumnos del Colegio de Nuestra Señora del Pilar, un centro ubicado en Indautxu. “Hemos medido el ruido alrededor del colegio, había picos de 75 decibelios y lo mínimo eran 40 decibelios. Es bastante alto”, explicaron estos jóvenes de la ESO que también han evaluado el ruido de la clase para tratar de concienciarse. Entre las medidas propuestas al Consistorio, ponen como ejemplo “las islas insonorizadas, con paneles y árboles”, una propuesta que podría implantarse en la plaza Bizkaia. “Cuando tenemos calor no podemos abrir la ventana porque se oye mucho el tráfico”, se lamentan.

La circulación de vehículos no es un inconveniente para que Laura Ybarra y María Ortuzar, alumnas de primaria de Esclavas del Sagrado Corazón de Fátima, puedan desarrollar sus actividades académicas. Estudiar en Artxanda tiene sus ventajas. Aunque no se libran de un “vertedero de coches” en las inmediaciones. “Hemos hecho un mapa con las zonas más ruidosas de Bilbao: la Gran Vía, Moyúa, Deusto... y los colegios”, explicaban estas alumnas que han propuesto semáforos como solución. Pero también han planteado otra más innovadora, como las “fuentes sonoras”, en las que “según el ruido que hay se oye más o menos el sonido del agua”.

“Hemos aportado ideas para reducir la contaminación acústica”, relataban por su parte Lola Arrabal y Ganitz Bernaola, alumnos de sexto de primaria de Begoñazpi Ikastola. “Algunas ideas se repiten, como los semáforos que midan los decibelios de la ciudad para que nos demos cuenta del ruido que solemos hacer”, explicaba Ganitz, a lo que su compañera Lola añadía: “Lo que necesitamos de verdad es concienciarnos”. En ese sentido, pusieron como ejemplo la medición realizada durante la pausa de la jornada. “Ninguno ha estado incómodo, porque nos hemos acostumbrado a un ruido demasiado alto”, revelaron estos alumnos, tras concluir que deben gritar menos, ya que pueden “molestar” a otras personas.

Ahora les toca volver a colegio y compartir con sus compañeros lo aprendido. “Vamos a contar que ha sido una experiencia muy buena”, afirmaron tras escuchar las explicaciones de Alfonso Gil, quien enumeró las acciones que está llevando a cabo el Consistorio bilbaino en materia de sostenibilidad con la esperanza de promover “un cambio revolucionario”. El concejal citó algunas medidas concretas contra el ruido, capaz de “generar cardiopatías”, como la electrificación del transporte a través de Bilbon Bizi, que este año sumarán 40 puntos de recogida con 450 bicicletas, o la limitación de circular a treinta kilómetros por hora en el 86% de las vías de la ciudad. Se trata de propuestas contempladas en el Plan de Movilidad Urbana y Sostenible que será presentado en un par de semanas. En cualquier caso, destacó que “el 64% de los bilbainos se desplaza con el método más barato, más fácil y más saludable, es decir, a pie”.

Unai Gurrutxaga y Victoria de la Hera. Estos colegiales que estudian en Indautxu soportan cada día intensos niveles de ruido del tráfico. “Vivo en el centro de la ciudad, al final te acostumbras”, afirmaba Unai, con resignación.

Lola Arrabal y Ganitz Bernaola. La principal conclusión que han extraído estos alumnos de Begoñazpi Ikastola tras del trabajo realizado en los últimos meses es que tienen que reducir el volumen de las interacciones entre los amigos.

María Ortuzar y Laura Ybarra. Estudiar en Artxanda no les inmuniza del ruido de la ciudad. Por ello, tras situar en un mapa los focos de contaminación acústica de Bilbao, plantean diferentes soluciones para reducirla.